MADRID 9 Ago. (EUROPA PRESS) -
Uno de los mayores estudios de este tipo realizado por investigadores la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, arroja luz sobre el modo en que la vacunación contra el COVID-19 reduce la gravedad y la mortalidad de las infecciones avanzadas, y este entendimiento de cómo funcionan las vacunas puede abrir las puertas a terapias específicas y preparar futuras epidemias.
El trabajo, publicado en la revista 'The Lancet Microbe', descubrió que, entre los individuos recientemente infectados por el SARS-CoV-2, los que estaban totalmente vacunados presentaban concentraciones más bajas de casi todos los marcadores de inflamación (citocinas y quimiocinas) que los que no estaban vacunados a corto y largo plazo tras la infección sintomática por SARS-CoV-2.
Aunque las vacunas no previenen totalmente la infección, este estudio demuestra que la vacunación reduce considerablemente la morbilidad y la mortalidad al reducir significativamente los niveles elevados de citocinas y quimiocinas que se correlacionan con un mayor riesgo de infección grave.
"Nuestra investigación demuestra los beneficios a largo plazo de las vacunas COVID-19 para reducir la inflamación incluso después de una infección avanzada", destaca la coautora Alison Abraham, profesora asociada de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Colorado en el Campus Médico Anschutz de la Universidad de Colorado.
"Entender cómo prevenir las complicaciones a largo plazo y la muerte con COVID-19 y cómo la vacunación previene esos resultados es de vital importancia para abrir las puertas a una terapia más específica para aquellos que contraen la enfermedad grave", añade.
Los autores del estudio afirman que es uno de los primeros en analizar cómo la vacunación contra la COVID-19 puede afectar a estos marcadores inflamatorios a lo largo del tiempo entre los recién infectados.
Para estudiar los niveles de citocinas y quimiocinas, los investigadores recogieron muestras de sangre de casi 900 pacientes vacunados y no vacunados durante múltiples visitas a lo largo de 90 días tras la aparición de los síntomas. Esto permitió evaluar las trayectorias de las citocinas y quimiocinas tras la infección y las diferencias en las trayectorias entre los participantes vacunados y no vacunados.
Los investigadores analizaron las asociaciones entre el estado de vacunación contra la COVID-19 y las concentraciones de 21 citocinas y quimiocinas (medidas mediante inmunoensayos multiplexados en sándwich) y examinaron modelos lineales multivariantes de regresión de efectos mixtos, ajustados por edad, sexo, IMC, hipertensión, diabetes, plasma convaleciente o de control y ondas de COVID-19 (prealfa o alfa y delta).
"Desentrañar el por qué, el cuándo y el cómo de la tormenta de citocinas producida por el SARS-CoV-2 supondrá un mejor control de la forma en que atendemos a los pacientes y desarrollamos tratamientos", afirma el autor principal Aaron Tobian, profesor de patología, medicina y epidemiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
"En otras palabras, responder a cómo funciona la vacuna COVID-19 para prevenir el empeoramiento de la enfermedad, la enfermedad a más largo plazo y la muerte puede ayudarnos a tratar mejor a los pacientes aportando soluciones para limitar la respuesta inflamatoria sobreexuberante del organismo", añade Tobian.
Descubrieron que, inicialmente y durante la recuperación de la COVID-19 sintomática, los participantes totalmente vacunados tenían concentraciones más bajas de marcadores inflamatorios que los no vacunados, lo que sugiere que la vacunación se asocia con una reducción de la inflamación a corto y largo plazo, lo que podría explicar, en parte, la reducción de la gravedad de la enfermedad, la mortalidad y el riesgo de COVID prolongada en los individuos vacunados.
Los autores dicen que estos datos también ayudarán a la investigación para prepararse para futuras epidemias, pero quieren que la gente también recuerde que las vacunas siguen siendo una herramienta crítica para combatir la COVID-19 en la actualidad.
"El COVID-19 no ha desaparecido y las vacunas siguen siendo nuestra principal herramienta para combatir la enfermedad, especialmente si se produjera otra oleada grave del virus en el futuro", subraya el primer autor Joshua Xianming Zhu, bioestadístico del departamento de patología de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.