MADRID, 3 Oct. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio publicado en la revista 'Anales de la Sociedad Torácica Americana' ha refutado las afirmaciones que relacionan el uso de mascarillas con el envenenamiento por dióxido de carbono al atrapar el CO2. Así han negado que causen una sobreexposición a este gas, y tampoco tienen problemas los pacientes con enfermedades pulmonares.
Los investigadores evaluaron los problemas de intercambio de gases, es decir, los cambios en el nivel de oxígeno o los niveles de dióxido de carbono en personas sanas, así como en veteranos con enfermedad pulmonar obstructiva crónica o EPOC antes y durante el uso de las mascarillas quirúrgicas.
"Demostramos que los efectos son mínimos a lo sumo, incluso en personas con un deterioro pulmonar muy severo", explica el líder del estudio, Michael Campos, del Centro Médico de la Administración de Veteranos de Miami y la División de Medicina Pulmonar, Alergia, Cuidados Críticos y Sueño de la Universidad de Miami (Estados Unidos).
En cuanto a la sensación de falta de aliento que pueden experimentar algunas personas sanas, Campos detalla que "la disnea, la sensación de falta de aliento, sentida con mascarilla por algunos no es sinónimo de alteraciones en el intercambio de gases". "Probablemente se produce por la restricción del flujo de aire con la mascarilla, en particular cuando se necesita una mayor ventilación (por esfuerzo)".
Por ejemplo, si se camina a paso ligero por una pendiente, se puede experimentar una sensación de falta de aliento. Una mascarilla demasiado apretada también puede aumentar la sensación de falta de aliento. La solución es simplemente reducir la velocidad o quitarse la mascarilla si se está a una distancia segura de otras personas.
Campos ha destacado la importancia de usar una mascarilla para prevenir la infección por COVID-19. Si no se dispone de una mascarilla quirúrgica, se recomienda una de tela con al menos dos capas. Los pacientes con enfermedades pulmonares, en particular, deben evitar infectarse y deben usar una mascarilla facial, que, junto con el lavado de manos y el distanciamiento social, está demostrado que reduce el riesgo de infección por COVID-19.