El estrés en la infancia pone en riesgo la capacidad de conectar con los demás de adulto

Archivo - Niño con estrés
Archivo - Niño con estrés - SKYNESHER/ ISTOCK - Archivo
Publicado: lunes, 17 febrero 2025 8:04

MADRID 17 Feb. (EUROPA PRESS) -

Neurocientíficos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts (Estados Unidos) han descubierto nuevos motivos para pensar que las experiencias previas influyen en los comportamientos futuros. Los experimentos realizados con ratones revelan que la historia personal, especialmente los acontecimientos estresantes, influyen en la forma en que el cerebro procesa si algo es positivo o negativo.

Estos cálculos, en última instancia, afectan a la motivación de un roedor para buscar la interacción social u otro tipo de recompensas. En un artículo publicado en el 'Journal of Neuroscience' los investigadores demuestran que la interferencia con los circuitos neuronales responsables de las decisiones emocionales puede aumentar o disminuir las conductas de evitación social en ratones. Además, lo hacen independientemente de si tuvieron experiencias enriquecedoras o adversas cuando eran cachorros.

De esta forma, los hallazgos sugieren que las conductas antisociales asociadas con el abandono infantil o formas relacionadas de abuso pueden ser resultado de una señalización disfuncional de la dopamina en el mesencéfalo.

Muchos aspectos de la motivación involucran a la dopamina, el neurotransmisor responsable de las sensaciones placenteras. Cuando un mamífero hace algo que aumenta las posibilidades de supervivencia, como comer una comida sabrosa o tener relaciones sexuales, los niveles de dopamina aumentan. En los humanos (y en los ratones), las interacciones sociales positivas generalmente se ven recompensadas por un estallido de actividad en el área tegmental ventral, una vía de neuronas liberadoras de dopamina. Esta conecta la amígdala basolateral, un grupo de nervios en el mesencéfalo donde se procesan las emociones, con la corteza prefrontal, donde el cerebro toma decisiones críticas en torno a la emoción y la motivación.

"Si las personas que sufren estrés en los primeros años de vida pierden la capacidad de enviar información desde partes del cerebro que son necesarias para las conductas motivadas, tenía sentido que viéramos menos comunicación cruzada entre estas dos áreas", relata el primer autor Bradly Stone, quien dirigió la investigación como investigador postdoctoral de Tufts. "El resultado que nos sorprendió fue que el estrés en los primeros años de vida reduce la cantidad de neuronas dopaminérgicas entre el área tegmental ventral y la amígdala basolateral, lo que sugiere que la arquitectura de la red está deteriorada".

Para probar esta hipótesis, Stone y su equipo aprovecharon técnicas de laboratorio de vanguardia que les permitieron activar o silenciar artificialmente las entradas de dopamina a la amígdala basolateral desde el área tegmental ventral. Aplicaron esto a un protocolo de comportamiento clásico en el que se le da a un ratón la opción de investigar cámaras con un juguete o con un ratón extraño. Los ratones con días iniciales sin preocupaciones visitaron al ratón extraño como se esperaba.

Sin embargo, los ratones que experimentaron negligencia materna optaron principalmente por no hacer nada o interactuar con el juguete. Esto solo se reveló cuando los investigadores activaron las neuronas dopaminérgicas entre el área tegmental ventral y la amígdala basolateral. Es importante destacar que cuando las neuronas dopaminérgicas se desactivaron en animales con días iniciales sin preocupaciones, comenzaron a comportarse como animales que crecieron con negligencia materna.

"Este experimento es una prueba de que la evitación social está regida por un delicado equilibrio de elementos neuronales interconectados y que el estrés en la primera infancia moldea estas conexiones de una manera matizada que perjudica su capacidad de funcionar", concluyen los investigadores.

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