Identifican firmas cerebrales del dolor crónico en un pequeño grupo de individuos

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Publicado: miércoles, 7 junio 2023 7:41

MADRID 7 Jun. (EUROPA PRESS) -

Los investigadores han registrado por primera vez datos relacionados con el dolor desde el interior del cerebro de individuos con trastornos de dolor crónico causados por ictus o amputación (dolor del 'miembro fantasma'), según publican en la revista 'Nature Neuroscience'.

Se trata de un objetivo largamente perseguido para comprender cómo se representa el dolor mediante la actividad cerebral y cómo modular esa actividad para aliviar el sufrimiento del dolor crónico.

Los datos se recogieron durante meses mientras los pacientes estaban en casa y se analizaron con herramientas de aprendizaje automático. De este modo, los investigadores identificaron un área del cerebro asociada al dolor crónico y biomarcadores objetivos de dolor crónico en pacientes individuales.

Estos hallazgos, financiados tanto por la Iniciativa BRAIN (Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies) de los Institutos Nacionales de la Salud como por la Iniciativa HEAL (Helping to End Addiction Long-term Initiative) de los NIH, representan un primer paso hacia el desarrollo de métodos novedosos de seguimiento y tratamiento del dolor crónico.

"Este es un gran ejemplo de cómo las herramientas para medir la actividad cerebral procedentes de la Iniciativa BRAIN se han aplicado al importante problema de salud pública que supone aliviar el dolor crónico intenso y persistente --afirma el doctor Walter Koroshetz, director del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares--. Tenemos la esperanza de que, a partir de estos hallazgos preliminares, se puedan conseguir tratamientos eficaces y no adictivos para el dolor".

El dolor crónico es una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. El dolor neuropático está causado por daños en el propio sistema nervioso. En la mayoría de los casos se debe a lesiones de los nervios del cuerpo, pero en el caso de los participantes en este estudio, se cree que el dolor se origina en el propio cerebro. Este tipo de dolor no responde bien a los tratamientos actuales y puede ser debilitante para las personas que lo padecen.

"Cuando se piensa en ello, el dolor es una de las experiencias más fundamentales que puede tener un organismo --explica el doctor Prasad Shirvalkar, profesor asociado de anestesia y cirugía neurológica de la Universidad de California en San Francisco y autor principal de este estudio--. A pesar de ello, todavía hay mucho que no entendemos sobre cómo funciona el dolor. Mediante el desarrollo de mejores herramientas para estudiar y potencialmente afectar a las respuestas del dolor en el cerebro, esperamos ofrecer opciones a las personas que viven con condiciones de dolor crónico".

Tradicionalmente, los investigadores recopilan datos sobre el dolor crónico a través de autoinformes de quienes lo padecen. Ejemplos de este tipo de datos son los cuestionarios sobre la intensidad del dolor y su impacto emocional.

En este estudio, sin embargo, también se analizaron directamente los cambios en la actividad cerebral de dos regiones en las que se cree que se producen respuestas al dolor --el córtex cingulado anterior (CCA) y el córtex orbitofrontal (CFO)-- a medida que los participantes informaban de sus niveles actuales de dolor crónico.

"Los estudios de resonancia magnética funcional muestran que las regiones ACC y OFC del cerebro se iluminan durante los experimentos de dolor agudo. Nos interesaba saber si estas regiones también desempeñaban un papel en la forma en que el cerebro procesa el dolor crónico --explica el doctor Shirvalkar--. Nos interesaban sobre todo cuestiones como cómo cambia el dolor con el tiempo y qué señales cerebrales podrían corresponder o predecir niveles elevados de dolor crónico".

A cuatro participantes, tres con dolor post-ictus y uno con dolor de miembro fantasma, se les implantaron quirúrgicamente electrodos dirigidos a sus ACC y OFC. Varias veces al día, se pedía a cada participante que respondiera a preguntas relacionadas con cómo calificaría el dolor que experimentaba, incluida la intensidad, el tipo de dolor y cómo le hacía sentir emocionalmente su nivel de dolor.

A continuación, iniciaban un registro cerebral haciendo clic en un dispositivo de control remoto, que proporcionaba una instantánea de la actividad en el ACC y el OFC en ese momento exacto. Mediante análisis de aprendizaje automático, el equipo de investigación pudo utilizar la actividad de la OFC para predecir el estado de dolor crónico de los participantes.

En otro estudio, los investigadores analizaron cómo respondían el ACC y el OFC al dolor agudo, provocado por la aplicación de calor en zonas del cuerpo de los participantes. En dos de los cuatro pacientes, la actividad cerebral podía predecir de nuevo las respuestas al dolor, pero en este caso el ACC parecía ser la región más implicada. Esto sugiere que el cerebro procesa de forma diferente el dolor agudo y el crónico, aunque se necesitan más estudios dado que en esta comparación sólo se utilizaron datos de dos participantes.

Este estudio representa un paso inicial hacia el descubrimiento de los patrones de actividad cerebral que subyacen a nuestra percepción del dolor. La identificación de esta firma del dolor permitirá desarrollar nuevas terapias capaces de alterar la actividad cerebral para aliviar el sufrimiento causado por el dolor crónico.

El beneficio más inmediato puede consistir en informar los estudios en curso de HEAL y BRAIN para emplear la estimulación cerebral profunda (ECP) en el tratamiento del dolor crónico. Los trabajos en curso y futuros con un mayor número de participantes serán fundamentales para determinar si los distintos tipos de dolor comparten la actividad de la OFC observada en estos pacientes o si las firmas difieren entre personas con distintos tipos de dolor.

Se han utilizado métodos más modernos de ECP que ajustan la estimulación basándose en biomarcadores de actividad cerebral para tratar con éxito algunos trastornos cerebrales, como la enfermedad de Parkinson y el trastorno depresivo mayor, pero esos éxitos han requerido biomarcadores cerebrales bien establecidos. Para dolencias como el dolor crónico, la identificación de biomarcadores está en sus primeras fases.

Los tratamientos eficaces y no adictivos para el dolor crónico son uno de los principales objetivos de la Iniciativa HEAL de los NIH, cuyo objetivo es encontrar soluciones científicas para frenar la crisis de salud pública provocada por los opiáceos.

Los hallazgos son un paso clave para identificar biomarcadores específicos del dolor con vistas a personalizar el tratamiento del dolor para cada individuo, lo que conducirá al desarrollo de nuevas tecnologías y avances para comprender mejor el circuito cerebral, uno de los principales componentes de la Iniciativa BRAIN de los NIH.