MADRID, 15 Jul. (EDIZIONES) -
El miedo es una de las emociones más comunes entre los seres humanos y también de las más poderosas y limitantes. Además, llegados a un límite puede llegar a perjudicar a nuestra salud. Muchas veces, por evitar el miedo no cambiamos de pareja, de casa o de trabajo; no decimos lo que pensamos y preferimos lo malo conocido a lo bueno por conocer. En casos extremos, el miedo puede resultar tan paralizante que limite seriamente nuestra vida.
“Bajo expresiones como ‘estoy preocupado’, ‘vivo estresado’ o ‘me siento ansioso’ se esconde la incapacidad para afrontar las situaciones que nos depara la vida y tomar decisiones que nos harían alcanzar nuestros sueños”, advierte en una entrevista con Infosalus Anna San Molina, neuropsicopedagoga sanitaria, con motivo de la publicación de ‘Miedo a tener miedo’ (Amat editorial).
Según explica, las emociones nos ayudan a sobrevivir, y el miedo es una de ellas. Pero, según advierte, cuando esta emoción ya no funciona a nuestro favor, se convierte en un obstáculo, se puede convertir en un estorbo. El miedo, en concreto, precisa que tiene patologías ligadas al malestar general, como los trastornos de ansiedad, las fobias y los trastornos de pánico.
Para poder entenderlo, pide diferenciar en la vida diaria lo que es el miedo de la ansiedad. “Los miedos siempre son emociones ligadas al presente. Pasa justo en el presente y hace que emitas una respuesta que te das cuenta cuando ya la has realizado. Mientras, la ansiedad mira al futuro, siempre es el miedo a si pasa algo, te permite organizar una respuesta para presentarte a un examen o entrevista de trabajo, se mira hacia el futuro”, sostiene la psicóloga sanitaria.
Es más, indica que se convierten en patológicas cuando desaparece aquello que lo provocó pero se mantiene la activación: “Voy a cruzar el paso de peatones, aunque sigo el mismo miedo, como si me hubieran atropellado. Mientras que en los humanos el miedo y la ansiedad se puede quedar ahí, las emociones son como las olas que van y vienen y, cuando se quedan instaladas son patológicas y representan un estorbo para vivir”.
En este sentido, Molina precisa que todas las patologías relacionadas con el miedo tienen tres componentes y, dependiendo de la persona, uno es preferente o está más activado, pero siempre tiene tres. Además, señala que hay personas que activan los tres de golpe o sólo uno.
En primer lugar, la experta cita la parte más fisiológica o corporal, como la taquicardia, la dificultad respirar, la sudoración en manos, cierta rigidez, el dolor en las cervicales o en el pecho, por ejemplo; un segundo componente sería la emoción, esa sensación en el pecho de que algo va a pasar, un susto muy difícil de explicar, como una sensación de desasosiego, no es emocional, es el susto, la angustia; y el tercero es cognitivo, el pensamiento, si yo tengo miedo a que me puedan abandonar, a decir algo porque me vayan a abandonar, y esa parte cognitiva te dice que le des vueltas a la idea.
EL ENTRENAMIENTO ATENCIONAL
Así con todo, la psicóloga clínica defiende que para evitar llegar a ese punto de darle tantas vueltas a las cosas hay distintas estrategias y entre ellas destaca el entrenamiento atencional: “El componente rumiativo se puede tener muy exacerbado, todo el día das vueltas a las cosas de forma excesiva. Por ello, no hay que fijar la atención en eso y sí centrarse en otro tema, en caminar, en cocinar, por ejemplo. Con este ejercicio se consigue redireccionar la atención”.
Según explica, se trata de un ejercicio que tiene tres fases: En la primera se dedican 2 minutos a oír dos estímulos auditivos que compiten entre sí para captar tu atención. “Recomiendo poner un metrónomo con un ‘tic tac’, y en el mismo momento poner una música sin letra. Se oye en el mismo aparato en el ordenador o teléfono a la vez y compiten por captar tu atención. Dedicas 10 segundos al metrónomo y otros 10 a la música. Con esto tu atención tiene que centrarse y focalizarse entre un estímulo u otro, aunque se oiga de fondo”, agrega
En la fase dos dice que hay que estar un minuto prestándole atención a la música, y luego un minuto al tic tac del metrónomo. “La cuestión es que halla una atención selectiva y la otra alternativa”, precisa. En la tercera fase se va a intentar atender a los dos estímulos a la vez. “Se puede hacer aunque parezca difícil porque comes con alguien pero piensas en otra cosa”, añade.
En total el ejercicio consta de 6-8 minutos y suele pedirse que la persona lo realice una o dos veces al día. Con esto se pretende que el paciente deje de prestar atención a lo que no debe, y sí piense y se centre en el presente, que es en lo que tiene que fijarse.
“Las personas cuando tenemos malestar viajamos entre el pasado y el futuro y en el pasado lamentamos todas las pérdidas y lo que no hicimos bien. Es el mundo de estar triste sin energía, el de la depresión en el extremo, y cuando nos cansamos vamos al futuro, pensamos y si pasa esto, y si pasa aquello. Y éste es el mundo de la preocupación, de estar tenso, y en el extremo es el mundo de la ansiedad”, agrega.
Por eso, insiste Anna Molina en que cuando hay malestar se pasa del pasado al futuro y se salta el presente, donde se cargan las pilas, donde se vive y se obtiene” satisfacción. Por ello, hay que aprender a focalizar la atención para quedarse en el presente. En el presente hay otro ejercicio que viene muy bien, el mindfulness”, sentencia.