MADRID 18 Nov. (EUROPA PRESS) -
En un estudio a nivel poblacional de 1.105 adultos con enfermedad glomerular estable (un tipo de enfermedad renal autoinmune), una primera dosis de la vacuna COVID-19 no se asoció con el riesgo de recaída, si bien recibir una dosis posterior se asoció con un riesgo relativo 2 veces mayor de recaída, según publican en el 'Journal of the American Society of Nephrology'.
Varios informes han descrito una recaída de ciertas enfermedades renales autoinmunes en pacientes después de haber recibido las vacunas COVID-19, pero no está claro si esta asociación es real o una coincidencia. En el nuevo estudio a nivel de población, los investigadores descubrieron que una segunda o tercera dosis de la vacuna COVID-19 se asociaba con un mayor riesgo relativo pero un bajo riesgo absoluto de recaída de la enfermedad.
Las personas con enfermedades glomerulares -un grupo de enfermedades renales autoinmunes que a menudo requieren un tratamiento a largo plazo con medicamentos que suprimen el sistema inmunitario- tienen un alto riesgo de desarrollar infecciones graves y son más propensas a experimentar complicaciones de infecciones como la de COVID-19.
A medida que los programas de vacunación se extendían, empezaron a surgir informes de casos individuales que describían brotes de enfermedad glomerular que se producían a los pocos días o semanas de las vacunas COVID-19, lo que sugería que la propia vacuna podía haber inducido un brote de la enfermedad renal autoinmune. Estos informes eran muy limitados y, en ausencia de una población de control, no podían proporcionar estimaciones precisas del verdadero riesgo de reagudización de la enfermedad que podría estar asociado a las vacunas COVID-19.
Para aportar claridad, un equipo dirigido por Sean Barbour, de la Universidad de la Columbia Británica, y Mark Canney, de la Universidad de Ottawa, estudió la información de todos los pacientes de la Columbia Británica (Canadá) que padecían las siguientes enfermedades glomerulares: enfermedad de cambios mínimos, glomeruloesclerosis segmentaria focal, nefropatía membranosa, nefropatía IgA, nefritis lúpica, glomerulonefritis relacionada con anticuerpos antineutrófilos y glomerulonefritis C3.
Mediante la captura de todos los pacientes con enfermedad glomerular confirmada por biopsia en una base de datos provincial centralizada con vinculación tanto a los datos de laboratorio como al estado de vacunación a lo largo del tiempo, los investigadores cuantificaron el riesgo absoluto y relativo de recaída de la enfermedad glomerular tras la vacunación con COVID-19.
El análisis identificó a 1.105 adultos con enfermedad glomerular estable cuando las vacunas COVID-19 estuvieron disponibles por primera vez. Durante 281 días de seguimiento, 134 pacientes (12,1%) experimentaron una recaída.
Aunque la primera dosis de la vacuna no se asoció con el riesgo de recaída, la exposición a una segunda o tercera dosis se asoció con un riesgo relativo 2 veces mayor de recaída; sin embargo, el aumento absoluto del riesgo de reagudización de la enfermedad después de estas dosis seguía siendo pequeño, y oscilaba entre el 1 y el 5% dependiendo del tipo de enfermedad glomerular. La mayoría de los brotes de la enfermedad asociados a la vacuna fueron leves, y aproximadamente 1 de cada 5 personas necesitó algún cambio de tratamiento.
"Estos resultados indican que, aunque las vacunas COVID-19 pueden asociarse a un pequeño aumento del riesgo de provocar un brote de la enfermedad glomerular, este riesgo es muy pequeño, y los beneficios bien establecidos de la vacunación superan con creces estos riesgos", explica el doctor Barbour.
"Esto debería animar a las personas con enfermedad glomerular a seguir vacunándose regularmente contra la COVID-19 --prosigue--. Nuestros hallazgos también sugieren que las personas con enfermedad glomerular deben tener un seguimiento cuidadoso después de las vacunas COVID-19 para captar cualquier brote temprano de su enfermedad".
Añade que el estudio demuestra cómo los informes individuales sobre los efectos secundarios de las vacunas pueden dar lugar a una angustia y una preocupación innecesarias entre las personas que deciden recibir las vacunas contra la COVID-19.
Por el contrario, es necesario realizar estudios adecuados que proporcionen estimaciones del riesgo real, para que la gente pueda estar debidamente informada. "En este estudio, confirmamos los informes iniciales sobre una posible complicación de las vacunas COVID-19, pero también demostramos que este riesgo es muy pequeño y que la gravedad de la complicación fue bastante leve", destaca.
En un editorial adjunto se señala que los hallazgos proporcionan información importante a la hora de discutir los pros y los contras de la vacunación con COVID-19 en pacientes con enfermedad glomerular.