MADRID 2 Oct. (EUROPA PRESS) -
La exposición a la luz natural podría ayudar a tratar y prevenir la diabetes tipo 2, según sugiere una nueva investigación que se presenta en la reunión anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) en Hamburgo, Alemania (2-6 de octubre).
"El desajuste de nuestro reloj circadiano interno con las exigencias de una sociedad que funciona 24 horas al día, 7 días a la semana, está asociado a una mayor incidencia de enfermedades metabólicas, entre ellas la diabetes de tipo 2 --afirma Ivo Habets, de la Universidad de Maastricht (Países Bajos), codirector de la investigación--. La luz natural es el mejor indicador del reloj circadiano, pero la mayoría de la gente está en casa durante el día y, por tanto, sometida a una iluminación artificial constante".
Explica que les interesaba saber si el aumento de la exposición diurna a la luz natural mejoraría el control de la glucemia en personas con diabetes tipo 2. "También queríamos saber si afectaría al metabolismo de los sustratos o al consumo de nutrientes", añade.
"Este metabolismo suele seguir un ritmo de 24 horas, en el que el cuerpo pasa de utilizar carbohidratos como fuente de energía durante el día a utilizar grasas por la noche -explica--. Anteriormente habíamos demostrado que las personas con mayor riesgo de diabetes tipo 2 son menos capaces de realizar este cambio y queríamos averiguar si la exposición a la luz natural facilitaría el cambio en personas que ya padecen diabetes".
Para ello, Habets y sus colegas de los Países Bajos y Suiza realizaron una serie de pruebas metabólicas a un grupo de personas con diabetes tipo 2 cuando se exponían a la luz natural y cuando se exponían a la luz artificial, y compararon los resultados. Los 13 participantes (edad media: 70 años, IMC: 30,1 kg/m2, HbA1c: 6,1, glucosa plasmática en ayunas: 8,1 mmol/L) se alojaron en instalaciones de investigación, lo que permitió controlar estrictamente su exposición a la luz y sus pautas de comida y actividad.
Se les expuso a dos condiciones de iluminación durante el horario de oficina (de 8.00 a 17.00 horas) de forma aleatoria y cruzada: luz natural procedente de ventanas e iluminación LED artificial. Hubo un intervalo de al menos cuatro semanas entre las dos intervenciones, cada una de las cuales duró 4,5 días.
Durante la intervención con luz natural, la intensidad de la luz solía ser máxima a las 12.30 horas, con una lectura media de 2.453 lux. La luz artificial era de 300 lux constantes.
Las noches se pasaron con luz tenue (menos de 5 lux) y el periodo de sueño (de 23.00 a 7.00 horas) en la oscuridad. Los participantes recibieron comidas estandarizadas, es decir, comieron lo mismo en ambas intervenciones. Los niveles de azúcar en sangre se registraron continuamente mediante monitores colocados en la parte superior del brazo y se realizaron otras pruebas el último día y medio de cada intervención.
El día 4, se midió cada cinco horas el metabolismo del sustrato en 24 horas, el gasto energético en reposo y la relación de intercambio respiratorio (que indica si la fuente de energía es la grasa o los carbohidratos), y se extrajo sangre para evaluar los metabolitos circulantes. La temperatura corporal central se midió durante 24 horas.
El metabolismo de los sustratos, el gasto energético en reposo, la relación de intercambio respiratorio y la temperatura corporal central siguen un ritmo de 24 horas y los investigadores querían ver si esto difería en las dos condiciones.
El día 5 (el último medio día), se tomó una biopsia muscular en ayunas para evaluar la expresión de los genes del reloj, es decir, la actividad de los genes que participan en el reloj circadiano. A continuación, se realizó una prueba de comidas mixtas (MMT), una medida de la producción de insulina.
Los niveles de glucosa en sangre se mantuvieron dentro del rango normal (4,4-7,8 mmol/L) durante más tiempo en la intervención con luz natural que en la intervención con luz artificial (59% de los 4,5 días frente a 51%).
El índice de intercambio respiratorio fue inferior durante la intervención con luz natural que durante la intervención con luz artificial, lo que indica que a los participantes les resultaba más fácil pasar de utilizar carbohidratos a grasas como fuente de energía cuando se exponían a la luz natural. Per1 y Cry1, genes que ayudan a controlar los ritmos circadianos, estaban más activos con luz natural que con luz artificial.
El gasto energético en reposo y la temperatura corporal central siguieron patrones similares durante las 24 horas en ambas condiciones de luz. Los niveles séricos de insulina, medidos durante el MMT, fueron similares en ambas condiciones de luz, pero el patrón de glucosa sérica y ácidos libres plasmáticos fue significativamente diferente entre condiciones.
Los resultados, en particular el mejor control de la glucemia durante la invención de la luz natural, sugieren que la exposición a la luz natural es beneficiosa para el metabolismo, por lo que podría ayudar en el tratamiento y la prevención de la diabetes de tipo 2 y otras afecciones metabólicas, como la obesidad, afirma Habets.
"Nuestros estudios demuestran que el tipo de luz al que se está expuesto es importante para el metabolismo --resalta--. Trabajar en una oficina sin apenas exposición a la luz natural repercute en el metabolismo y en el riesgo o el control de la diabetes de tipo 2, por lo que hay que tratar de aprovechar al máximo la luz natural e, idealmente, salir al aire libre siempre que sea posible".
"Aún es necesario seguir investigando para determinar hasta qué punto la luz artificial afecta al metabolismo y la cantidad de tiempo que hay que pasar con luz natural o al aire libre para compensarlo", puntualiza.