MADRID, 16 Abr. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación del Hospital Universitario de Zúrich (Suiza) ha revelado que Schistosoma haematobium (S. haematobium), una infección parasitaria que afecta a millones de personas en todo el mundo, puede desencadenar actividad genética relacionada con el cáncer en el revestimiento del cuello uterino, con cambios que se vuelven aún más pronunciados después del tratamiento.
Tal y como se presenta en el ESCMID Global 2025 celebrado en Viena (Austria), este estudio fundamental arroja nueva luz sobre cómo esta enfermedad parasitaria a menudo pasada por alto puede contribuir al riesgo de cáncer de cuello uterino a nivel molecular.
La esquistosomiasis es una enfermedad parasitaria muy extendida, especialmente prevalente en regiones con escaso acceso a agua potable y saneamiento. S. haematobium , una de las principales especies responsables de la esquistosomiasis humana, infecta a más de 110 millones de personas en todo el mundo al depositar huevos que se infiltran en los tractos urinario y reproductivo. Si bien este parásito se reconoce como causa de cáncer de vejiga, su posible papel en el cáncer de cuello uterino sigue siendo poco comprendido.
En este estudio, los investigadores analizaron muestras de tejido cervical de 39 mujeres tanzanas con (n=20) y sin (n=19) infección por S. haematobium. Las mujeres infectadas recibieron tratamiento con praziquantel y se recogieron muestras al inicio y entre 4 y 12 meses después del tratamiento. Mediante secuenciación de ARN y análisis de expresión génica, se identificaron vías relacionadas con el cáncer y la infección. Nueve genes se expresaron de forma diferente entre mujeres infectadas y no infectadas, 23 genes presentaron alteraciones en las mujeres que eliminaron la infección tras el tratamiento y 29 genes difirieron entre las mujeres que recibieron el tratamiento y las que nunca se infectaron.
Entre los nueve genes más significativamente alterados entre mujeres infectadas y no infectadas, cuatro estaban relacionados con el cáncer. El primero era protooncogén BLK: una tirosina quinasa que impulsa la proliferación celular y puede contribuir a la formación de tumores cuando se desregula. Por su parte, el ARN codificante no proteico intergénico largo 2084 es un marcador pronóstico en cánceres de cabeza, cuello y colon que influye en la regulación genética vinculada a la progresión tumoral.
El tercero, tricohialina, participa en la formación de complejos de queratina y se regula positivamente en ciertos tipos de cáncer. En último lugar, el coactivador A de AKT de la familia TCL1, que promueve la supervivencia y proliferación celular y está vinculado a los linfomas de células T y B.
Tras el tratamiento, ciertas vías biológicas relacionadas con el cáncer se activaron, en particular las implicadas en la inflamación, la remodelación tisular y la degradación de las barreras protectoras del cuello uterino. Estos cambios se relacionaron con una mayor formación de vasos sanguíneos, la activación de procesos tumorales y la reducción de la muerte celular programada (apoptosis), un mecanismo clave para la eliminación de células anormales.
"Los hallazgos sugieren que la infección puede desencadenar cambios moleculares que aumentan la vulnerabilidad de las mujeres a los procesos relacionados con el cáncer en el cuello uterino, especialmente después del tratamiento", explica Anna Maria Mertelsmann, investigadora del Hospital Universitario de Zúrich y del Weill Cornell Medicine, autora principal del estudio.
"Una observación particularmente preocupante fue la regulación negativa de los genes responsables de mantener la integridad del tejido cervical, como las claudinas y las proteínas de unión estrecha. Esta pérdida de la función protectora podría facilitar la infección por VPH y su persistencia, un importante factor de riesgo para el cáncer de cuello uterino", señala.
"Nuestra investigación muestra que las mujeres que recibieron tratamiento con praziquantel presentaron más cambios genéticos relacionados con el cáncer que aquellas con una infección activa. Esto plantea preguntas cruciales sobre los efectos a largo plazo del tratamiento y destaca la necesidad de un seguimiento cuidadoso después del mismo", añade Mertelsmann.
Este estudio constituye un primer paso importante para comprender el papel de S. haematobium en el cáncer de cuello uterino, y actualmente se está llevando a cabo un estudio más amplio con 180 mujeres durante 12 meses para confirmar estos hallazgos. Investigaciones futuras también explorarán si las mujeres que han padecido esquistosomiasis presentan un mayor riesgo de cáncer de cuello uterino debido a infecciones prolongadas por VPH.
Mertelsmann y su equipo enfatizan la necesidad de una mayor concienciación sobre la esquistosomiasis genital femenina (ESF), ya que muchas mujeres con S. haematobium también padecen esta afección de difícil diagnóstico. "Las mujeres diagnosticadas con S. haematobium deben ser monitorizadas estrechamente para detectar signos tempranos de anomalías en el tejido cervical", enfatiza.
También sugirió que tratamientos adicionales, como terapias antiinflamatorias o inmunomoduladoras, podrían ayudar a contrarrestar los efectos nocivos observados después del tratamiento. Además, la vacunación generalizada contra el VPH podría desempeñar un papel crucial en la reducción del riesgo de cáncer de cuello uterino en mujeres con esquistosomiasis.