¿Por qué los niños se sorprenden más que los adultos?

Archivo - Surprised kid sitting at table
Archivo - Surprised kid sitting at table - GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / EVGENY ANDREEV
Publicado: lunes, 8 enero 2024 8:09


MADRID, 8 Ene. (EUROPA PRESS) -

La inocencia e inexperiencia de los niños hace que, para ellos, el mundo esté lleno de sorpresas, y, sin embargo, los adultos son mucho más difíciles de sorprender, pero ¿hay alguna explicación más para este suceso? Sí, detrás de esta situación aparentemente sencilla hay procesos cerebrales más complejos que explican por qué el ser humano se sorprende o no, según apuntan investigadores de la Universidad de Basilea (Suiza) que han utilizado ratones para descifrar cómo se desarrollan en el cerebro en crecimiento las reacciones ante lo inesperado.

A los bebés les encanta jugar al juego del 'cucú', que consiste en taparse la cara y aparecer de nuevo, y siguen reaccionando incluso a la décima aparición repentina de su pareja en el juego como si fuese la primera vez y no supieran en qué consiste el juego. Reconocer lo inesperado es una importante capacidad cognitiva ya que nuevo también puede significar peligroso.

Sin embargo, la forma exacta en que se procesan las sorpresas en el cerebro cambia a medida que crecemos: los estímulos inusuales se clasifican mucho más rápidamente como "importantes" o "poco interesantes" y son significativamente menos sorprendentes la segunda y tercera vez que aparecen.

Esta mayor eficacia tiene mucho sentido: los nuevos estímulos pueden llamar nuestra atención, pero no provocan una reacción innecesariamente fuerte que nos cueste energía. Aunque esto pueda parecer trivial a primera vista, hasta ahora se ha investigado muy poco este hecho en el contexto del desarrollo del cerebro.

Los experimentos con ratones jóvenes realizados por el equipo de investigación de la profesora Tania Barkat han empezado a descifrar cómo procesa el cerebro en desarrollo los sonidos sorprendentes y qué cambia a medida que crecemos. Estos hallazgos han sido publicados en la revista 'Science Advances'.

En sus experimentos, los investigadores utilizaron secuencias de sonidos en las que se oía un tono diferente a intervalos irregulares entre una serie de tonos idénticos. Al mismo tiempo, registraron las ondas cerebrales de los animales. Este proceso se conoce como "paradigma de las bolas raras" y es utilizado por los profesionales de la salud para fines como el diagnóstico de la esquizofrenia.

Gracias a estas mediciones, los investigadores pudieron comprender cómo evolucionaba con el tiempo la reacción de las distintas regiones cerebrales al cambio de tono en los ratones jóvenes. Esta reacción era inicialmente muy fuerte, pero disminuía a medida que la región cerebral en cuestión maduraba, hasta alcanzar un nivel comparable al de las mediciones en animales adultos. Sin embargo, este desarrollo no se produce simultáneamente en las distintas zonas del cerebro que procesan el sonido.

Una región conocida como colículo inferior, situada al principio de la ruta que va del nervio auditivo a la corteza auditiva, ya estaba completamente madura en los animales a la edad de 20 días, el momento más temprano estudiado por el equipo. Un segundo lugar, el tálamo auditivo, no mostró una reacción "adulta" al tono diferente hasta los 30 días.

El desarrollo en la corteza cerebral propiamente dicha, la corteza auditiva primaria, tardó aún más, hasta el día 50. "El desarrollo de la reacción de sorpresa empieza en la periferia y termina en la corteza cerebral", explica la responsable del estudio, Tania Barkat. Por tanto, la corteza cerebral madura mucho más tarde de lo esperado, lo que en años humanos equivaldría aproximadamente a los 20 años.

Los investigadores también observaron que las experiencias desempeñan un papel clave en el desarrollo de la respuesta de sorpresa en la corteza cerebral. Si los ratones se criaban en un entorno sin ruido, el procesamiento de sonidos inesperados en el córtex auditivo se retrasaba considerablemente.

Una posible explicación es que el cerebro -y la corteza cerebral en particular- se forma una imagen interna del mundo durante el crecimiento, que luego compara con estímulos externos. Cualquier cosa que no se corresponda con esta "visión del mundo" es una sorpresa, pero también puede dar lugar a una actualización.

"Sin experiencia con sonidos, sin embargo, la corteza cerebral de estos ratones es incapaz de desarrollar ese modelo del mundo", afirma la neurocientífico Barkat. Como resultado, el animal es incapaz de categorizar correctamente los sonidos en "familiares" e "inesperados".

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