Hígado
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Actualizado: miércoles, 13 septiembre 2017 7:51

MADRID 13 Sep. (EUROPA PRESS) -

El cáncer de hígado ocurre predominantemente en pacientes cuyo hígado ha sido dañado como resultado de una enfermedad crónica, pero hasta ahora, ha permanecido oculto cómo estos acontecimientos se vinculan en el nivel molecular. Un equipo internacional de científicos del Centro Alemán de Investigación del Cáncer y de la Universidad de Zurich, en Alemania, ha demostrado que la muerte crónica de células promueve el desarrollo del cáncer. Cuantas más células mueren, más células restantes tienen que dividirse y en este proceso, acumulan mutaciones: terreno fértil para el desarrollo del cáncer de hígado.

El cáncer de hígado (carcinoma hepatocelular) solía estar entre los tipos de cáncer menos comunes en Alemania; pero en las últimas décadas, el número de personas diagnosticadas con esta enfermedad también han aumentado en este país. Las personas que sufren de cirrosis hepática, hepatitis B o C, obesidad o diabetes mellitus tipo 2 están particularmente en riesgo de desarrollar cáncer de hígado; que también es más frecuente como consecuencia de una enfermedad hepática crónica, que se ha vuelto cada vez más común en Alemania.

Un equipo internacional de investigadores dirigido por Mathias Heikenwälder y su socio de colaboración, Achim Weber, de la Universidad de Zurich, han descubierto ahora que una enzima llamada caspasa 8 desempeña un papel doble importante en este proceso. Los estudios se realizaron en ratones como un primer paso, pero los datos de pacientes muestran que los resultados pueden transferirse a los seres humanos.

LA MUERTE CELULAR NO PROTEGE FRENTE AL CÁNCER A TEJIDOS ENTEROS

Por un lado, la caspasa 8 es importante para el proceso de muerte celular programada, o apoptosis. Las células que han sufrido una transformación maligna se eliminan por apoptosis para proteger el organismo. Por lo tanto, un lema sostenido durante mucho tiempo fue que la apoptosis protege contra el cáncer; pero esta nueva investigación demuestra que esto sólo es cierto para cada célula individual y no para tejidos enteros.

Si demasiadas células a la vez sufren apoptosis, esto promueve el desarrollo de cáncer. La razón es que las células hepáticas restantes tienen que dividirse a tasas mucho más altas para compensar el tejido perdido. "Las células hepáticas no están acostumbradas a altas tasas de división, no pueden hacer frente y cometer errores", explica Mathias Heikenwälder, del Centro Alemán de Investigación del Cáncer (Deutsches Krebsforschungszentrum, DKFZ), en Heidelberg.

Los pacientes con inflamación crónica del hígado acumulan altos niveles de daño al ADN, que es terreno fértil para el cáncer. Cuantas más mutaciones se hayan acumulado en el ADN de una célula, más probable es que la célula salga de su ciclo de vida normal y comience a proliferar y crecer fuera de control.

Sin embargo, la caspasa 8 tiene otra función completamente diferente. La molécula es parte de un nuevo complejo más grande que reconoce el daño en el ADN y desencadena mecanismos de reparación. Las funciones de apoptosis y reparación funcionan independientemente entre sí y también pueden ser influenciadas por separado.

Esto es particularmente importante para el tratamiento del cáncer de hígado y la enfermedad hepática crónica. Si bien la eliminación completa de la enzima caspasa 8 evitaría la muerte celular programada y el desarrollo de cáncer, también robaría a la célula un mecanismo de reparación del ADN; por lo que este efecto debe evitarse. Los científicos planean investigar si también suceden procesos similares en otros tipos de cáncer y estudiar la dinámica de este mecanismo con más detalle. "Hasta ahora, no sabemos cuándo y por qué la caspasa 8 y otras moléculas se unen para buscar daño en el ADN --apunta Heikenwälder--. Muchas preguntas siguen sin respuesta".

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