MADRID 26 Nov. (EUROPA PRESS) -
Las investigaciones sugieren que el trastorno del espectro autista (TEA) puede estar causado, al menos en parte, por diferencias en la composición de la microbiota intestinal, basándose en la observación de que ciertos tipos de microbios son más comunes en las personas con autismo. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que la relación podría funcionar a la inversa, es decir, que la diversidad podría deberse a sus preferencias dietéticas restringidas asociadas al autismo, más que a la causa de sus síntomas.
"Hay mucho interés en torno al papel del microbioma intestinal en el autismo, pero no hay muchas pruebas sólidas --dice el autor principal, Jacob Gratten, de Mater Research en colaboración con la Universidad de Queensland en Brisbane (Australia)--. Nuestro estudio, que es el mayor hasta la fecha, se diseñó para superar algunas de las limitaciones de los trabajos anteriores".
En la última década, a medida que la secuenciación de nueva generación de las especies microbianas del intestino ha hecho que el análisis del microbioma sea más automatizado y consuma menos tiempo, varios estudios han examinado la relación entre determinadas especies de microbios del intestino y la salud mental. El eje intestino-cerebro se ha relacionado no sólo con el TEA, sino también con la ansiedad, la depresión y la esquizofrenia. La posibilidad de dirigirse a la microbiota es un área de investigación cada vez mayor para nuevos tratamientos.
En el estudio, publicado en la revista 'Cell', los investigadores analizaron muestras de heces de un total de 247 niños de entre 2 y 17 años. Las muestras se recogieron de 99 niños diagnosticados con TEA, 51 hermanos emparejados no diagnosticados y 97 niños no relacionados y no diagnosticados. Los sujetos incluidos en el análisis procedían del Biobanco Australiano de Autismo y del Proyecto Cerebro Gemelo Adolescente de Queensland.
Los investigadores analizaron las muestras mediante secuenciación metagenómica, que examina el genoma completo de las especies microbianas en lugar de códigos de barras genéticos cortos (como ocurre con el análisis 16S). También proporciona información a nivel de genes en lugar de sólo a nivel de especies, y proporciona una representación más precisa de la composición del microbioma que el análisis 16S, una técnica utilizada en muchos de los estudios anteriores que vinculan el microbioma con el autismo.
"También tuvimos en cuenta la dieta en todos nuestros análisis, junto con la edad y el sexo --explica la primera autora, Chloe Yap, estudiante de doctorado que trabaja con Gratten--. El microbioma se ve fuertemente afectado por el entorno, por lo que diseñamos nuestro estudio con dos grupos de comparación".
Basándose en su análisis, los investigadores encontraron pruebas limitadas de una asociación directa del autismo con el microbioma. Sin embargo, sí encontraron una asociación altamente significativa del autismo con la dieta y que el diagnóstico de autismo se asociaba con una dieta menos diversa y de peor calidad.
Además, las medidas psicométricas del grado de rasgos autistas (incluidos los intereses restringidos, las dificultades de comunicación social y la sensibilidad sensorial) y las puntuaciones poligénicas (que representan una representación genética) para el TEA y los comportamientos impulsivos/compulsivos/repetitivos también estaban relacionadas con una dieta menos diversa.
"En conjunto, los datos apoyan un modelo sorprendentemente simple e intuitivo, según el cual los rasgos relacionados con el autismo promueven preferencias dietéticas restringidas --señala Yap--. Esto, a su vez, conduce a una menor diversidad del microbioma y a unas heces más diarreicas".
Los investigadores reconocen varias limitaciones del trabajo actual. Una es que el diseño del estudio no puede descartar las contribuciones del microbioma antes del diagnóstico de TEA, ni la posibilidad de que los cambios relacionados con la dieta en el microbioma tengan un efecto de retroalimentación en el comportamiento.
Otra es que sólo pudieron tener en cuenta el posible efecto de los antibióticos en el microbioma excluyendo a los que tomaban estos medicamentos en el momento de la recogida de heces. Por último, no se dispone actualmente de conjuntos de datos comparables para confirmar los resultados.
"Esperamos que nuestros hallazgos animen a otros miembros de la comunidad de investigación del autismo a recopilar rutinariamente metadatos en los estudios "ómicos" para tener en cuenta importantes (pero a menudo infravalorados) factores de confusión potenciales, como la dieta --afirma Gratten--. Nuestros resultados también ponen el foco en la nutrición de los niños diagnosticados con autismo, que es un factor clínicamente importante (pero poco reconocido) que contribuye a la salud y el bienestar general".
Los investigadores planean generar nuevos datos en una muestra mayor para replicar sus hallazgos.