MADRID, 11 Jun. (EUROPA PRESS) -
Nueva evidencia sugiere que los efectos auditivos y vestibulares deben agregarse a la creciente lista de impactos fisiológicos del COVID-19, así lo ha asegurado Colleen Le Prell, de la Universidad de Texas durante la 180 Reunión de la Sociedad Estadounidense de Acústica, donde ha hablado sobre los trastornos de la audición y el equilibrio asociados con la infección por coronavirus y cómo el estrés y la ansiedad relacionados con la pandemia pueden agravar los síntomas del tinnitus.
Los factores que pueden intervenir en la relación entre COVID-19 y la audición son múltiples. Se sabe que el COVID-19 tiene efectos inflamatorios, incluso en el tejido neurológico, lo que puede agravar otros problemas. "La inflamación puede dañar las vías auditivas y vestibulares del sistema nervioso periférico y central, al igual que daña las vías del olfato y el gusto, y otros sistemas neuronales", afirma Le Prell.
Además de las nuevas lesiones, hay varios estudios que sugieren que la ansiedad mental causada por la pandemia, como el estrés relacionado con el cierre y la preocupación por los efectos negativos de las máscaras en la audibilidad y la accesibilidad de la comunicación, puede magnificar los impactos auditivos del virus. Esto es especialmente cierto para las personas que ya tenían tinnitus antes de la pandemia.
"El aumento de la molestia del tinnitus se asoció con informes de soledad relacionada con la pandemia, problemas de sueño, ansiedad, depresión, irritabilidad y preocupaciones financieras --explica Le Prell--. En otras palabras, los participantes que experimentaron un aumento general del estrés informaron de que su tinnitus era más molesto que antes de la pandemia".
Algunos de los primeros tratamientos experimentales, como la cloroquina y la hidroxicloroquina (que no están recomendadas por los Institutos Nacionales de Salud), también pueden tener efectos secundarios auditivos, sobre todo en pacientes con problemas renales.
"Cuando los riñones no funcionan correctamente, el fármaco puede no ser metabolizado y eliminado del organismo con la misma rapidez, lo que puede aumentar las concentraciones fisiológicas del fármaco y el riesgo de efectos secundarios --señala Le Prell--. La edad avanzada suele ir acompañada de una disminución de la función renal, y el COVID-19 puede causar disfunción renal, lo que aumenta el riesgo de que un paciente al que se le administre una terapia experimental para el COVID-19 corra el riesgo de sufrir ototoxicidad".