MADRID, 27 Jun. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Tohoku y la Universidad de Tokio en Japón han descubierto patrones de ondas eléctricas en el cerebro relacionados con el comportamiento social en ratones. También observaron que los ratones que mostraban signos de estrés, depresión o autismo carecían de estas ondas cerebrales.
La corteza prefrontal medial (mPFC) y las regiones de la amígdala del cerebro regulan nuestra emoción y experimentan cambios patológicos cuando experimentamos enfermedades psiquiátricas. Sin embargo, los procesos neuronales detallados detrás de esto siguen sin estar claros.
El investigador Takuya Sasaki, de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de Tohoku, dirigió un equipo de colaboración que registró señales eléctricas cerebrales, las llamadas ondas eléctricas cerebrales, en las áreas de mPFC y amígdala de ratones. Descubrieron que ciertas ondas cerebrales experimentaban variaciones pronunciadas cuando los ratones interactuaban socialmente entre sí. Específicamente, las ondas cerebrales en la banda de frecuencia theta (4-7 Hz) y gamma (30-60 Hz) disminuyeron y aumentaron, respectivamente, durante la socialización.
Cuando se aplicaron las mismas pruebas a ratones que mostraban habilidades sociales deficientes o síntomas de depresión y autismo, las ondas cerebrales no estaban presentes. En particular, la replicación artificial de ondas cerebrales relacionadas con el comportamiento social mediante una técnica de manipulación genética y óptica en estos modelos de ratones patológicos restauró su capacidad para interactuar socialmente.
"Este hallazgo proporciona una comprensión unificada de la actividad cerebral que subyace al comportamiento social y sus déficits en la enfermedad", señala Sasaki, quien, de cara al futuro, está ansioso por identificar los mecanismos básicos de la dinámica neuronal en estas ondas cerebrales y evaluar la participación de otras regiones del cerebro en el comportamiento social. En conjunto, está investigando si los mismos mecanismos cerebrales funcionan en humanos para aplicaciones clínicas.