La atención de la depresión en países de bajos ingresos puede mejorar la salud general
MADRID 4 Nov. (EUROPA PRESS) -
El tratamiento para el trastorno depresivo mayor en personas de países de bajos ingresos también puede ayudar a mejorar su salud física y el bienestar de los miembros de su familia, lo que demuestra que los tratamientos de salud mental pueden ser rentables, según un nuevo estudio de la Corporación RAND de Estados Unidos publicado en 'The Lancet'.
Los investigadores examinaron un programa en la nación subsahariana de Malawi que aprovecha la infraestructura del sistema de atención del VIH del país y capacita a la población local de las comunidades rurales para ayudar a tratar a las personas que sufren depresión. El estudio ha revelado que los participantes habían mejorado significativamente sus síntomas de depresión y que aquellos que tenían hipertensión también mostraron mejoras en su presión arterial. Además, los miembros del hogar de los tratados experimentaron mejoras en sus propios síntomas de depresión y en su funcionamiento general.
"Más del 75% de las personas con problemas de salud mental en países de bajos ingresos no reciben ningún tratamiento, en parte porque los gobiernos tienden a pensar que la atención de salud mental no es una inversión rentable. Mostramos que una estrategia centrada en la atención integrada y la delegación de tareas puede ahorrar dinero, y que la atención tiene beneficios que generalmente se subestiman porque no se miden las externalidades positivas", comenta Ryan McBain, autor principal del estudio e investigador principal de políticas en RAND, una organización de investigación sin fines de lucro.
En los países de ingresos bajos y medios, los trastornos mentales comunes, incluido el trastorno depresivo mayor, causan más años de discapacidad que el VIH y la malaria juntos. Sin embargo, la gran mayoría de las personas afectadas no reciben tratamiento. El panorama de financiación contribuye a esta disparidad. Por ejemplo, la asistencia para el desarrollo destinada al VIH ascendió a 9.900 millones de dólares en 2021, frente a los 217 millones destinados a los trastornos mentales comunes, una diferencia de 45 veces.
En el fondo, se cree que los tratamientos de los trastornos mentales comunes, en comparación con los tratamientos de enfermedades infecciosas como el VIH, requieren mucho tiempo y son menos rentables. Esta percepción se ha visto cuestionada, en parte, por la creciente evidencia de que la transferencia de tareas de los profesionales de la salud mental a los trabajadores sanitarios legos puede mantener la eficacia y, al mismo tiempo, reducir los costos.
Los investigadores de RAND y organizaciones asociadas implementaron un ensayo aleatorio en una red de 14 centros de salud en una región remota de Malawi. Los centros de salud operaban clínicas integradas de atención crónica, un modelo en el que las clínicas de VIH se reconfiguran para ofrecer detección, diagnóstico y tratamiento para una amplia gama de enfermedades crónicas, como hipertensión, diabetes y asma.
Los adultos eran elegibles para el estudio si habían sido diagnosticados recientemente con trastorno depresivo mayor y estaban inscritos activamente en una clínica de atención crónica integrada para el tratamiento de una o más afecciones de salud. Los investigadores inscribieron a 487 personas en el estudio.
El tratamiento para la depresión incluía sesiones de terapia grupal (dirigidas por personal de la clínica y miembros capacitados de la comunidad local) que se centraban en el manejo del estrés, la gestión de problemas, la activación conductual, el fortalecimiento del apoyo social y el mantenimiento de rutinas. Algunos pacientes también recibían medicación. Se hizo un seguimiento de todos los participantes durante un año desde el momento en que el centro al que asistían comenzó a ofrecer el tratamiento.
La intervención dio como resultado una prevalencia de depresión un 38% menor, así como mejoras significativas en la depresión y el funcionamiento general entre los asistentes a los centros que habían comenzado a ofrecer tratamiento, en comparación con los que no lo habían hecho. Además, seis meses después de que los participantes iniciaran el tratamiento, los miembros del hogar informaron de menos síntomas depresivos, una mejora en el funcionamiento y reducciones considerables en su percepción de la carga de cuidados, en relación con el inicio.
"Las intervenciones pueden ser relativamente baratas si se basan en la infraestructura existente, implican la delegación de tareas a los miembros de la comunidad local y ofrecen terapia en formato grupal. También demostramos que los beneficios se extienden a la salud física de los participantes y al bienestar de los miembros del hogar", finaliza McBain.