MADRID, 13 Jul. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) han descubierto cómo los síndromes de fatiga postviral, incluido la COVID-19 persistente, se convierten en enfermedades que cambian la vida y por qué los pacientes sufren recaídas frecuentes.
Se sabe que la encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), que suele surgir a raíz de una infección vírica, provoca síntomas cerebrales de neuroinflamación, pérdida de homeostasis, niebla cerebral, falta de sueño reparador y escasa respuesta incluso a pequeños factores de estrés.
La COVID-19 persistente tiene efectos similares en las personas y se cree que también está causada por la neuroinflamación.
El autor principal del trabajo, el profesor emérito Warren Tate, del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Otago, afirma que no se sabe muy bien cómo se desarrollan estos efectos debilitantes en el cerebro.
En un estudio publicado en la revista científica 'Frontiers in Neurology', él y sus colegas de Otago, la Universidad Victoria de Wellington y la Universidad Tecnológica de Sydney desarrollaron un modelo unificador para explicar cómo los síntomas centrados en el cerebro de estas enfermedades se mantienen a través de una conexión cerebro-cuerpo.
Proponen que, tras una infección vírica inicial o un acontecimiento estresante, la posterior patología sistémica se traslada al cerebro a través de las vías neurovasculares o de una barrera hematoencefálica disfuncional. Esto da lugar a una neuroinflamación crónica, que conduce a una enfermedad sostenida con ciclos de recuperación de recaídas crónicas.
El modelo propone que la curación no se produce porque una señal circula continuamente desde el cerebro al cuerpo, lo que provoca la recaída del paciente.
La creación de este modelo no sólo es importante para el "enorme esfuerzo de investigación que tenemos por delante", sino también para dar reconocimiento a los enfermos de EM/SFC y COVID-19 persistente.
"Estas enfermedades están estrechamente relacionadas, y está claro que la base biológica de la COVID-19 persistente está inequívocamente conectada con la infección original por COVID-19, por lo que ya no debería haber ningún debate ni duda sobre el hecho de que los síndromes de fatiga postviral como el EM/SFC tienen una base biológica y una fisiología muy alterada", afirma Tate.