MADRID, 11 Mar. (EUROPA PRESS) -
Para decidir qué hacer, necesitamos saber si nuestras acciones importan, y cuanto antes, mejor. Pero averiguar si tenemos control sobre una situación no es sólo una cuestión de ensayo y error. Nuestra capacidad para hacerlo está fuertemente influenciada por factores internos, sobre todo por nuestro estado mental, explican los investigadores. Los niveles elevados de estrés, ansiedad y depresión merman la sensación de control de las personas, haciéndoles creer a menudo que sus acciones no importan, incluso cuando sí lo hacen.
Los científicos llevan décadas investigando cómo funciona este complejo proceso cognitivo. Sin embargo, debido a confusiones conceptuales y metodológicas, los avances han sido lentos. En el nuevo estudio investigadores de la Fundación Champalimaud de Portugal y del Instituto Donders para el Cerebro, la Cognición y el Comportamiento de los Países Bajos, presentan un avance en este campo.
Los científicos han descubierto descubren que la sensación subjetiva de control cuando se toman decisiones surge de la competencia entre dos procesos de aprendizaje paralelos, según publican en la revista 'Nature Human Behaviour'.
"El mecanismo que hemos descubierto no se había tenido en cuenta antes, pero hemos reunido amplias pruebas -desde el comportamiento hasta la actividad neuronal- que sugieren firmemente que así es como el cerebro calcula la controlabilidad", afirma el autor principal del estudio, Romain Ligneul, investigador postdoctoral de la Fundación Champalimaud.
Para determinar cómo calcula el cerebro la capacidad de control, el equipo tuvo que diseñar primero el experimento adecuado. "Para dar una idea intuitiva de cómo funciona nuestra tarea, me gusta utilizar una metáfora --apunta Ligneul--. Imagina que caminas por una casa de realidad virtual en la que cada habitación tiene dos puertas que a veces cambian de color".
El equipo diseñó diferentes casas que parecen idénticas, pero tienen una diferencia clave: pueden ser controlables o no. En las "casas controlables", el color de la puerta determina a qué habitación conduce. Una vez aprendidas las asociaciones correctas entre el color de la puerta y las habitaciones, se puede elegir a dónde ir después. En cambio, en las "casas incontrolables", la secuencia de habitaciones es fija. Así, por ejemplo, si estás en la cocina, cualquiera de las dos puertas te llevaría al baño, lo que hace que tus elecciones no tengan sentido.
"Como las casas se parecen, podemos cambiar a los participantes entre las casas controlables y las incontrolables sin que lo sepan --prosigue--. Luego, les dejamos explorar un poco la casa antes de preguntarles: "¿qué habitación se encuentra detrás de cualquiera de las dos puertas que tienes delante?".
Cuando surge la pregunta, es posible que aún no hayan captado del todo lo que ocurre. Sobre todo porque, de vez en cuando, el algoritmo confunde a los sujetos cambiando las asociaciones puerta-sala. "Aun así, la respuesta revelará lo que te dice tu intuición --continúa--. Si sientes que no tienes control, dirías que ambas puertas llevan a la misma habitación. Sin embargo, si sientes que tus elecciones son importantes, especificarías una habitación diferente para cada puerta".
Con este ingenioso diseño experimental, el equipo había descubierto un nuevo mecanismo que explica cómo el cerebro estima la capacidad de control. "Descubrimos que hay dos procesos de aprendizaje que ocurren en paralelo: el del actor y el del espectador. El cerebro vigila y compara continuamente estos dos procesos para determinar cuál es mejor para hacer predicciones", explica Zachary Mainen, investigador principal de la Fundación Champalimaud y coautor del estudio.
"Un partido de tenis es un buen ejemplo de cómo funcionan los sistemas --añade Ligneul--. El sistema actor sería dominante cuando te toca servir, porque tu cerebro necesita calcular qué acciones generarían la mejor trayectoria. Sin embargo, si estás en posición de devolución, no puedes hacer nada para determinar dónde caerá la pelota. Así que en ese caso, tu cerebro optaría por el sistema del espectador para que estés preparado cuando la pelota venga hacia ti".
El novedoso modelo de aprendizaje del equipo obtuvo más apoyo cuando añadieron el estrés a la ecuación. "Al igual que la ansiedad y la depresión, se sabe que la exposición a factores de estrés incontrolables provoca ilusiones de falta de control --apunta Ligneul--. Por lo tanto, razonamos que si nuestro modelo era realmente correcto, entonces exponer a los participantes a tales estresores antes de la tarea debería inclinar la balanza hacia el sistema del espectador".
La prueba de estrés confirmó su hipótesis. Los participantes que recibieron una serie de leves descargas eléctricas incontrolables tendieron a adoptar la posición del espectador. Y cuanto más alto era su nivel de estrés general de partida, más eficaz era la manipulación. Por otra parte, aunque recibieron efectivamente el mismo número de descargas, los participantes que podían tomar medidas para evitar las descargas aplicaban mejor el modelo de actor.
Pero se preguntaban por qué estas experiencias tempranas influyen en la percepción de controlabilidad de las personas más adelante, y según Ligneul, hay dos hipótesis. La primera es que los niveles de estrés elevados pueden desencadenar procesos emocionales que perjudican el rendimiento en las tareas cognitivas. La otra, que considera más probable, es que en realidad estén siendo racionales. "Su experiencia les ha enseñado que el mundo es incontrolable. Por eso, cuando se enfrentan a una nueva situación, esta suposición previa guía sus predicciones y su proceso de toma de decisiones", sugiere.
En la última parte del estudio, los científicos investigaron la base neural de este mecanismo. Esta vez, los participantes realizaron la tarea dentro de un escáner de resonancia magnética que recogía imágenes de su actividad cerebral en tiempo real. Gracias a este método, el equipo localizó varias áreas cerebrales clave.
"Encontramos ciertas estructuras cerebrales que codifican señales relacionadas con el proceso de aprendizaje del actor y otras que codifican ambos procesos. Esto significa que el cerebro puede comparar estas diferentes fuentes en un momento dado para estimar la capacidad de control", explica Lignuel.
"¿Es sorprendente que la misma zona del cerebro represente ambos procesos? En absoluto --responde Ligneul--. Dado que los dos procesos deben compararse continuamente, la colocalización ayudaría a garantizar que la comparación pueda producirse rápidamente".
Armado con esta serie de conocimientos, el equipo planea una serie de estudios de seguimiento. "Nuestros hallazgos tienen amplias implicaciones en diversos campos --resalta Ligneul--. Nos entusiasma investigar cómo evoluciona este mecanismo con la edad y cómo le afectan diversos factores, como crecer en un entorno estresante. Además, estamos deseando explorar este mecanismo en el contexto de los trastornos mentales".
"Creemos que este enfoque arrojará luz sobre por qué la depresión provoca ilusiones de falta de control y cómo funcionan los fármacos psiquiátricos, que son cuestiones muy abiertas", concluye.