MADRID, 24 Ene. (EUROPA PRESS) -
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y la Universidad de Victoria (Australia) ha demostrado que los niveles habituales de contaminación del tráfico pueden dañar la función cerebral humana en cuestión de horas.
Los resultados, publicados en la revista científica 'Environmental Health', muestran que sólo dos horas de exposición a los gases de escape de los motores diésel provocan una disminución de la conectividad funcional del cerebro, una medida de la capacidad del cerebro para funcionar.
El estudio proporciona la primera prueba en humanos, a partir de un experimento controlado, de la alteración de la conectividad de la red cerebral inducida por la contaminación atmosférica.
"Durante muchas décadas, los científicos pensaron que el cerebro podía estar protegido de los efectos nocivos de la contaminación atmosférica. Este estudio, el primero de este tipo en el mundo, aporta nuevas pruebas que apoyan una conexión entre la contaminación atmosférica y la cognición", ha explicado Chris Carlsten, autor principal del estudio.
Para el trabajo, los investigadores expusieron brevemente a 25 adultos sanos a gases de escape diésel y aire filtrado en diferentes momentos en un entorno de laboratorio. Se midió la actividad cerebral antes y después de cada exposición mediante resonancia magnética funcional (RMf).
Los investigadores analizaron los cambios en la red de modos por defecto (DMN) del cerebro, un conjunto de regiones cerebrales interconectadas que desempeñan un papel importante en la memoria y el pensamiento interno.
La IRMf reveló que los participantes presentaban una disminución de la conectividad funcional en amplias regiones de la DMN tras la exposición a los gases de escape del diésel, en comparación con el aire filtrado.
"Sabemos que la alteración de la conectividad funcional en la DMN se ha asociado a un menor rendimiento cognitivo y a síntomas de depresión, por lo que es preocupante ver que la contaminación del tráfico interrumpe estas mismas redes. Aunque se necesitan más investigaciones para comprender plenamente las repercusiones funcionales de estos cambios, es posible que perjudiquen el pensamiento o la capacidad de trabajo de las personas", ha detallado Jodie Gawryluk, profesora de psicología de la Universidad de Victoria y primera autora del estudio.
Los cambios en el cerebro fueron temporales y la conectividad de los participantes volvió a la normalidad tras la exposición. El doctor Carlsten especula que los efectos podrían ser duraderos cuando la exposición es continua.
Por ello, ha instado a la gente a ser consciente del aire que respira y tomar las medidas adecuadas para minimizar su exposición a contaminantes atmosféricos potencialmente nocivos, como los gases de escape de los coches.
"La gente debería pensárselo dos veces la próxima vez que se encuentre en un atasco con las ventanillas bajadas. Es importante asegurarse de que el filtro de aire del coche está en buen estado de funcionamiento, y si se va andando o en bicicleta por una calle muy transitada, considerar la posibilidad de desviarse a una ruta menos transitada", ha argumentado Carlsten.
Aunque en el estudio sólo se analizaron las repercusiones cognitivas de la contaminación derivada del tráfico, Carlsten afirma que es probable que otros productos de la combustión sean motivo de preocupación.
"La contaminación atmosférica se considera actualmente la mayor amenaza medioambiental para la salud humana y cada vez se observan más efectos en todos los sistemas orgánicos principales. Espero que la exposición a otros contaminantes atmosféricos, como el humo de los incendios forestales, tenga efectos similares en el cerebro. Con la creciente incidencia de trastornos neurocognitivos, es una consideración importante para los funcionarios de salud pública y los responsables políticos", ha remachado el investigador.