MADRID, 13 Feb. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad Etvs Loránd (Hungría) han estudiado si la percepción del tiempo cambia con la edad y, en caso afirmativo, cómo y por qué percibimos el paso del tiempo de forma diferente.
El tiempo puede jugar malas pasadas. Muchos de nosotros hemos experimentado la ilusión de que aquellos largos veranos de la infancia parecían mucho más largos que los mismos tres meses que sentimos ahora como adultos.
Aunque podemos discutir por qué un verano puede parecer más largo que otro y cómo la percepción del tiempo puede comprimir y dilatar las duraciones en función de diversos factores, podemos organizar fácilmente un experimento para obtener más información.
Este estudio, publicado en la revista científica 'Scientific Reports', acaba de hacerlo. Los investigadores se preguntaron cómo afecta la agitación a nuestras estimaciones de la duración al sondear distintos hitos de nuestro desarrollo cognitivo.
Dispusieron tres grupos de edad, de 4 a 5, de 9 a 10 y de 18 años en adelante, y les hicieron ver dos vídeos de 1 minuto cada uno. Los dos vídeos se extrajeron de una popular serie de dibujos animados, equilibrados en características visuales y acústicas, excepto en una característica: el carácter de acontecimiento.
Uno de los vídeos consistía en una rápida sucesión de acontecimientos (un policía que rescata animales y detiene a un ladrón), y el otro era una secuencia monótona y repetitiva (seis presos sombríos que escapan en un bote de remos).
Los investigadores reprodujeron los dos vídeos en un orden equilibrado del 50 por ciento, viendo primero el de acontecimientos. Después de ver ambos vídeos, sólo hicieron dos preguntas: "¿Cuál era más largo?" y "¿Puedes mostrar las duraciones con los brazos?". Preguntas fáciles de entender incluso para un niño de 4 años.
Los resultados mostraron un fuerte sesgo en cada grupo de edad, pero en el caso de los niños de preescolar, sorprendentemente, en la dirección opuesta.
Mientras que más de dos tercios de los niños de preescolar percibían que el vídeo lleno de acontecimientos era más largo, tres cuartas partes del grupo de adultos opinaban lo mismo del vídeo sin acontecimientos. El grupo intermedio expresó un sesgo similar pero más moderado que el adulto.
Mediante la inclusión del grupo intermedio (niños de 9 a 10 años), se pudo estimar el punto de inflexión en torno a los 7 años. En cuanto a la orientación de los brazos y la distancia, se observó una tendencia creciente a utilizar la extensión horizontal de los brazos con la edad.
Mientras que los niños en edad preescolar utilizaban un 50-50 por ciento de gestos verticales y horizontales, en la edad escolar esa proporción cambiaba a un 80-90 por ciento a favor de la expresión horizontal de los brazos.
El resultado es inesperado porque ninguno de los modelos biológicos de percepción del tiempo podría haberlo predicho. Los modelos biológicos de percepción del tiempo se dividen en dos categorías: las neuronas cerebrales con marcapasos y las neuronas que muestran una frecuencia de disparo decreciente con el tiempo.
Sin embargo, 'quién' interpretaría esas señales en el cerebro sigue siendo una incógnita. Ambas clases de modelos suponen una mejora continua dependiente de la edad con el paso del tiempo. Esto no es lo que encontraron los investigadores. En cambio, lo que hallaron fue un cambio en las proporciones de duración percibida entre el grupo de los más jóvenes y los dos de más edad, con un punto de inflexión a los 7.
Los investigadores apuntan que, aunque el enigma del tiempo ha intrigado y seguirá intrigando a la mente humana, "es esencial darse cuenta de que estos conceptos fundamentales, como el tiempo y el espacio, son más complejos de lo que podemos precisar ciertos tipos de neuronas del cerebro".
"Para manejar conceptos tan abstractos, es necesario conectar todas las piezas biológicas y cognitivas. ¿Completaremos algún día ese rompecabezas? Sólo el tiempo lo dirá", han remachado.