MADRID, 1 Nov. (EDIZIONES) -
A muchos padres les da miedo abordar el tema de la muerte con sus hijos. No es un tema fácil, ni tampoco agradable. Además, ¿qué padre quiere ver cómo sufre su hijo? Ver a nuestros hijos tristes no es algo fácil de digerir, y nos cuesta mucho gestionarlo.
Pero hay que hablar de la muerte con nuestros pequeños, según defiende, la psicóloga y psicoterapeuta experta en trauma y educación emocional Milena González, aunque cueste porque, según argumenta, acompañar a nuestros hijos en el proceso de duelo, permitiéndoles expresar sus emociones y comprender la muerte como parte de la vida es esencial para su bienestar emocional y mental.
"La muerte es parte del ciclo de la vida, y siempre celebramos la vida, pero la muerte no, la hemos silenciado y dejado a un lado y esto es así porque genera miedo. No hablamos de ello por temor de que vamos a traumatizar a nuestros hijos y esto es un error", afirma en una entrevista con Infosalus.
Así, defiende que es un tema que puede tratarse desde que son muy pequeños, apenas los dos años, con ejemplos cotidianos del día a día. "No hay que pensar que por que tenga dos años y no hable bien no haya que decirle nada porque no lo va a entender. Si lo hacemos parte del día a día y se lo explicamos a través de lo cotidiano cuando muere una planta, o una mascota, por ejemplo, bajamos esos niveles de incertidumbre, les damos la información y evitamos que se genere ansiedad en los menores", señala.
Por ello, según insiste, la clave es hacer de la muerte parte del día a día, desde que son muy pequeños, y a través de lo cotidiano aunque, obviamente, siempre adaptando la información que se les aporte a su edad. Dice que entre los 6-11 años el pensamiento de los niños es "mágico, concreto y literal", ellos se crean unas historias sobre las cosas si nosotros no les hemos aportado la información.
EL PROBLEMA DE LA GUERRA
Por ejemplo, con el caso de la guerra de Ucrania o de Palestina subraya que son muchos los menores con temor a morir por la guerra, porque oyen cosas sobre la misma o la ven en los medios. Señala esta especialista en trauma que hay que aportarles la información de que la guerra está ahí, hay personas que están muriendo, pero asegurarles de que siempre que esté en nuestras manos nosotros vamos a protegerles y la guerra no va a llegar hasta nosotros porque estamos lejos, por ejemplo.
"Hay que trabajar para bajar esa incertidumbre, para que no se pongan en alerta y ahora mucho más. La educación emocional es como un idioma y si a mí, en mi infancia, no me enseñaron a hablar inglés se me va a hacer imposible el hacerlo, buscaré a un profesor para hacerlo", subraya.
De hecho, reitera que venimos de una cultura en la que la muerte se silencia, 'para eso habrá tiempo de hablar', y a muchos de nosotros no nos entrenaron para hablar de la muerte. "Entonces, cuando tengo un tema que no manejo y alrededor del cual ha habido tanto tabú, misterio, tantas ideas equivocadas, no tengo herramientas, y lo voy a silenciar porque no tengo cómo abordarlo", agrega.
TENDRÁ MÁS HERRAMIENTAS CUANDO LLEGUE LA OCASIÓN
Con ello, Milena González insiste en la importancia de "ponerle nombre a las cosas" y de hablar de la muerte cuando algo a nuestro alrededor así acontezca entre otros puntos, según defiende, porque si no el niño no sabrá hablar de la muerte, y cuando realmente tengamos que afrontar una de estas situaciones le generará más daño que la noticia del momento. Precisamente, acaba de publicar 'Guía familiar para abordar el duelo en la infancia' (Toromítico), en el que trata este asunto.
"Cuando no le permito a mi niño transitar esa tristeza, éste se quedará sin la oportunidad de entrenarse sobre cómo gestionar un conflicto. Nuestro deber no es rescatar a nuestros hijos de la tormenta, sino acompañarlos y aunque lloren. Ellos llevan su propio paraguas por la calle, como cada uno de nosotros el nuestro", señala, apuntando los siguientes consejos basados en su técnica del 'PVC':
P de Pronto: Cuanto más temprano hablemos de la muerte con nuestros hijos, ellos tendrán más recursos internos y externos para transitarla cuando llegue; aunque tenga dos años le puedo mostrar un pájaro muerto y decirle que ya no respira, no se mueve; mencionar la palabra 'muerte' desde pequeño, a través de las pequeñas cosas, y en la medida en la que el pequeño puede asimilarlo.
V de verdad: Es no hablar con eufemismos y metáforas; el pensamiento de los niños hasta los 8 años es que piensan de forma literal y concreta; si yo por ejemplo le digo que el abuelo no se ha muerto sino que se ha ido de viaje o se ha dormido, independientemente de la experiencia religiosa de cada uno, por ejemplo el niño puede empezar con trastornos del sueño y con miedo a dormirse, porque los niños hasta esa edad son literales; debemos contarles que el abuelo se murió y esto significa que su corazón no palpita más, que no puede escuchar ni ver, ni va a estar aquí con nosotros más, y aunque es duro y difícil para todos debemos mostrarles la realidad, que la muerte es irreversible.
La C, el hacerlo desde lo cotidiano y con la máxima claridad posible: Hablarle precisamente de que el abuelo ya no va a estar y generando esa anticipación, enseñarles con fotos por ejemplo cómo es un cementerio antes de ir, porque la anticipación baja los niveles de incertidumbre.
A de acompañamiento: Debemos acompañarles no solo en las emociones agradables sino también en las desagradables; le puedo contestar a todas las preguntas que tenga sobre el tema, y si no las sé, prometerles que las investigaré; tener esa paciencia en todas las preguntas dándoles el mensaje lo más claro posible y acorde a su edad.