MADRID, 12 Feb. (EDIZIONES) -
La neurodivergencia se refiere a las diferencias naturales en el funcionamiento del cerebro que hacen que las personas piensen, procesen información, y experimenten el mundo de manera distinta. Este término abarca condiciones como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el trastorno del espectro autista (TEA), la dislexia, la dispraxia, así como otras variaciones neurológicas.
En el caso de la obesidad, ésta representa un fenómeno complejo que no se reduce a un número en la báscula, sino que es esencial entenderla como una interacción entre mente, cuerpo, y entorno, tal y como defiende en una entrevista con Europa Press Infosalus Tatiana Lacruz, psicóloga sanitaria experta en trastornos de la conducta alimentaria, y directora del Máster universitario en TCA y Obesidad de la Universidad Europea de Madrid, y que precisamente dio una charla en la que trataba estos asuntos, durante el XX Congreso Nacional la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO).
Cada persona, según continúa, merece un enfoque adaptado a sus circunstancias y a sus necesidades específicas. Por eso, insiste en que las soluciones generalizadas, como las dietas restrictivas o los tratamientos estandarizados, rara vez abordan la raíz del problema de manera efectiva.
En este sentido, en su opinión es fundamental alejarse de la perspectiva pesocentrista en estos casos. "En lugar de centrarnos exclusivamente en el peso debemos enfocarnos en el bienestar integral, promoviendo la salud física, emocional, y social. Esto incluye trabajar en la conexión mente-cuerpo, fomentar sensaciones corporales positivas, y priorizar la autoaceptación", agrega.
POR QUÉ HAY QUE VALORAR LA NEURODIVERGENCIA EN OBESIDAD
Aquí destaca que la neurodivergencia de la que hablábamos al principio es un "aspecto crucial a considerar", ya que muchas personas con condiciones como TDAH, TEA, o dislexia enfrentan desafíos únicos en su relación con la comida y el cuerpo: "Estas diferencias neurológicas pueden influir en la regulación emocional, en la impulsividad, o en las preferencias alimentarias; aparte de que requieren intervenciones altamente personalizadas. Reconocer y respetar estas necesidades es clave para diseñar estrategias efectivas y sostenibles".
En este contexto, avanza que la atención psicológica aporta herramientas para el manejo emocional, la prevención de recaídas, y la creación de hábitos saludables que funcionen para cada individuo, independientemente de su neurodivergencia.
"Cambiar la narrativa hacia el respeto y la inclusión puede marcar una diferencia significativa en la forma en la que abordamos este desafío. Finalmente, recordemos que el camino hacia la salud no es lineal. Es un proceso de aprendizaje y de adaptación que requiere de paciencia, de empatía, y de un enfoque integral que valore a la persona más allá de su peso o de sus diferencias neurológicas", agrega.
LA NEURODIVERGENCIA Y LA OBESIDAD, UN PASO MÁS
Cuenta esta especialista que la neurodivergencia "no implica un déficit o un error", sino una forma diferente de funcionamiento cognitivo que puede traer fortalezas y desafíos únicos: "La neurodivergencia busca validar estas diferencias como parte de la diversidad humana, en lugar de considerarlas exclusivamente como trastornos que necesitan ser 'corregidos'".
Dice que entre un 15-20% de la población presenta algún tipo de neurodivergencia y, además, asegura que determinadas condiciones, como el TDAH, se encuentran en la literatura científica estrechamente relacionadas con la obesidad.
"Identificar a estas personas puede ayudar a realizar con ellas un trabajo más adecuado en función de sus necesidades. Por ejemplo, sabemos que las personas con TDAH pueden tener dificultades para regular sus impulsos y sus emociones. En el Trastorno de Espectro Autista las sensibilidades sensoriales pueden limitar las opciones alimentarias dificultando una dieta equilibrada", menciona Lacruz.
A su vez, esta psicóloga sostiene que las personas neurodivergentes suelen enfrentarse al estigma y a la incomprensión social, aumentando el estrés, y favoreciendo conductas alimentarias desadaptativas. "También pueden relacionarse con trastornos del sueño, que pueden desregular las hormonas del apetito, y favorecer un aumento de peso", remarca.
En este contexto, la miembro de la SEEDO lamenta que, habitualmente, los planes genéricos para la obesidad suelen pasar por alto necesidades específicas de las personas neurodivergentes, reduciendo su efectividad. "Por ejemplo, no se consideran las dificultades para planificar, seguir unas determinadas rutinas, o bien manejar el estrés", apostilla.
LA ADICCIÓN CRUZADA EN OBESIDAD
En este contexto, Tatiana Lacruz, directora del Máster universitario en TCA y Obesidad de la Universidad Europea de Madrid, señala que la adicción cruzada ocurre cuando al tratar de eliminar un comportamiento adictivo del individuo, este acaba siendo reemplazado por otro.
En concreto, en materia de obesidad precisa que puede manifestarse como:
· Uso emocional de la comida: Al superar una adicción previa, las personas pueden recurrir a la alimentación como regulación emocional.
· Ciclos de recompensa: Los alimentos ultraprocesados activan mecanismos cerebrales similares a sustancias adictivas.
· Impacto del estigma: El juicio social y las dietas restrictivas pueden perpetuar patrones adictivos.
LAS ADICCIONES QUE MÁS FRECUENTES SE ASOCIAN CON LA OBESIDAD
A su vez, esta psicóloga sanitaria experta en trastornos de la conducta alimentaria remarca que la obesidad puede relacionarse con comportamientos adictivos asociados con el alcohol, con la tecnología, y con el uso de pantallas, así como con el tabaco, y con las compras compulsivas.
"Sin embargo, la obesidad no debe ser abordada como una adicción. Dentro de la población con obesidad conviven personas que se encuentran física y psicológicamente sanas, personas que presentan comorbilidades físicas y psicológicas, y después personas con rasgos que favorecen el desarrollo de obesidad", advierte.
Incluso cuando se habla de una obesidad asociada a un comportamiento adictivo, según prosigue, el objetivo de la intervención sería trabajar factores comunes, como la variable impulsividad, en lugar de plantear la propia obesidad como una adicción. "Considerar la obesidad una adicción puede resultar estigmatizante, y generar graves consecuencias en la población con obesidad", remarca esta experta.
ATENCIÓN PSICOLÓGICA EN LA PREVENCIÓN Y MANEJO DE LA OBESIDAD
En último lugar, esta experta de la SEEDO hace hincapié como contaba al principio en la importancia de la atención psicológica, "fundamental para abordar los problemas asociados a las personas con obesidad desde una perspectiva integral y personalizada".
A su juicio, ésta ayuda a diseñar intervenciones adaptadas a las necesidades y a los contextos individuales, considerando no sólo el comportamiento alimentario, sino también las emociones, los pensamientos, y las dinámicas sociales de cada persona. "Los psicólogos identifican patrones de pensamiento, como la mentalidad de 'todo o nada', y trabajan en estrategias que fomenten la flexibilidad y la adherencia a largo plazo", agrega.
Un aspecto crucial, en su opinión, es el manejo del estrés y de las emociones: "Muchas personas utilizan la comida como un mecanismo para lidiar con la ansiedad, con la tristeza, o con la frustración. A través de técnicas como el 'mindfulness', la relajación, o la reestructuración cognitiva, la psicología enseña a gestionar estas emociones de manera saludable. Además, fomenta la autoaceptación y la compasión, reduciendo el impacto del estigma social, y promoviendo una imagen corporal positiva, así como una relación más equilibrada con el cuerpo y la comida".