MADRID, 16 Ago. (EUROPA PRESS) -
Diversos estudios han demostrado a lo largo de los años los numerosos beneficios de practicar ejercicio para las personas que han sufrido un ictus. Esta vez, uno impulsado por la Academia Americana de Neurología va más allá y demuestra que las personas que caminan al menos media hora al día (una tres o cuatro horas a la semana) después de sufrir un accidente cerebrovascular pueden tener hasta un 54 por ciento menos de riesgo de muerte por cualquier causa.
La investigación se publica en la edición 'online' de 'Neurology', la revista médica de la Academia Americana de Neurología. El estudio encontró el mayor beneficio para los supervivientes de accidentes cerebrovasculares más jóvenes. Cuando los menores de 75 años hacían al menos esa cantidad de ejercicio, su riesgo de muerte se reducía en un 80 por ciento.
"Es necesario comprender mejor el papel de la actividad física en la salud de las personas que sobreviven a un ictus para diseñar mejores terapias de ejercicio y campañas de salud pública, de modo que podamos ayudar a estas personas a vivir más tiempo", ha afirmado el autor del estudio, el doctor Raed A. Joundi, de la Universidad de Calgary (Canadá) y miembro de la Academia Americana de Neurología.
"Nuestros resultados son emocionantes, porque solo tres o cuatro horas semanales de caminata se asociaron con grandes reducciones en la mortalidad, y eso puede ser alcanzable para muchos miembros de la comunidad con accidente cerebrovascular previo", apunta. "Además, descubrimos que las personas lograron un beneficio aún mayor con caminar de seis a siete horas por semana", ha especificado, añadiendo que estos resultados podrían tener implicaciones en las directrices para los supervivientes de ictus en el futuro.
CASI 900 PERSONAS CON UNA EDAD MEDIA DE 72 AÑOS
El estudio analizó a 895 personas con una edad media de 72 años que habían sufrido un ictus anteriormente y a 97.805 personas con una edad media de 63 años que nunca habían sufrido un ictus.
La actividad física semanal media se evaluó a partir de preguntas sobre actividades como caminar, correr, trabajar en el jardín, hacer pesas, montar en bicicleta y nadar. Por ejemplo, se preguntó a las personas: "En los últimos tres meses, ¿cuántas veces caminó para hacer ejercicio? ¿Cuánto tiempo empleó en cada ocasión?". Los investigadores utilizaron la frecuencia y la duración de cada tipo de actividad física para calcular la cantidad de ejercicio. En relación con esto, una limitación del estudio es que las personas pueden no haber informado con exactitud de su cantidad de ejercicio.
Así, los autores del estudio siguieron a los participantes durante una media de unos cuatro años y medio. Después de tener en cuenta otros factores que podrían afectar al riesgo de muerte, como la edad y el tabaquismo, los investigadores descubrieron que el 25 por ciento de las personas que habían tenido accidentes cerebrovasculares previos murieron por cualquier causa, en comparación con el 6 por ciento de las personas que nunca habían tenido un accidente cerebrovascular.
En el grupo que había sufrido un ictus, el 15 por ciento de las personas que hacían el equivalente a tres o cuatro horas de paseo a la semana murieron durante el seguimiento, en comparación con el 33 por ciento que no hacía esa cantidad mínima de ejercicio. En el grupo de personas que nunca habían sufrido ictus, el 4 por ciento de las personas que hicieron esa cantidad de ejercicio murieron, frente al 8 por ciento que no lo hizo.
Los investigadores descubrieron la mayor reducción de la tasa de mortalidad entre las personas que habían tenido un ictus anterior pero tenían menos de 75 años. En ese grupo, el 11 por ciento de los que se ejercitaron al menos en la cantidad mínima murieron, en comparación con el 29 por ciento que no lo hicieron.
Así, las personas con un ictus previo que tenían menos de 75 años y cumplían el nivel mínimo de actividad física tenían un 80 por ciento menos de probabilidades de morir durante el seguimiento del estudio que las que no lo hacían. Las personas mayores de 75 años que realizaban el ejercicio mínimo experimentaron menos beneficios, pero seguían teniendo un 32 por ciento menos de probabilidades de morir.
"Nuestros resultados sugieren que realizar un mínimo de actividad física puede reducir la mortalidad a largo plazo por cualquier causa en los supervivientes de un ictus", ha expresado Joundi. "Deberíamos hacer especial hincapié en esto a los supervivientes de accidentes cerebrovasculares que son más jóvenes, ya que pueden obtener los mayores beneficios para la salud con solo caminar treinta minutos cada día", ha concluido.