MADRID, 29 Sep. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación presentada en la reunión anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) ha estudiado si el COVID-19 es más mortal para algunas personas con diabetes que para otras y ha descubierto que la diabetes de tipo 2 se asocia a un mayor riesgo de mortalidad en los pacientes hospitalizados por COVID que la diabetes de tipo 1.
La combinación de una edad avanzada y una proteína C reactiva (PCR) elevada también se relacionó con un mayor riesgo de muerte y las personas más jóvenes (menores de 70 años) con enfermedad renal crónica, una complicación habitual de la diabetes a largo plazo, también tenían una mayor probabilidad de morir. El IMC, sin embargo, no estaba relacionado con la supervivencia.
Esta información ha sido utilizada por los investigadores para crear un modelo sencillo que puede servir para predecir qué pacientes tienen más riesgo de morir.
Aunque las personas con diabetes no tienen más probabilidades de contraer COVID-19 que otras, sí tienen más probabilidades de enfermar gravemente si la contraen. Sin embargo, no estaba claro si ciertas características hacían que algunas personas con diabetes tuvieran un mayor riesgo de enfermedad grave y muerte que otras.
El estudio ACCREDIT, realizado por el doctor Daniel Kevin Llanera y la doctora Rebekah Wilmington, del Countess of Chester NHS Foundation Trust (Reino Unido), y sus colegas, buscó la relación entre una serie de características clínicas y bioquímicas y el riesgo de mortalidad en los siete días siguientes al ingreso en el hospital de los pacientes diabéticos COVID-19.
Los 1.004 pacientes de siete hospitales del noroeste de Inglaterra tenían una edad media de 74,1 años. La mayoría (60,7%) eran hombres y el 45% vivía en zonas clasificadas como las más desfavorecidas del Reino Unido (según el Índice de Privación Múltiple del gobierno).
La mediana del IMC era de 27,6 y el 56,2% tenía complicaciones macrovasculares de la diabetes (por ejemplo, infarto de miocardio o accidente cerebrovascular) y el 49,6% tenía complicaciones microvasculares (por ejemplo, neuropatía o retinopatía).
El 7,5% fueron ingresados en cuidados intensivos y el 24% murieron en los siete días siguientes al ingreso en el hospital. La mayor privación socioeconómica y la mayor edad de los pacientes estudiados pueden ayudar a explicar por qué la mortalidad a los siete días fue mayor que en otros estudios, dice el doctor Llanera. Sin embargo, se necesitan más investigaciones para confirmarlo.
Aproximadamente uno de cada diez pacientes (9,8%) necesitó infusiones de insulina, lo que significa que se les cambió de otros tratamientos a la insulina intravenosa para controlar mejor su nivel de azúcar en sangre.
Los análisis mostraron que los pacientes con diabetes de tipo 2 tenían 2,5 veces más probabilidades de morir en los siete días siguientes al ingreso que los que tenían otros tipos de diabetes. Los autores del estudio afirman que esto puede deberse a que la diabetes de tipo 2 suele darse en personas mayores y puede ir acompañada de otros problemas de salud de larga duración, lo que les hace correr un mayor riesgo de sufrir peores resultados.
Sin embargo, los que se sometieron a infusiones de insulina tuvieron la mitad de probabilidades de morir que los que no necesitaron insulina intravenosa. Los autores del estudio afirman que esto puede ser un indicio de que un mejor control de la glucemia puede mejorar los resultados en pacientes con COVID grave y diabetes.
El riesgo de muerte también fue mayor entre los menores de 70 años con enfermedad renal crónica. Tenían 2,74 veces más probabilidades de morir que los menores de 70 años sin enfermedad renal crónica.
El doctor Llanera recuerda que, "según varios estudios, los pacientes con enfermedad renal diabética presentan un estado proinflamatorio crónico y una desregulación inmunitaria, lo que dificulta la "lucha" contra el virus en comparación con alguien que tiene un sistema inmunitario que funciona correctamente".
"Además --prosigue--, los receptores ACE2 están regulados al alza en los riñones de los pacientes con enfermedad renal diabética. Se trata de moléculas que facilitan la entrada del SARS-COV-2 en las células. Esto puede conducir a un ataque directo de los riñones por parte del virus, lo que posiblemente conduzca a peores resultados generales".
La combinación de edad avanzada y PCR elevada (un marcador de inflamación) se relacionó con un riesgo de muerte más de tres veces superior (3,44) al séptimo día. Los autores del estudio afirman que una PCR elevada se correlaciona con un alto grado de inflamación, que puede acabar provocando un fallo orgánico.
Los datos han servido para crear un modelo que, si se aplica a un paciente con características demográficas similares, puede predecir un mayor riesgo de muerte en 7 días utilizando sólo la edad y la PCR como variables.
El doctor Llanera afirma que "ambas variables están fácilmente disponibles durante el ingreso en el hospital. Esto significa que podemos identificar fácilmente a los pacientes en las primeras fases de su estancia en el hospital que probablemente requerirán intervenciones más agresivas para intentar mejorar la supervivencia".
A diferencia de algunos estudios anteriores, el IMC y la HbA1c (nivel medio de azúcar en sangre) no se asociaron a la muerte. Tampoco se observó ninguna asociación significativa con las complicaciones de la diabetes, aparte de la enfermedad renal crónica, ni con el uso de inhibidores de la ECA y bloqueadores de los receptores de la angiotensina (ARA), tipos de medicamentos para la presión arterial.
La proporción de pacientes (9,8%) que pasaron a recibir infusiones de insulina es superior a la cifra típica del 8%, lo que sugiere que los pacientes de Covid requieren mayores niveles de aportación de los equipos de diabetes de los pacientes hospitalizados.
Llanera concluye que, "para ayudar a nuestros pacientes con diabetes a sobrevivir a esta pandemia, era necesario explorar más a fondo qué es lo que les hace correr el riesgo de tener peores resultados. Estos resultados permitirán a otros investigadores y clínicos averiguar cómo podemos intervenir mejor, lo que nos permitirá ofrecer a nuestros pacientes el tratamiento más adecuado".