¿Por qué el COVID persistente puede causar dolor?

Archivo - Fibromialgia, covid persistente. Mujer en la consulta del médico.
Archivo - Fibromialgia, covid persistente. Mujer en la consulta del médico. - ECLIPSE_IMAGES/ ISTOCK - Archivo
Publicado: martes, 5 abril 2022 8:04

MADRID 5 Abr. (EUROPA PRESS) -

Un nuevo estudio en animales ha aportado importantes datos sobre cómo el virus SARS-CoV-2 puede provocar dolor a largo plazo. Los nuevos hallazgos también apuntan a una posible terapia para el dolor relacionado con el COVID-19, según ha asegurado sus autores en la reunión anual de la Sociedad Americana de Farmacología y Terapéutica Experimental durante la reunión de Biología Experimental (EB) 2022, que se celebrará en Filadelfia (Estados Unidos).

"Un número importante de personas que padecen COVID-19 de larga duración experimentan anomalías sensoriales, entre las que se incluyen diversas formas de dolor --explica Randal (Alex) Serafini, candidato a doctor en medicina de la Facultad de Medicina Icahn del Monte Sinaí de Nueva York (Estados Unidos)--. Utilizamos la secuenciación del ARN para obtener una instantánea de los cambios bioquímicos que el SARS-CoV-2 desencadena en una estructura transmisora del dolor llamada ganglios de la raíz dorsal".

Usando un modelo de hámster de infección por el SARS-CoV-2, los investigadores descubrieron que la infección dejaba una firma de expresión génica en los ganglios de la raíz dorsal que permanecía incluso después de la eliminación del virus. La firma coincidía con los patrones de expresión génica observados en el dolor causado por otras afecciones.

"Nuestros hallazgos podrían conducir potencialmente a nuevas terapias para los pacientes que sufren de COVID agudo y largo, así como otras condiciones de dolor --asegura Serafini--. Nuestro estudio también muestra que el SARS-CoV-2 causa efectos a largo plazo en el cuerpo de formas drásticamente nuevas, lo que subraya aún más por qué la gente debe tratar de evitar infectarse".

En los experimentos se utilizó un modelo de hámster de infección intranasal por COVID-19 que refleja fielmente los síntomas experimentados por las personas. Los investigadores observaron que los hámsters infectados por el SARS-CoV-2 mostraban una ligera hipersensibilidad al tacto al principio de la infección, que se agravaba con el tiempo, hasta los 30 días. A continuación, realizaron experimentos similares con el virus de la gripe A para determinar si otros virus de ARN promueven respuestas similares.

A diferencia del SARS-CoV-2, la gripe A provocó una hipersensibilidad temprana que era más grave pero que se desvanecía a los cuatro días de la infección. El análisis de los patrones de expresión génica en los ganglios de la raíz dorsal reveló que el SARS-CoV-2 causó un cambio más prominente en los niveles de expresión de los genes implicados en los procesos de señalización específicos de las neuronas en comparación con la gripe.

Otros experimentos demostraron que, cuatro semanas después de recuperarse de la infección viral, los hámsters infectados por la gripe no presentaban signos de hipersensibilidad a largo plazo, mientras que los hámsters infectados por el SARS-CoV-2 mostraban un empeoramiento de la hipersensibilidad, que reflejaba un dolor crónico.

Los hámsters que se habían recuperado del SARS-CoV-2 presentaban firmas de expresión génica similares a las observadas en los ganglios de la raíz dorsal de ratones afectados por el dolor inducido por la inflamación o la lesión nerviosa.

Para profundizar en la maquinaria molecular asociada a la alteración de la sensibilidad en los hámsters infectados por el SARS-CoV-2, los investigadores aplicaron análisis bioinformáticos a los datos de expresión génica que habían obtenido. El análisis predijo que el SARS-CoV-2 regula a la baja la actividad de varios reguladores del dolor previamente identificados y de una proteína llamada factor de unión al potenciador de la interleucina 3 (ILF3).

Esta regulación a la baja se produce en momentos en que los comportamientos de dolor en los hámsters infectados por el SARS-CoV-2 eran muy leves, a pesar de la fuerte inflamación sistémica. En cambio, la hipersensibilidad inducida por la gripe A era grave en esos momentos. La ILF3 aún no se ha estudiado en el contexto del dolor, pero es un potente regulador del cáncer.

A partir de estos resultados, los investigadores plantearon la hipótesis de que imitar los efectos agudos de la ILF3 podría servir como una nueva estrategia de tratamiento del dolor. Para comprobar esta predicción, los investigadores administraron un fármaco anticanceroso clínicamente probado que inhibe la actividad de la ILF3. Comprobaron que, efectivamente, era muy eficaz para tratar el dolor en un modelo de ratón de inflamación localizada.

"Creemos que los candidatos terapéuticos derivados de nuestros datos de expresión génica, como los inhibidores de ILF3, podrían dirigirse a los mecanismos del dolor específicos de los pacientes con COVID, tanto de forma aguda como crónica", afirma Serafini.

"Curiosamente, vimos que algunas proteínas asociadas al cáncer aparecían como objetivos previstos para el dolor, lo cual es emocionante porque ya se han desarrollado muchos fármacos para actuar contra algunas de estas proteínas y se han probado clínicamente --añade--. Si podemos reutilizar estos fármacos, se podrían reducir drásticamente los plazos de desarrollo terapéutico".

Los investigadores están trabajando ahora en la identificación de otros compuestos que puedan ser reutilizados y en la búsqueda de nuevos compuestos que puedan inhibir la actividad de la ILF3.