MADRID, 4 Dic. (EUROPA PRESS) -
Es importante conocer un concepto que va cogiendo cada día más peso y que ha demostrado reducir la incidencia de otras infecciones virales, el tema de la 'inmunidad entrenada', según asegura en una entrevista con Infosalus el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), el doctor Marcos López Hoyos.
"Esta inmunidad se puede conseguir empleando vacunas frente a otros microorganismos distintos del que queremos combatir", según aclara el experto y también jefe de Servicio de Inmunología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander.
Pero para ello, previamente debemos conocer cómo funciona nuestro sistema inumnológico:
.- La inmunidad adquirida (adaptativa o específica) no es congénita; se aprende. El proceso de aprendizaje comienza cuando el sistema inmunológico de la persona encuentra a invasores extranjeros y reconoce sustancias no naturales (antígenos). Los componentes de la inmunidad adquirida aprenden la mejor forma de atacar a cada antígeno y comienzan a desarrollar una memoria respecto a ese antígeno.
La inmunidad adquirida se denomina también 'inmunidad específica' porque dirige su ataque a un antígeno específico que se ha encontrado con anterioridad, y algo que se consigue gracias a las vacunas específicas contra un determinado virus. Una vez el antígeno es recordado, las respuestas posteriores a ese antígeno son más rápidas y más eficaces que las que se produjeron después de la primera exposición.
Según subraya el doctor López Hoyos en este punto, las vacunas inducen una respuesta inmunitaria que se asemeja a la producida por la infección cuando activa la respuesta inmunitaria adaptativa específica. "La vacuna debe ser capaz de inducir la producción de anticuerpos que neutralicen el virus pero también de células T específicas frente al virus", agrega.
.- La 'inmunidad innata, natural o inespecífica', que se activa de manera general frente a una infección, y que tiene cierto efecto protector frente a otras infecciones. Se denomina así porque es congénita y no necesita del aprendizaje que se obtiene tras entrar en contacto con un invasor. Proporciona una respuesta inmediata a los invasores. Sin embargo, los componentes de este tipo de inmunidad tratan a todos los invasores de la misma forma.
Reconocen solo a un número limitado de moléculas de identificación (antígenos) en los invasores, aunque estos antígenos están presentes en muchos invasores diferentes. La inmunidad innata, a diferencia de la inmunidad adquirida, no tiene memoria de los encuentros, no tiene registro de los antígenos extraños específicos, y no ofrece ninguna protección constante frente a una futura infección.
Con todo ello, el presidente de la SEI dice que en la COVID-19 parece haber evidencias preliminares, "y se están estudiando en ensayos clínicos", de que la vacunación frente a la tuberculosis (con la vacuna de BCG) o frente a la gripe sean capaces de 'entrenar' a las células de esa parte de la respuesta inmunitaria no tan especializada, que llamamos 'innata o natural', y que hace que dichas células estén preparadas para un posible encuentro con el SARS-CoV-2, mejor que si no nos vacunamos.
"Por ello, la vacunación frente a la gripe este año está recomendada en sanitarios y población de riesgo (ancianos y enfermos con patologías crónicas) porque evita la gripe y también porque protege de forma indirecta frente a la COVID", afirma el presidente de la Sociedad Española de Inmunología.
En otra entrevista con Infosalus el catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra y experto en vacunas Ignacio López-Goñi, destaca igualmente que la vacuna de la gripe (virus influenza) no te protege exactamente contra el coronavirus SARS-CoV-2, pero sí estimula la parte de la inmunidad inespecífica o innata.
"Lo mismo sucede con la vacuna de la tuberculosis, no va contra el SARS-CoV-2, pero te estimula de manera general el sistema inmune. Igual sucedería en los niños vacunados en las edades más tempranas de su vida, donde reciben muchas vacunas que no sólo les protegen frente a esos patógenos concretos, sino que también se refuerza su sistema inmune a nivel general frente a otros patógenos", aclara.
INMUNIDAD CRUZADA
En este contexto, el inmunólogo e investigador de la Universidad Complutense de Madrid Pedro A. Reche diferencia aquí también que la inmunidad entrenada, un tipo de memoria no específica que desarrolla la inmunidad innata y que involucra cambios epigenéticos, y donde la memoria que se desarrolla es de corta duración; mientras que la inmunidad cruzada involucraría, según apunta, a la inmunidad adaptativa, y es específica del reconocimiento de epítopos (parte de una molécula que será reconocida por un anticuerpo y a la cual se unirá) relacionados por células de memoria B y T (linfocitos T y B). "Esta memoria puede durar en ocasiones toda la vida", aprecia.
Precisamente, en una reciente investigación realizada por Pedro A. Reche, del departamento de Inmunología de Facultad de Medicina de la Complutense, se ha evaluado la posible inmunidad cruzada inducida por las vacunas pediátricas frente al SARS-CoV-2, concluyendo que la vacuna para la difteria, tétanos y tosferina (DTP) puede ser la responsable de dicha protección. "Existen numerosos epitopos compartidos entre la vacuna DTP y SARS-CoV-2. En otras vacunas no es así", apostilla el experto.
Es más, el científico sostiene en una entrevista con Infosalus que la vacuna BCG (para tuberculosis) se postuló que podía proteger frente a COVID-19 porque los países que incluyen esta vacunacion tienen menos COVID-19 y se ha postulado que es por inmunidad entrenada. "Sin embargo, que una vacuna que tan solo se suministra una vez al nacer pueda proporcionar inmunidad que alcance a adultos es harto difícil y menos por medio de inmunidad entrenada", advierte.
INGREDIENTES DE LAS VACUNAS
El departamento de Salud estadounidense recuerda en este sentido que las vacunas ayudan a que el sistema inmunitario combata las infecciones de manera más rápida y eficaz. Según explica, cuando una persona se vacuna, despierta su respuesta inmunitaria, ayudando a su cuerpo a combatir y recordar al germen para que pueda atacarlo si alguna vez vuelve a invadir. Y dado que las vacunas están elaboradas con una pequeña cantidad de gérmenes débiles o muertos, no harán que se enferme.
Las vacunas suelen proporcionar una inmunidad de larga duración ante enfermedades graves, sin el riesgo de que se enferme gravemente, añade, al mismo tiempo que precisa que la inmunidad natural surge tras enfermar. "Sin embargo, las enfermedades pueden ser graves, e incluso mortales. Una vacuna te protege contra una enfermedad antes de enfermar. Además, las vacunas de hoy en día utilizan sólo los ingredientes necesarios para ser seguras y efectivas, que ayudan a tu sistema inmunitario a responder y a desarrollar inmunidad contra una enfermedad específica", agrega.
Así, López Goñi menciona que entre los componentes más importantes de las vacunas, además de lo que se llama el 'antígeno específico' que te va a estimular la inmunidad específica (una pequeña cantidad de gérmen muerto o débil que puede provocar la enfermedad), se encuentran los 'adyuvantes', compuestos o sustancias que te activan esa inmunidad general y te refuerzan y activan el sistema inmune. Su función es la de mejorar la inmunogenicidad o capacidad para desencadenar una respuesta inmunológica del antígeno al que acompaña.
Cada vez hay más investigación de los adyuvantes que van con una vacuna específica para la estimulación general del sistema inmune. "En vacunas para ancianos tiene mucha importancia porque su sistema inmune lo tienen debilitado por lo que interesa también reforzar esa respuesta general del sistema inmune", sentencia.