MADRID 8 Mar. (EUROPA PRESS) -
Las infecciones respiratorias contraídas durante la primera infancia se asocian a un mayor riesgo de muerte por enfermedad respiratoria entre los 26 y los 73 años, según un nuevo estudio publicado en la revista 'The Lancet'.
Este estudio, pionero en su género y que abarca ocho décadas, sugiere que, aunque el número total de muertes prematuras por enfermedades respiratorias era pequeño, las personas que habían padecido una IVRI, como bronquitis o neumonía, a los dos años de edad tenían un 93% más de probabilidades de morir prematuramente de enfermedades respiratorias en la edad adulta, independientemente de su origen socioeconómico o de su hábito de fumar.
Esto podría explicar una de cada cinco muertes prematuras por enfermedad respiratoria en Inglaterra y Gales entre 1972 y 2019 (179.188 de 878.951 muertes).
Las enfermedades respiratorias crónicas suponen un importante problema de salud pública, con un estimado de 3,9 millones de muertes en 2017, lo que representa el 7% de todas las muertes en el mundo. La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) causó la mayoría de estas muertes.
Se ha demostrado que las IVRI infantiles están relacionadas con el desarrollo de alteraciones de la función pulmonar en la edad adulta, asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, pero hasta ahora no estaba claro si existía una relación con la muerte prematura en la edad adulta.
Esta nueva investigación es el primer estudio a lo largo de toda la vida sobre este tema, y proporciona las mejores pruebas hasta la fecha para sugerir que la salud respiratoria temprana tiene un impacto en la mortalidad más adelante en la vida.
"Las medidas preventivas actuales de las enfermedades respiratorias en la edad adulta se centran principalmente en los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida, como el tabaquismo --afirma el doctor James Allinson, del Imperial College de Londres (Reino Unido) y autor principal del estudio--. La vinculación de una de cada cinco muertes por enfermedades respiratorias en la edad adulta con infecciones comunes que se producen muchas décadas antes, en la infancia, demuestra la necesidad de centrarse en los riesgos mucho antes de la edad adulta".
Así, señala que, "para evitar que se perpetúen las desigualdades sanitarias existentes en la edad adulta, debemos optimizar la salud infantil, sobre todo combatiendo la pobreza en la infancia. Los datos que apuntan al origen precoz de las enfermedades crónicas en la edad adulta también ayudan a combatir el estigma de que todas las muertes por enfermedades como la EPOC están relacionadas con factores del estilo de vida", añade.
El estudio utiliza datos de una cohorte británica de ámbito nacional (The National Survey of Health and Development), que reclutó a individuos al nacer en 1946, y examina los registros de salud y defunción hasta el año 2019.
De los 3.589 participantes en el estudio, el 25% (913/3.589) tuvo una IVRI antes de los dos años. A finales de 2019, el 19% (674/3.589) de los participantes habían fallecido antes de los 73 años. Entre estas 674 muertes prematuras de adultos, el 8% (52/674) de los participantes murieron de enfermedades respiratorias, principalmente EPOC.
El análisis, ajustado en función de los antecedentes socioeconómicos durante la infancia y el hábito de fumar, sugiere que los niños que habían sufrido una IVRI a los dos años tenían un 93% más de probabilidades de morir prematuramente de enfermedades respiratorias en la edad adulta que los niños que no habían sufrido una IVRI a los dos años.
Esto equivale a una tasa del 2,1% de muerte prematura en la edad adulta por enfermedad respiratoria entre los que tuvieron una IVRI en la primera infancia, en comparación con el 1,1% entre los que no declararon haber tenido una IVRI antes de los dos años.
Este riesgo representa una de cada cinco (20,4%) de las muertes prematuras de adultos por causas respiratorias, lo que corresponde a un exceso de 179.188 muertes por enfermedades respiratorias en toda Inglaterra y Gales entre 1972 y 2019.
En comparación, las muertes respiratorias en adultos atribuibles al tabaquismo representan tres de cada cinco muertes (57,7%) por enfermedades respiratorias en Inglaterra y Gales durante el mismo periodo (507.223 de 878.951 muertes).
Tener una infección de las vías respiratorias inferiores antes de los dos años sólo se asoció a un mayor riesgo de muerte prematura por enfermedades respiratorias, y no a otras enfermedades, como cardiopatías o cánceres.
"Los resultados de nuestro estudio sugieren que los esfuerzos por reducir las infecciones respiratorias infantiles podrían repercutir en la lucha contra la mortalidad prematura por enfermedades respiratorias en etapas posteriores de la vida. Esperamos que este estudio sirva para orientar las estrategias de las organizaciones sanitarias internacionales a la hora de abordar este problema", afirma la profesora Rebecca Hardy, de la Universidad de Loughborough y el University College de Londres (Reino Unido).
Los autores reconocen algunas limitaciones del estudio. Aunque en el análisis se tuvieron en cuenta los antecedentes socioeconómicos y el tabaquismo, es posible que hubiera otros factores no declarados, como el tabaquismo de los padres o el nacimiento prematuro. Durante este estudio a lo largo de la vida, los cambios sociales también pueden haber impulsado cambios en la función pulmonar de las cohortes posteriores, alterando los resultados. El estudio no pudo investigar qué bacterias o virus causaron las IVRI en los niños.
En un comentario vinculado, Heather Zar, de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), que no participó en esta investigación, afirma que "delinear el efecto a largo plazo de las infecciones respiratorias leves en los niños es una tarea difícil pero es importante para comprender los orígenes de la enfermedad en la edad adulta y para reforzar las intervenciones preventivas".
"Los actuales esfuerzos mundiales para reducir la mortalidad prematura en la edad adulta se centran en gran medida en la exposición de los adultos --prosigue--. El estudio de Allinson y sus colegas se suma a las pruebas de que los adultos cuya enfermedad pulmonar crónica se ha atribuido a efectos relacionados con el tabaquismo también podrían tener una enfermedad derivada de exposiciones en la infancia que son en gran medida prevenibles".