MADRID, 25 Ene. (EDIZIONES) -
Es muy frecuente que nos comamos la cabeza. Lo hacemos todos, en mayor o en menor medida. Según explica la psicóloga sanitaria y psicoterapeuta breve estratégica Júlia Pascual, las personas tenemos al día de 60.000 a 80.000 pensamientos, de los que el 90% son involuntarios, y de estos un 70-80% son negativos y extraños.
Acaba de publicar con Vergara 'No te comas el coco', un manual en el que pretende dar salida a todas estas "trampas de la mente", y donde explica el origen de los pensamientos rumiantes y cómo podemos afrontarnos para que no lastren a nuestra salud.
"Sobrepensamos muchas veces porque tenemos una emoción que nos domina y que es difícil de gestionar, el miedo. Y cuando no tenemos las estrategias para afrontar bien esta emoción podemos caer en este tipo de trampas mentales, en la rumiación. Queremos tenerlo todo muy bien controlado, y prevenir sus posibles consecuencias para nuestra supervivencia. Pero el exceso de control nos puede llevar a sobrepensar. Pensar es inevitable, pero comerse el coco es opcional y nos paraliza", remarca en una entrevista con Europa Press Infosalus.
Así, insiste esta experta en que "pensar bien nos ayuda a avanzar, mientras que rumiar nos bloquea la acción". "Tenemos tantos pensamientos involuntarios que, por suerte, no nos damos cuenta de ellos. Ahora bien, cuando somos conscientes de su existencia es entonces cuando queremos tenerlos bajo control, de manera que siempre los percibimos como negativos", agrega.
EL PROBLEMA DE LA OBSESIÓN
Refleja en el libro en este sentido que "es fundamental darse cuenta de que el miedo excesivo, manifestado como ansiedad, te lleva a controlar demasiado el pasado, el presente y el futuro, y de este modo, los pensamientos y las sensaciones se descontrolan más".
Por ejemplo, explica que más personas de las que creemos tienen una persona en la cabeza que no se la quitan, o que tienen imágenes raras que les persiguen o dan miedo, como el miedo a la sangre, y rumiamos con frecuencia con dudas sobre lo que nos va aconteciendo a lo largo del día o decisiones que debemos tomar o hemos tomado.
"'Y si me equivoco' o 'y si no soy capaz'. Este tipo de pensamientos vienen de manera involuntaria y los percibimos con miedo. Queremos darles respuestas para controlarlos y para tener seguridad, y aquí caemos en la trampa. La pregunta es el motor del conocimiento, pero también la puerta de la obsesión", advierte.
Al ser pensamientos involuntarios y aparecer sin nuestro control en la mente, tal y como asevera esta psicóloga sanitaria, no los comprendemos, intentamos no pensar en ellos. "Es aquí cuando entramos en la primera psicotrampa que genera la rumiación que cuanto más intentas no pensar, más piensas", advierte.
TRASTORNOS DE ANSIEDAD O DEPRESIÓN, DOLORES DE CABEZA
La mayor parte de problemas que se atienden en consulta, según prosigue esta psicóloga sanitaria, son los trastornos de ansiedad o de miedo excesivo. Dice que el sobrepensar genera trastornos de ansiedad en el largo plazo, e incluso depresión. "Todo el mundo tiene tendencia a comerse el coco, por ejemplo, por tomar una decisión importante, por el miedo a decidir. Si no gestionamos bien el pensamiento es como si nos devoráramos por dentro. Somos unas marionetas rotas con los ojos huecos hacia adentro y a las que se nos escapa el presente", lamenta Júlia Pascual.
Pero también estos pensamientos intrusivos señala que pueden ocasionar dolores de cabeza, contracturas musculares, problemas a la hora de dormir, y no sólo de insomnio, "sino también de que se duerme mucho por la noche pero cuando te despiertas te sientes agotado, y al abrir los ojos vienen todos los pensamientos negativos, e incluso la depresión".
Argumenta que, desde la terapia breve estratégica se aportan varias claves a este respecto, como que si no puedes dejar pasar el pensamiento trampa, puedes utilizar la paradoja de acelerar el pensamiento para así ralentizarlo: "Se trata de aumentarlo para disminuirlo, le he dado un lenguaje para que tenga la valentía afrontar el miedo hacia esos pensamientos o dudas que se quiere quitar de la mente".
Aconseja aquí que cada tres horas, por ejemplo, el ponerse una alarma en el móvil y de forma voluntaria coger una libreta y durante cinco minutos buscar esos pensamientos negativos que te hagan daño y escribirlos. "A través de la escritura conseguimos llevarlo a la saturación, aumentar el pensamiento para disminuirlo y el sobrepensamiento va volviendo al equilibrio", subraya.
CONTRA EL POSITIVISMO DE INICIO
Se muestra igualmente contraria al empleo de inicio de los pensamientos positivos para vencer a los negativos, "a la hora de utilizarlos cuando estamos en la marea". Defiende que intentar suplantar pensamientos intrusivos simplemente con positivismo puede llevar a la evitación y a la invalidación de emociones auténticas, "lo cual podría agravar el ciclo obsesivo en lugar de resolverlo".
Dice que se nos ha inculcado la creencia de que seremos buenas personas si mantenemos pensamientos y sentimientos positivos y coherente hacia nosotros mismos y hacia los demás, si bien cree que el problema surge cuando nos culpamos y luchamos en nuestro interior por no poder alinear nuestros pensamientos o sentimientos con nuestro sistema de valores morales.
Otra "estrategia de psicosolución" que aporta Pascual es el detectar este tipo de pensamientos, a pesar de que son involuntarios, ponerles un nombre, y aprender a dejarlos pasar sin contestar. "Cuando te distancias, tras ponerle un nombre, tras identificar ese pensamiento rumiante, es entonces cuando puedes ver la distancia y decidir si quieres entrar o no en ello. Esto también se puede hacer por la escritura terapéutica", añade.
Es más, sostiene que el comprender cómo funciona el problema y el modo en el que se perpetúa este ciclo vicioso y patológico en la mente es esencial para seleccionar la estrategia y las técnicas adecuadas que modifiquen efectivamente su funcionamiento: "Mi propuesta es dejar de lado la inteligencia obsesiva, que se fundamenta en que 'cuanto más conocimiento tenga, mejor lo haré'".
A su vez, advierte de que "hablar no lo soluciona todo", y pese a que suele pensarse que hablar de los pensamientos rumiantes puede ser terapéutico, para algunas personas esta práctica podría reforzar involuntariamente estos pensamientos y patrones negativos.