MADRID, 11 Ago. (EUROPA PRESS) -
La obesidad en las mujeres embarazadas puede dificultar el desarrollo del cerebro de los bebés en el segundo trimestre, según un nuevo estudio de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, que publican sus autores en el 'Journal of Child Psychology and Psychiatry'.
La investigación relacionó el índice de masa corporal (IMC) alto, un indicador de obesidad, con cambios en dos áreas del cerebro, la corteza prefrontal y la ínsula anterior. Estas regiones juegan un papel clave en la toma de decisiones y el comportamiento, y las interrupciones se han relacionado anteriormente con el trastorno por déficit de atención / hiperactividad (TDAH), el autismo y la sobrealimentación.
Los investigadores examinaron 197 grupos de células nerviosas metabólicamente activas en el cerebro fetal. Usando millones de cálculos, dividieron los grupos en 16 subgrupos significativos basados en más de 19.000 conexiones posibles entre los grupos de neuronas. Encontraron solo dos áreas del cerebro donde sus conexiones entre sí estaban estadísticamente fuertemente vinculadas al IMC de la madre.
"Nuestros hallazgos afirman que la obesidad de una madre puede desempeñar un papel en el desarrollo del cerebro fetal, lo que podría explicar algunos de los problemas de salud cognitiva y metabólica que se observan en los niños nacidos de madres con un IMC más alto", apunta Moriah Thomason, profesora asociada de Barakett, en el Departamento de Psiquiatría de Niños y Adolescentes de NYU Langone Health.
Estudios anteriores que mostraban una asociación entre la obesidad y el desarrollo del cerebro se habían centrado principalmente en la función cognitiva de los niños después del nacimiento. Se cree que la nueva investigación es la primera en medir los cambios en la actividad cerebral fetal en el útero y desde los seis meses de embarazo.
Thomason dice que este enfoque fue diseñado para eliminar la influencia potencial de la lactancia materna y otros factores ambientales que ocurren después del nacimiento y para examinar los primeros orígenes de los efectos negativos del IMC materno en el cerebro del niño en desarrollo.
Para la investigación, el equipo de investigación reclutó a 109 mujeres con un IMC de 25 a 47. Todas las mujeres tenían entre seis y nueve meses de embarazo.
El equipo de investigación utilizó imágenes de resonancia magnética para medir la actividad cerebral fetal y trazar patrones de comunicación entre un gran número de células cerebrales agrupadas en diferentes regiones del cerebro. Luego, compararon a los participantes del estudio para identificar diferencias en la forma en que los grupos de neuronas se comunican entre sí según el IMC.
Los investigadores advierten de que su estudio no fue diseñado para trazar una línea directa entre las diferencias que encontraron y los problemas cognitivos o conductuales finales en los niños. El estudio solo analizó la actividad cerebral fetal pero, según Thomason, ahora planean seguir a los hijos de los participantes a lo largo del tiempo para determinar si los cambios en la actividad cerebral conducen al TDAH, problemas de comportamiento y otros riesgos para la salud.