MADRID 7 Ago. (EUROPA PRESS) -
Los investigadores han demostrado por primera vez que un consumo elevado de azúcares añadidos probablemente debería añadirse a la lista de factores de riesgo de cálculos renales, según un estudio observacional publicado en la revista 'Frontiers in Nutrition', si bien aún se desconocen los mecanismos de esta relación y si es directamente causal.
Los azúcares añadidos están presentes en muchos alimentos procesados, pero son especialmente abundantes en los refrescos azucarados, las bebidas de frutas, los dulces, los helados, los pasteles y las galletas.
Entre el 7% y el 15% de los norteamericanos, entre el 5% y el 9% de los europeos y entre el 1% y el 5% de los asiáticos padecen cálculos renales. Los síntomas más comunes son dolor intenso, náuseas, vómitos, fiebre, escalofríos y orina con sangre. Pero no sólo reducen la calidad de vida: a largo plazo, pueden provocar infecciones, inflamación de los riñones (hidronefrosis), insuficiencia renal y enfermedad renal terminal.
Los factores de riesgo conocidos para desarrollar cálculos renales incluyen ser varón adulto, la obesidad, la diarrea crónica, la deshidratación y padecer enfermedad inflamatoria intestinal, diabetes o gota.
"El nuestro es el primer estudio que señala una relación entre el consumo de azúcares añadidos y los cálculos renales --afirma el autor principal, el doctor Shan Yin, investigador del Hospital Afiliado de la Facultad de Medicina del Norte de Sichuan, en Nanchong (China)--. Sugiere que limitar el consumo de azúcar añadido puede ayudar a prevenir la formación de cálculos renales".
Yin y sus colegas analizaron los datos epidemiológicos de 28.303 mujeres y hombres adultos, recogidos entre 2007 y 2018 dentro de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición de Estados Unidos (NHANES). Los participantes autoinformaron si tenían antecedentes de cálculos renales.
La ingesta diaria de azúcares añadidos de cada participante se estimó a partir del recuerdo de su consumo más reciente de alimentos y bebidas, proporcionado dos veces: una en una entrevista cara a cara y otra en una entrevista telefónica entre tres y 10 días después. Por ejemplo, se preguntó a los participantes si habían consumido jarabes, miel, dextrosa, fructosa o azúcar puro durante las últimas 24 horas.
Cada participante recibió también una puntuación del índice de alimentación saludable (IES-2015), que resume su dieta en términos de adecuación de componentes dietéticos beneficiosos, como frutas, verduras y cereales integrales, y moderación de alimentos potencialmente perjudiciales, por ejemplo cereales refinados, sodio y grasas saturadas.
Los investigadores ajustaron las probabilidades de desarrollar cálculos renales por año durante el ensayo en función de una serie de factores explicativos. Entre ellos figuraban el sexo, la edad, la raza o etnia, los ingresos relativos, el IMC, la puntuación HEI-2015, el hábito de fumar y si los participantes tenían antecedentes de diabetes.
Al inicio del estudio, los participantes con una mayor ingesta de azúcares añadidos tendían a tener una mayor prevalencia actual de cálculos renales, una menor puntuación en el IES y un menor nivel educativo. La ingesta media global de azúcares añadidos fue de 272,1 calorías al día, lo que corresponde al 13,2% de la ingesta energética diaria total.
Los investigadores demostraron que, tras ajustar por estos factores, el porcentaje de ingesta energética procedente de azúcares añadidos se correlacionaba positiva y sistemáticamente con los cálculos renales. Por ejemplo, los participantes cuya ingesta de azúcares añadidos se situaba entre el 25% más alto de la población tenían un 39% más de probabilidades de desarrollar cálculos renales a lo largo del estudio.
Del mismo modo, los participantes que obtenían más del 25% de su energía total de azúcares añadidos tenían un 88% más de probabilidades que los que obtenían menos del 5% de su energía total de azúcares añadidos.
Los resultados también indicaron que los participantes de "otras" etnias --por ejemplo, nativos americanos o asiáticos-- tenían más probabilidades de desarrollar cálculos renales cuando se exponían a cantidades de azúcares añadidos superiores a la media que los mexicano-americanos, otros hispanos, blancos no hispanos y negros no hispanos.
Las personas con un mayor Índice de Pobreza e Ingresos (PIR, es decir, la relación entre sus ingresos y el nivel federal de pobreza) tenían más probabilidades de desarrollar cálculos renales cuando se exponían a más azúcares añadidos que las personas con un nivel de pobreza igual o ligeramente superior.
Aún se desconocen los mecanismos de la relación entre el consumo de más azúcares añadidos y un mayor riesgo de desarrollar cálculos renales, señalan los autores. Al tratarse de un ensayo observacional no controlado, aún no puede descartarse que factores de confusión desconocidos puedan impulsar esta asociación.
"Se necesitan más estudios para explorar en detalle la asociación entre el azúcar añadido y diversas enfermedades o condiciones patológicas --advierte Yin.-- Por ejemplo, ¿qué tipos de cálculos renales están más asociados al consumo de azúcar añadido? ¿Cuánto deberíamos reducir el consumo de azúcares añadidos para disminuir el riesgo de formación de cálculos renales? No obstante, nuestros hallazgos ya ofrecen información valiosa para los responsables de la toma de decisiones".