MADRID, 26 Oct. (EDIZIONES) -
La fiebre Q es la infección causada por una bacteria llamada Coxiella Burnnetti. El nombre de la enfermedad proviene del término inglés 'query' o 'duda', y hace referencia a las incógnitas que existieron en los inicios de su descripción y que aún persisten acerca de esta inusual entidad.
Se trata de una antropozoonosis, es decir, de una infección que se transmite desde el animal al ser humano. "Su distribución es mundial y sus tres principales reservorios son los animales domésticos (ganado vacuno, ovejas, cabras, gatos, y perros), animales silvestres (roedores, aves, y reptiles) y, por último, varios tipos de garrapatas", explica en una entrevista con Infosalus el doctor Pablo Velasco Martínez, Facultativo Especialista de Área del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario del Sureste (Arganda del Rey, Madrid).
Así, precisa que la fiebre Q puede cursar de dos maneras fundamentales: una aguda y una crónica. "La forma aguda se parece mucho a la gripe y puede confundirse con esta. Se trata de un cuadro de fiebre alta de inicio brusco asociado a cefalea, dolores musculares y cansancio. Suele durar de 1 a 3 semanas y la mayoría se resuelven espontáneamente", precisa.
Mientras, el internista añade que la infección crónica o persistente ocurre en un pequeño porcentaje (1-5%) de los pacientes, y existen grupos con mayor predisposición a desarrollarla, como son los pacientes con una enfermedad valvular o arterial previa, en aquellas personas que son portadoras de una prótesis articular, en los inmunodeprimidos, o bien en las embarazadas.
"La bacteria se mantiene acantonada en el organismo y desencadena una respuesta inflamatoria crónica que puede producir fiebre recurrente y daño a nivel de diferentes órganos: válvulas cardiacas, huesos, articulaciones, etc. Las complicaciones pueden llegar a ser graves si no se trata", advierte el doctor Velasco Martínez.
¿ES FRECUENTE EN NUESTRA SOCIEDAD?
En este contexto, el especialista del Hospital Universitario del Sureste recuerda que la forma más habitual de transmisión es la inhalación de las esporas o de las bacterias en aerosoles contaminados con partículas infecciosas provenientes de heces secas de animales, leche o derivados placentarios.
Por ello, insiste en que la infección es más frecuente en personas que están en contacto directo con ganado o sus productos biológicos (lana, cuero, leche y derivados, paja infectada o polvo de la ropa), ya que la carga bacteriana ambiental es más elevada y, además, persiste durante mucho tiempo (meses e incluso años).
"Por todo ello, esta infección es más frecuente en granjeros, veterinarios o trabajadores de mataderos. Otro grupo de riesgo son los sanitarios en contacto con tejidos de pacientes con fiebre Q (microbiólogos, obstetras o anatomopatólogos)", añade el doctor Velasco.
DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO
En cuanto a su diagnóstico, el doctor remarca que como en toda enfermedad, pero más si cabe en esta, el primer paso para diagnosticarla es sospecharla: "Cualquier paciente que pertenezca a uno de los grupos de riesgo mencionados con un cuadro febril o de neumonía atípica sin una clara explicación debe ser investigado. Como primer paso se realizará una serología en sangre, que dependiendo del momento evolutivo de la enfermedad en que nos encontremos puede confirmarnos o descartarnos el diagnóstico. También se puede realizar PCR en sangre o muestras de tejidos afectos".
El modo de tratar, según prosigue, será diferente en función de tres factores fundamentales: tipo de infección (aguda o persistente), la presencia o no de factores de riesgo de cronificación, y la localización de la infección.
"Las infecciones agudas en pacientes previamente sanos y no gestantes se tratan con un antibiótico llamado 'doxiciclina', durante 2 semanas. En el caso de las pacientes embarazadas con fiebre Q aguda se utiliza con otro antibiótico diferente que no interfiere en el embarazo ('trimetoprim-sulfametoxazol'), y se prolonga hasta el octavo mes de embarazo, independientemente del momento del diagnóstico", agrega.
Es más, este experto en Medicina Interna señala que los pacientes con factores de riesgo de cronificación, o con una infección persistente localizada (por ejemplo, endocarditis), tienen que tratarse con doxiciclina e hidroxicloroquina durante largos periodos de tiempo, y que pueden llegar incluso hasta los 24 meses. "La respuesta a los tratamientos se monitoriza mediante la serología en sangre", apostilla.
SU RELACIÓN CON LA FATIGA CRÓNICA
Un aspecto a destacar en cuanto a la fiebre Q, según remarca este doctor, es que hasta el 20 por ciento de los pacientes con esta enfermedad aguda desarrollan un síndrome de fatiga crónica.
"Este puede ocurrir tanto en pacientes que fueron tratados con antibióticos, como en aquellos que tuvieron una resolución espontánea de sus síntomas. La mayoría de los pacientes son personas previamente sanas sin problemas médicos o psicológicos subyacentes", aclara.
Además de fatiga severa, los síntomas pueden incluir náuseas, dolor de cabeza, sudores nocturnos, mialgias, aumento de ganglios, artralgia, dificultad para dormir, depresión, disminución de la concentración, y deterioro de la memoria a corto plazo, según enumera. "Dichos pacientes tienen evidencia serológica de infección previa por Coxiella burnetii pero no tienen criterios serológicos que sugieran una enfermedad persistente", mantiene.
A su juicio, desgraciadamente, y hasta la fecha, no existe ningún tratamiento efectivo que solucione los síntomas, por lo que el manejo debe estar centrado en una buena relación médico-paciente que brinde el apoyo y la tranquilidad que necesitan, centrándose en el tratamiento de los síntomas comunes, y en las condiciones particulares de cada enfermo.