MADRID, 20 Jun. (EUROPA PRESS) -
El riesgo de infectarse era mayor cuando una persona actuaba como un oyente pasivo y no participaba en una conversación bidireccional, según ha puesto de manifiesto un estudio llevado a cabo por investigadores del Departamento de Ingeniería Aeroespacial del Instituto Indio de Ciencias (IISc), junto con colaboradores del Instituto Nórdico de Física Teórica (Nordita) en Estocolmo y el Centro Internacional de Ciencias Teóricas (ICTS) en Bangalore.
El equipo visualizó escenarios en los que dos personas sin máscara están de pie a dos, cuatro o seis pies de distancia y hablando entre sí durante aproximadamente un minuto, y luego estimó la velocidad y el alcance de la propagación de los aerosoles de voz de uno a otro. Factores como la diferencia de altura entre las personas que hablan y la cantidad de aerosoles liberados por la boca también parecen jugar un papel importante en la transmisión viral.
"Hablar es una actividad compleja... y cuando las personas hablan, no son realmente conscientes de si esto puede constituir un medio de transmisión de virus", han dicho los expertos, cuyo trabajo ha sido publicado en la revista 'Flow'.
En los primeros días de la pandemia de COVID-19, los expertos creían que el virus se propagaba principalmente sintomáticamente al toser o estornudar. Pronto, quedó claro que la transmisión asintomática también conduce a la propagación de COVID-19.
Para analizar los flujos del habla, él y su equipo modificaron un código de computadora que habían desarrollado originalmente para estudiar el movimiento y el comportamiento de los cúmulos, las nubes hinchadas parecidas al algodón que generalmente se ven en un día soleado.
El código (llamado 'Megha-5') fue escrito por S Ravichandran de Nordita, el otro autor correspondiente del artículo, y se usó recientemente para estudiar la interacción de flujo de partículas en el grupo de Rama Govindarajan en ICTS. El análisis realizado por el equipo sobre los flujos del habla incorporó la posibilidad de entrada viral a través de los ojos y la boca para determinar el riesgo de infección; la mayoría de los estudios anteriores solo habían considerado la nariz como punto de entrada.
En las simulaciones, cuando los altavoces eran de la misma altura o de alturas drásticamente diferentes (uno alto y otro bajo), se encontró que el riesgo de infección era mucho menor que cuando la diferencia de altura era moderada: la variación parecía una curva de campana. Con base en sus resultados, el equipo sugiere que solo girar la cabeza unos nueve grados uno del otro mientras se mantiene el contacto visual puede reducir considerablemente el riesgo para los oradores.