MADRID, 20 Ago. (EUROPA PRESS) -
Los mamíferos queman automáticamente más energía para mantener una temperatura corporal normal cuando se exponen al frío. Este aumento del gasto energético activado por el frío provoca un aumento del apetito y la alimentación, aunque hasta ahora se desconocía el mecanismo específico que lo controla.
Ahora, neurocientíficos del Scripps Research (Estados Unidos) han identificado los circuitos cerebrales que hacen que los mamíferos quieran comer más cuando se exponen a bajas temperaturas.
En el estudio, publicado en la revista científica 'Nature', los investigadores identificaron un grupo de neuronas que actúan como "interruptor" de este comportamiento de búsqueda de alimentos relacionado con el frío en ratones. El descubrimiento podría conducir a posibles terapias para la salud metabólica y la pérdida de peso.
"Se trata de un mecanismo de adaptación fundamental en los mamíferos, y si en el futuro se tratara, se podrían potenciar los beneficios metabólicos del frío o de otras formas de quema de grasas", ha detallado el autor principal del estudio, el doctor Li Ye.
Dado que la exposición al frío aumenta la quema de energía para mantener el calor, la inmersión en agua fría y otras formas de "terapia fría" se han estudiado como métodos para perder peso y mejorar la salud metabólica.
Un inconveniente de las terapias de frío es que las respuestas evolucionadas de los seres humanos al frío no están diseñadas para causar pérdida de peso (un efecto que podría haber sido fatal durante los frecuentes períodos de escasez de alimentos en la época premoderna).
El frío, al igual que las dietas y el ejercicio, aumenta el apetito para contrarrestar cualquier efecto de pérdida de peso. En el estudio, Ye y su equipo se propusieron identificar los circuitos cerebrales que median en este aumento del apetito inducido por el frío.
Una de sus primeras observaciones fue que, con el inicio de las bajas temperaturas (de 23 a 4 grados celsius), los ratones aumentan su búsqueda de comida sólo después de un retraso de unas seis horas, lo que sugiere que este cambio de comportamiento no es simplemente un resultado directo de la sensación de frío.
Utilizando técnicas de microscopía de aclaramiento de todo el cerebro y de lámina de luz, los investigadores compararon la actividad de las neuronas de todo el cerebro en condiciones de frío frente a las de calor.
Pronto hicieron una observación clave: mientras que la mayor parte de la actividad neuronal del cerebro era mucho menor en condiciones de frío, partes de una región llamada tálamo mostraban una mayor activación.
Finalmente, el equipo se centró en un grupo específico de neuronas llamado núcleo xifoides de la línea media del tálamo y demostró que la actividad de estas neuronas aumentaba en condiciones de frío justo antes de que los ratones salieran de su letargo inducido por el frío para buscar comida.
Cuando había menos comida disponible al inicio de la situación de frío, el aumento de la actividad en el núcleo xifoides era aún mayor, lo que sugiere que estas neuronas responden a un déficit energético inducido por el frío más que al frío en sí.
Cuando los investigadores activaron artificialmente estas neuronas, los ratones aumentaron su búsqueda de comida, pero no otras actividades. Del mismo modo, cuando el equipo inhibió la actividad de estas neuronas, los ratones redujeron su búsqueda de comida.
Estos efectos sólo aparecían en condiciones de frío, lo que implica que las temperaturas frías proporcionan una señal separada que también debe estar presente para que se produzcan cambios en el apetito.
En una última serie de experimentos, el equipo demostró que estas neuronas del núcleo xifoides se proyectan a una región del cerebro llamada núcleo accumbens, una zona conocida desde hace tiempo por su papel en la integración de señales de recompensa y aversión para guiar el comportamiento, incluido el alimentario.
En última instancia, estos resultados pueden tener relevancia clínica, ya que sugieren la posibilidad de bloquear el habitual aumento del apetito inducido por el frío, permitiendo que regímenes relativamente sencillos de exposición al frío impulsen la pérdida de peso de forma mucho más eficiente.
"Uno de nuestros principales objetivos ahora es averiguar cómo desvincular el aumento del apetito del aumento del gasto energético. También queremos averiguar si este mecanismo de aumento del apetito inducido por el frío forma parte de un mecanismo más amplio que el cuerpo utiliza para compensar el gasto extra de energía, por ejemplo después del ejercicio", ha remachado el investigador.