MADRID, 21 May. (EUROPA PRESS) -
Las experiencias traumáticas más antiguas son más difíciles de superar en comparación con las recientes, pero los científicos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) han comenzado a comprender por qué, en estudios sobre circuitos cerebrales de ratones, y sus resultados señalan el camino para tratar el trauma a largo plazo en humanos, según publican en la revista 'Nature Neuroscience'.
La forma en que el cerebro afronta los traumas es compleja, y es intuitivo decir que los seres humanos superamos los traumas de forma diferente según hayan ocurrido hace mucho tiempo o sean recientes. Pero, ¿qué pruebas científicas tenemos sobre el modo en que el cerebro se enfrenta a los recuerdos traumáticos a corto y a largo plazo?
Los científicos de la EPFL han identificado las regiones específicas del cerebro de los ratones responsables de reprogramar las experiencias traumáticas hacia la seguridad, y las regiones cerebrales son efectivamente diferentes y dependen de si el trauma ocurrió hace poco o mucho tiempo. Descubrieron que podían facilitar la extinción de los recuerdos traumáticos de larga duración potenciando la actividad de una región primitiva del cerebro llamada núcleo reuniens.
"Los recuerdos traumáticos están tan cargados de emociones que son difíciles de 'borrar' o extinguir. A pesar de este hecho, se sabe sorprendentemente poco sobre estos recuerdos traumáticos a largo plazo --explica el catedrático de la EPFL Johannes Grff, investigador principal del estudio--. En nuestro estudio, es la primera vez que alguien investiga la extinción del miedo a nivel del circuito cerebral de los recuerdos traumáticos de larga duración".
En 2018, Grff y su equipo identificaron las células del cerebro responsables de reprogramar el trauma de larga duración hacia la seguridad, también en ratones. La misma célula que se activó durante una experiencia traumática también se activó después de la terapia, lo que indica que la propia célula traumatizada se reprogramó hacia la seguridad, lo que da una idea de cómo el cerebro lidia con el trauma a nivel celular.
Pero Grff y su equipo querían entender cómo se reprogramaban las células cerebrales traumatizadas hacia la seguridad y si otras regiones del cerebro facilitaban esta reprogramación. Lo que descubrieron fue que la vía canónica de extinción de los recuerdos recientes no interviene en la extinción de los llamados recuerdos traumáticos remotos o a largo plazo.
En el experimento, los ratones fueron sometidos a un "condicionamiento pavloviano del miedo", en el que recibían una descarga eléctrica desde el suelo. Un ratón traumatizado expresa su miedo congelándose, pero tras la terapia, el ratón recupera la confianza y la movilidad normal. Un grupo de ratones recibió la terapia un día después del traumatismo, mientras que otro grupo la recibió 30 días después.
Los científicos determinaron qué circuitos cerebrales estaban activos en ambos grupos de ratones. Descubrieron que una vía directa córtico-amigdalar estaba activa 1 día después del trauma, pero después de 30 días, estaba activa una vía indirecta, una que tenía sus raíces en el núcleo reuniens.
"Curiosamente, la actividad en el reuniens alcanzó su punto máximo poco antes de que el ratón dejara de expresar el miedo. Es como si la actividad en el reuniens anticipara el final de la congelación --continúa Grff--. Cuando manipulamos la actividad del reuniens, ajustada al tiempo de estos picos, vimos que, efectivamente, era importante para regular el miedo. Cuando aumentamos la actividad, los ratones se congelaron menos. Cuando la inhibimos, los ratones se congelaron más".
"Esa anticipación de cuándo termina la congelación es, en realidad, probablemente el hallazgo más esclarecedor de nuestra investigación desde una perspectiva puramente técnica", añade.
Los resultados proporcionan una visión a nivel del circuito cerebral de por qué los recuerdos traumáticos son persistentes y más difíciles de extinguir. También arrojan luz sobre los mecanismos cerebrales que intervienen en la recuperación de los recuerdos traumáticos a largo plazo.
Convertir este reciente descubrimiento en una terapia para las personas que sufren un trastorno de estrés postraumático u otras experiencias traumáticas de larga duración que afectan a la salud mental sigue siendo un reto. En colaboración con un instituto asociado de los Países Bajos, los científicos tienen actualmente la aprobación para estudiar mecanismos cerebrales similares en humanos.