MADRID, 6 Abr. (EUROPA PRESS) -
Los hombres y las mujeres cuyas madres experimentaron acontecimientos estresantes durante el embarazo regulan el estrés de forma diferente en el cerebro 45 años después, según demuestran los resultados de un estudio a largo plazo publicado en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS).
En una muestra única de 40 hombres y 40 mujeres que fueron seguidos desde el vientre materno hasta la mitad de la década de los cuarenta, el estudio de imágenes cerebrales demostró que la exposición durante el desarrollo fetal a sustancias naturales que promueven la inflamación, llamadas citoquinas, producidas por las madres en situaciones de estrés negativo, da lugar a diferencias asociadas al sexo en la forma en que el cerebro adulto responde a situaciones de estrés negativo más de 45 años después del nacimiento, informa Jill M. Goldstein, fundadora y directora ejecutiva del Centro de Innovación sobre Diferencias Sexuales en Medicina (ICON) del Hospital General de Massachusetts (MGH) y sus coautores.
Los investigadores descubrieron que los niveles anormales de citoquinas proinflamatorias producidas en las madres durante el embarazo y el equilibrio entre citoquinas proinflamatorias y antiinflamatorias afectan a las diferencias de desarrollo cerebral por sexo en su descendencia, que se mantienen durante toda la vida.
"Sabemos que los principales trastornos psiquiátricos, como la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, tienen sus raíces en el desarrollo fetal. También sabemos que estos trastornos se asocian a anomalías en los circuitos cerebrales que regulan el estrés, circuitos que están íntimamente ligados a la regulación de nuestro sistema inmunitario", afirma Goldstein, profesor de Psiquiatría y Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard.
"Dado que el circuito del estrés está formado por regiones que se desarrollan de forma diferente en el cerebro masculino y femenino durante determinados periodos de la gestación y que funcionan de forma diferente a lo largo de la vida --prosigue--, nuestra hipótesis era que la desregulación de este circuito en el desarrollo prenatal tendría un impacto diferencial duradero en el cerebro masculino y femenino de las personas con estos trastornos. Nos interesaba especialmente el papel del sistema inmunitario, en el que algunas anomalías son comunes a estos trastornos", añade.
Goldstein y sus colegas utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional, que miden la actividad cerebral mostrando las diferencias en el flujo sanguíneo dentro y entre las diferentes áreas del cerebro. Los investigadores descubrieron que la exposición a citoquinas proinflamatorias en el útero estaba asociada a diferencias de sexo en el modo en que las áreas del cerebro se activan y se comunican entre sí en condiciones de estrés negativo en la mediana edad.
Por ejemplo, descubrieron que, en ambos sexos, los niveles maternos más bajos de factor de necrosis tumoral alfa (TNFalfa), una citoquina proinflamatoria, estaban significativamente asociados a una mayor actividad en el hipotálamo, una región del cerebro que, entre otras funciones, coordina la actividad cerebral que regula la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol.
Por el contrario, los niveles más bajos de TNFalfa también se asociaron con una comunicación más activa entre el hipotálamo y el cíngulo anterior sólo en los hombres. El cíngulo anterior es una zona del cerebro asociada al control de los impulsos y las emociones.
Sólo en las mujeres, una mayor exposición prenatal a la interleucina 6, otra citoquina inflamatoria, se asoció con mayores niveles de actividad en el hipocampo, una región cerebral importante para el control inhibitorio de la excitación.
Por último, descubrieron que la relación entre el TNFalfa y la citoquina antiinflamatoria interleucina-10 se asociaba con efectos dependientes del sexo en la actividad del hipotálamo y su comunicación con el hipocampo, que proporciona un control inhibitorio de la excitación en el hipotálamo bajo estrés.
"Dado que estos trastornos psiquiátricos se desarrollan de forma diferente en el cerebro masculino y en el femenino, deberíamos pensar en objetivos dependientes del sexo para la intervención terapéutica temprana y la prevención", dice Goldstein.