MADRID, 25 Feb. (EDIZIONES) -
Conocer qué es el apego es fundamental. No es una moda, sino algo básico que se forja a lo largo de la vida, aunque la base más importante se construye en la infancia con nuestras familias y con nuestras primeras relaciones. Cómo lo construyamos determina, entre otras cosas, cómo son nuestras relaciones futuras en la vida adulta.
Marta Segrelles es psicóloga experta en terapia integradora, y cuenta con formación específica sobre apego seguro. Nos concede una entrevista a Europa Press Infosalus porque acaba de publicar 'Querida mamá: me dueles' (Bruguera), un manual que se centra en el apego y en cómo éste impacta sobre nuestra vida adulta.
Define el apego como "aquello que nos habla de cómo han sido nuestras primeras relaciones en la infancia, de cómo han sido cubiertas nuestras necesidades", y apunta que podemos tener ese 'apego seguro', aquel que cuando he tenido algún requerimiento emocional, éste ha sido cubierto; o bien podemos contar con un 'apego inseguro', aquel que se produce si han estado ahí pero no han cubierto mis necesidades; aunque recuerda que hay diferentes tipos de apego.
Según explica, es tan importante el apego porque esas relaciones en la infancia donde se establece esa seguridad en los vínculos determinarán cómo serán nuestros vínculos futuros. A la vez, subraya que ese apego hará que tengamos unos determinados patrones que se repetirán en la edad adulta, es decir, que de adulto según sea mi apego estaré más confiada en las relaciones, o bien seré capaz de reconocer el lado bueno de las relaciones si lo he vivido antes, tal y como ejemplifica esta psicóloga.
"Hay que pensar en el apego como una relación más allá de la infancia. No sólo hay que pensar en él en cada situación en la que tenemos la oportunidad de poder estar ahí; si no también en ese lado malo, o momentos de ruptura de la conexión. Por ejemplo, en los momentos de desconexión de una relación, de una ruptura, cuando alguien me decepciona. El apego que tenga determinará cómo le muestro mis emociones, y le expongo a esa persona cómo me estoy sintiendo. Veo cómo la otra persona reacciona, y esto me provoca unas sensaciones u otras; y comprendo si en esa relación me siento comprendida y escuchada, o si yo esperaba sentirme mejor después de hablar con esa persona y no ha sido el caso", relata Segrelles.
DÓNDE Y CÓMO SE CONSTRUYE
Los principales cuidadores, o quienes más están en nuestra infancia con nosotros, son quienes nos muestran los modelos de relaciones, quienes están ahí para atendernos, y normalmente es la familia donde se forja ese vínculo, ese apego. "Las bases se establecen en la infancia y luego, después, saco el aprendizaje de esas primeras relaciones; pero el apego también se puede ir moldeando", agrega Segrelles.
Resalta que puede darse el caso de esa persona que, quizá, en la infancia, he tenido un vínculo más inseguro, pero en la adolescencia encuentro a esas personas que me hacen sentir segura. "La tendencia va a ser que, si no vivo ese apego seguro en la infancia, en la vida adulta luego es probable que no confíe del todo en que otras personas me puedan ayudar. Son personas que hacen todo solas, que no piden ayuda, y que no comparten cuando están mal, porque cuando algo les pasaba no estaba nadie ahí para atenderles en esa infancia", sostiene Marta Segrelles.
CUANDO LOS PADRES SE EQUIVOCAN
A la hora de forjar ese apego en nuestros hijos para forjar ese apego seguro lo idóneo en su opinión es "estar conectados y escuchar", y cuando nos cuentan cosas que requieran de esa habilidad emocional, validarles emocionalmente; pero también cuando sucede alguna situación y si nos hemos equivocado poder reparar, 'me he dado cuenta de que te he dado una cosa, pero necesitabas otra'.
"Muchas veces ha brillado por su ausencia en nuestra infancia y cuando estábamos tristes nuestros padres nos animaban a estar mejor y no decían que no había tiempo para estar tristes. Antes, lo habitual era que si los adultos hacían algo malo nunca reconocían ese error porque se supone que el adulto es el que sabe hacer todo y no tiene que pedir disculpas por ello a sus hijos", remarca esta experta.
En este sentido, prosigue Segrelles, es cierto que esas faltas que han podido darse en la infancia pueden surgir en la adolescencia: "Si yo tengo esas faltas, cuando me enfrento a la vida contra los iguales, y en otras situaciones estresantes siento que no tengo herramientas para afrontarlo, y volvemos a experimentar esa soledad que ya teníamos en la infancia".
QUÉ DIFICULTA EL APEGO EN LA INFANCIA
En la infancia al final cuando los niños no tienen como ninguna explicación de por qué los adultos que deberían estar atendiéndoles están ahí, cuando no tienen esa narrativa, siempre recae en que deben ser ellos que tienen algún problema y algo malo tienen ellos, reseña esta especialista, y por eso en muchos casos presentan conductas en las que se portan bien para que la situación sea distinta, o empiezan a tener conductas de que se alejan de quienes soy porque están pendientes de las necesidades de los adultos, para complacerles
"Esa separación del mundo interno, que no lo nombran y que se deja en un segundo plano para satisfacer a los mayores, hace que de mayores sintamos esa desconexión con nosotros mismos y con nuestras necesidades", añade.
Según prosigue, muchas veces ese vacío de los padres en la infancia se muestra entonces en la vida adulta de los hijos además como un vacío en el interior, de una desconexión emocional, y en la que no conecto con quien soy y necesito. "De manera que, cuando somos padres, nos será más difícil interpretar qué es lo que necesitan nuestros hijos, para poder cubrir sus necesidades en ese momento en el que ya soy un adulto y puedo ofrecer. Pero muchas veces por esas faltas vividas en la infancia vivimos las dos cosas a la vez, esperamos que alguien pueda ver nuestras necesidades emocionales, y a la vez alguien depende de que las miremos", subraya.
Es más, destaca que de manera inconsciente podemos transmitir nuestros traumas a nuestros hijos en algunas conductas que tengamos con ellos: "Vengo de una familia donde no éramos muy cariñosos, nunca nos expresábamos amor, y entonces para mí eso es una falta en mi vida, y lo que voy a hacer cuando sea madre será intentar suplir esta carencia y ponerla sobre mis hijos. Muchas veces aquí dejamos de mirar qué necesitan nuestros hijos, y si necesitan más cercanía o de independencia o de autonomía; y esto impacta en ellos cuando todavía no podemos mirarlos, y lo que necesitan porque intentamos solventar de alguna manera nuestra historia".
Al final en lo que se refiere a los vínculos, Marta Segrelles mantiene que todo aquello que debería haber aprendido en la infancia sobre las relaciones, y sobre todo sobre las relaciones seguras, también identificar cuando alguien no me trata bien, me hará más difícil tratarme como merezco y también detectar situaciones donde vulneren mis necesidades o derechos, y me costará por ejemplo poder límites o expresar qué necesito.