MADRID, 24 Sep. (EDIZIONES) -
Todas las personas emitimos feromonas, desde los bebés, hasta los adultos. Se trata de una sustancia olorosa que permite transmitir un mensaje entre individuos de la misma especie. Es más, estas sustancias químicas que libera el individuo de una especie son capaces de desencadenar determinados comportamientos o procesos en otros miembros de esa misma especie.
Así lo explica a Infosalus en una entrevista el referente en el estudio del olfato Bill Hansson, director del Instituto Max Planck de Ecología Química en Jena (Alemania), y exvicepresidente de la Sociedad Max Planck.
"Las feromonas son mensajeros químicos dentro de una especie (compárese con las hormonas, mensajeros químicos dentro del individuo). Por supuesto que existen en muchos animales y también en humanos. Todo el mundo envía muchos olores. Somos el simio apestoso, uno de los animales que más olor emite", destaca este experto.
A su vez, pone el ejemplo de las perras, ya que cuando están en celo emiten una señal olorosa para llamar a todos los machos de su entorno; y recuerda que ya los griegos especulaban con la posibilidad de que las perras en celo secretaran sustancias para atraer a los machos.
EL DESEO SEXUAL
Entre otras de sus 'bondades', las feromonas explica que pueden despertar el deseo sexual, pero también desencadenan otras reacciones imprescindibles para la supervivencia de numerosas especies, como la agresión, el instinto maternal, las alertas o el comportamiento territorial.
"Los científicos han realizado enormes esfuerzos para tratar de demostrar la existencia de elementos activadores de las feromonas en el ser humano, especialmente aquellos que provocan efectos diferentes en los hombres y en las mujeres y desencadenan una reacción fisiológica masculina o femenina en la que participan nuestros órganos reproductivos", señala.
EL CASO DE LAS MADRES
Los bebés empiezan a succionar cuando perciben el olor que emiten las areolas de cualquier mujer que dé el pecho, según cuenta: "Parece que el aroma que exhala la piel de alrededor de los pezones de las mujeres que dan el pecho desencadena en los recién nacidos un mecanismo de supervivencia, concretamente el reflejo de succión".
Así, mantiene que los bebés huelen las feromonas emitidas por el pecho de la madre, pero al mismo tiempo, la madre aprende el olor que emite el bebé. "Todo el mundo emite feromonas", insiste Hansson, quien acaba de publicar 'Cuestión de olfato' (Crítica), donde aborda ampliamente estas cuestiones.
Pero no queda ahí la cosa porque afirma que un perro o un caballo son capaces de detectar, y gracias a las feromonas, que una mujer está embarazada: "Al menos son capaces de diferenciar entre una mujer que está embarazada y otra que no lo está, de la misma forma que son capaces de oler el cáncer o incluso el ánimo de la persona".