MADRID, 12 Abr. (EDIZIONES) -
El apego es algo innato en la crianza de nuestros hijos. Es la capacidad de los mamíferos de vincularnos a otra persona para que ésta nos proteja, y nos aporte el cariño necesario para poder desarrollarnos plenamente. Lo que pasa es que debemos construirlo de forma segura, correctamente, porque si no podrán desarrollarse problemas en el futuro de los pequeños.
La psiquiatra Nuria Núñez explica que el apego seguro se va construyendo desde que el bebé nace, a partir de la relación del pequeño con sus cuidadores o padres, con sus "figuras de apego", de manera que, "a través de cómo nos cuiden y enseñen, van a enseñarnos a relacionarnos con el mundo".
En 'Los niños también se deprimen' (La Esfera de los Libros), por el que la entrevistamos en Infosalus, manifiesta que un niño con apego seguro es aquel que ha aprendido que es querido y en consecuencia para él, el mundo es seguro, tiene la autoestima alta, o por ejemplo sabe desenvolverse sin problemas en sociedad.
"Si un bebé no es consolado en su demanda, ni es atendido por lo que sea, no será capaz de calmarse, y vivirá en un estado constante de estrés y de ansiedad. Desarrollará creencias del tipo 'estoy solo', 'no puedo confiar', 'no pertenezco a un grupo', etc. En cambio, si cuando somos pequeños nos enseñan que nos van a atender siempre, cuando nos relacionemos con iguales o adultos entenderemos así el mundo, como un lugar seguro, placentero, donde la gente nos va a tratar bien", subraya esta especialista.
Pero si no nos han cuidado correctamente y nos han transmitido que no somos importantes, o que nuestras opiniones no son dignas de ser escuchadas, Núñez mantiene que estos pequeños desarrollarán creencias negativas sobre sí mismos, que condicionarán en el futuro el cómo se enfrentarán al mundo.
CÓMO SE CONTRUYE EL APEGO SEGURO
El apego dice que se construye desde que nos ponen al bebé en brazos en el hospital. ¿Y cómo construirlo en el día a día de forma segura? Insiste en este aspecto en que lo importante es que el bebé se sienta siempre cuidado, visto, es decir, que si estoy con el bebé no estoy mirando la tele o a una pantalla o sin hacerle caso, y que si llora le atendamos.
"Si no lo hemos trabajado en la etapa de bebe será más difícil corregirlo en la adolescencia. Es un trabajo del día a día durante toda la crianza del niño", afirma esta psiquiatra.
Ya cuando son más mayores, y por ejemplo llega la época de las rabietas, en los dos años, ya dice que se deben poner los límites de forma asertiva, desde el cariño, y la comprensión; "siempre adaptando las normas a la edad del menor si se va haciendo mayor, con una crianza asertiva".
Así, esa psiquiatra refiere que dentro de los modelos de crianza tenemos una autoritaria, otra asertiva, y la pasiva: "La asertiva es aquella en la que quiero a mi hijo, le doy cariño y comprensión, pero a la vez soy capaz de ponerle unos límites claros. Estos le dan seguridad, el saber hasta dónde pueden exponerse; pero a la vez el padre está abierto al diálogo, y es capaz de hacerse entender y de llegar a un acuerdo con el menor, o de enmendar la situación si se equivoca".
Mientras, señala que la autoritaria es la "clásica de toda la vida", en la que algo es de determinada forma porque así lo dice el padre; y la pasiva aquella en la que el niño hace lo que le da la gana, y el padre no es capaz de acotarle, ni de delimitarle nada.
Además, resalta que, aunque aprendemos a vincularnos primero a través de nuestros padres, "nuestras primeras figuras de apego", luego seguiremos aprendiendo de nuestras experiencias y de nuestras relaciones con los amigos, parejas, e incluso con nuestros propios hijos.
EL APEGO, BASE PARA EVITAR PROBLEMAS DE SALUD MENTAL
Con ello, destaca esta psiquiatra que el tipo de apego que construyamos en los menores hará que estos entiendan el mundo de cierta manera. "El niño, si lo considera un mundo seguro irá con la autoestima alta, creerá que es una persona eficaz, importante, digna de ser tratada y escuchada, y se relacionará de manera relajada con la gente", indica.
Ahora bien, Núñez avisa de que, si se tiene un apego ansioso, "si yo considero que no soy una persona digna o importante iré con ansiedad por la vida", llegando a pensar, por ejemplo, que 'todo el mundo piensa mal de mí', o 'voy a callarme porque pienso que no soy importante y mi opinión no cuenta', por ejemplo.
LA CRIANZA RESPETUOSA, SÍ, PERO SIEMPRE CON LÍMITES
Los padres, la gran mayoría, considera esta experta, "cría en el apego seguro ya por instinto", si bien cree que pecan a la hora de poner los límites, de tolerar el malestar del niño, en esa tendencia de la crianza respetuosa, de la crianza positiva.
"En muchas ocasiones se entiende mal la crianza respetuosa o positiva, porque con ella sí que hay que poner límites, aunque de forma cariñosa, respetuosa con los menores. Es erróneo pensar que por seguir una crianza positiva no puedes corregir a tu hijo. Por ponerle un límite a tu hijo no se va a traumatizar. Los padres temen decirles a sus hijos que algo no se puede hacer así, o darles una orden, porque así se van a traumatizar; de manera que los pequeños van inseguros por la vida y sin saber hasta dónde pueden llegar", defiende Nuria Núñez.
SEÑALES SOBRE LAS QUE ESTAR ALERTA
Con ello, remarca que si no hay un apego seguro los menores pueden desarrollar trastornos de ansiedad, depresivos, de personalidad, dependiendo un poco de cómo sea ese modelo de crianza, y de cómo nos relacionemos luego. "Puedes tener un apego inseguro con tus padres, pero luego unos amigos que te den un apego maravilloso. El apego es algo que vamos limando y desarrollando, y adaptando según la persona con la que estemos", resalta esta psiquiatra.
En último lugar preguntamos a esta psiquiatra por esas señales que nos deben poner en alerta a los padres para consultar o no con un profesional: "Sobre todo, el que haya un cambio brusco. Que durante unas semanas nuestro hijo esté más apagado, triste, o que deje de comer, o empiece a dormir mal, o no quiera ir al colegio de repente, no quiera ir a entrenar. En estos casos sí debe haber señal de alarma".
En el libro señala también que se debe llevar a un hijo a un psiquiatra o a un psicólogo si se observan cambios en su manera de ser o de funcionar, o se nota que su comportamiento es muy diferente al de sus iguales, y que este cambio es persistente en el tiempo.