MADRID 8 Jun. (EUROPA PRESS) -
Cuidarse en los cambios de temperatura que debilitan las defensas y propician aumento de virus o bacterias y no acostarse inmediatamente después de las comidas o cenas ayuda a evitar el reflujo gastroesofágico, las alergias y, por consiguiente, previene la aparición del dolor de garganta.
Y es que, las infecciones víricas, bacterianas y alérgicas son las causantes de los dolores de garganta en primavera y en invierno debido al frío y a los cambios de temperatura que producen una disminución de las defensas.
"El dolor de garganta por virus, tiene más prevalencia que la faringitis bacteriana y es más común durante el invierno y la primavera. Durante los meses fríos las personas permanecen más tiempo en habitaciones poco ventiladas y cuando llega la primavera los constantes cambios de temperatura propician que los virus de la gripe hagan estragos", comenta el otorrinolaringólogo del Hospital USP San Camilo de Madrid, Carlos Barajas del Rosal.
Asimismo, este experto recuerda que en la primavera se añaden a estas causas las reacciones alérgicas. "La garganta sufre en primavera algo más de lo normal debido a los pólenes en suspensión en el ambiente. Aunque no seamos alérgicos, nos producen irritación", detalla.
ORIGEN Y DIAGNÓSTICO
En concreto, la faringitis infecciosa bacteriana tiene como germen causante más frecuente el estreptococo beta hemolíticos del grupo A y se denomina amigdalitis estreptocócica. "La amigdalitis estreptocócica es más común en invierno y a comienzos de la primavera. Otras bacterias menos comunes que causan dolores de garganta son corynebacterium, neisseria catharralis y haemophilus influenzae", afirma este experto.
En cuanto a los síntomas más comunes de la faringitis, el otorrinolaringólogo ha destacado el dolor de garganta al tragar, que puede llegar a ser continuo, y el picor, que puede producir tos y, si se extiende hace laringe, disfonía.
Por su parte, el diagnóstico pasa por una faringoscopia o examen de la cavidad de la faringe con un faringoscopio de luz blanca y depresor de lengua y una laringoscopia para poder ver bien la parte inferior de la faringe.
Además, el tratamiento de la faringitis depende de la causa o etiología, pero, en líneas generales, las víricas se combaten con tratamiento sintomático; las bacterianas, con antibióticos; las alérgicas, con tratamiento antialérgico y desensibilización; y el reflujo gastroesofágico, con fármacos protectores del estómago, que en estos casos se transforman en protectores faríngeos.