MADRID 4 Dic. (EUROPA PRESS) -
Una firma cerebral de resiliencia en ratones sugiere una nueva forma de tratar la depresión severa relacionada con el trauma, según un trabajo de científicos de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).
Tal como publican en 'Nature' algunas personas se recuperan del trauma, pero otras quedan atrapadas en círculos depresivos que les quitan la alegría de vivir, por ello este trabajo se centra en entender cómo el cerebro crea estas experiencias divergentes. Los científicos esperan que esto les ayude a encontrar una forma de tratar a quienes sufren síntomas de estrés duraderos.
Uno de los hallazgos de este trabajo es que el estrés cambia la actividad de un circuito cerebral en ratones, y estos cambios distinguen a los ratones que se recuperarán de los que no. Para analizar esta cuestión, los científicos estimularon algunas neuronas de los ratones menos resistentes para que se activaran con más frecuencia. Los ratones dejaron de rumiar y buscaron placer en forma de agua azucarada.
"Ver que podemos restablecer el curso de estas señales cerebrales en ratones sugiere que hacer lo mismo en humanos podría actuar como un antidepresivo", plantea Mazen Kheirbek, asociado de psiquiatría y autor principal del estudio.
Kheirbek, miembro del Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF , se propuso encontrar la firma neuronal. Los investigadores analizaron una región del cerebro llamada amígdala, que ayuda a evaluar qué tan riesgoso puede ser buscar una recompensa. En primer lugar, observaron la actividad cerebral mientras los ratones descansaban. El estrés había modificado la actividad de la amígdala de los ratones menos resistentes mucho más que en los resistentes.
Cuando los investigadores dieron a los ratones la opción de elegir entre agua simple y agua azucarada, los resistentes ratones eligieron fácilmente el agua azucarada. Pero los ratones menos resistentes se obsesionaron y a menudo optaron por el agua simple. Igualmente, observaron las grabaciones cerebrales de los ratones que eligieron el agua dulce.
Su amígdala se comunicaba con una región cerebral cercana llamada hipocampo, que recuerda y predice. En este caso apareció un patrón diferente en los ratones que no podían decidir si beber agua normal o agua endulzada. En esos ratones, la conversación entre las dos áreas cerebrales se entrecortaba.
De esta forma, los investigadores pensaron que podrían evitar que los ratones rumiaran y mejorar su toma de decisiones si lograban que las neuronas que conectan estas dos regiones se activaran con más frecuencia.
Para ello, utilizaron una técnica llamada quimiogenética, que emplea moléculas artificiales que interactúan dentro del cuerpo. Así, el equipo adhirió una de las moléculas, un receptor, a la superficie de las neuronas del hipocampo para hacerlas activarse.
Posteriormente, inyectaron a los ratones menos resistentes una segunda molécula que se unió al receptor e hizo que las neuronas se activaran. Cuando el equipo volvió a darles a los ratones con tendencia a la rumia la opción de beber agua, aceptaron la golosina. La actividad cerebral de los ratones también parecía resistente.
Ahora, el equipo planea analizar datos del cerebro humano para ver si pueden encontrar firmas similares. "Hay un interés considerable en descubrir cómo podemos traducir estos descubrimientos a un método que funcione en las personas", declara Kheirbek. "Si podemos hacerlo, tendremos una nueva forma no invasiva de tratar la depresión".