¿Qué pasa si en la pareja uno quiere más hijos y el otro no?

Archivo - Pareja que coge caminos distintos.
Archivo - Pareja que coge caminos distintos. - MARTIN BARRAUD/ISTOCK - Archivo
Publicado: miércoles, 3 enero 2024 8:19

   MADRID, 3 Ene. (EDIZIONES) -

   Llega un momento en todas las parejas que son padres en las que deciden 'plantarse' y no tener más hijos, y no siempre coinciden las posturas de ambos progenitores. Hay veces que hay discordancias y mientras una parte de la pareja lo tiene clarísimo y no quiere más niños en la familia, puede haber otra que no coincida y que siga apostando por aumentar la familia. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Cómo puede llegar a afectar esto a la pareja?

   Máximo Peña es psicólogo y docente del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal, y autor de 'Paternidad aquí y ahora' (Arpa), nos cuenta que, para poder atender a este debate en primer lugar es conveniente hacer una distinción entre las diferencias en materia reproductiva de la mujer y del hombre.

   "Para las mujeres la inversión reproductiva, es decir, el gasto aparejado a la función de traer hijos al mundo es máxima (embarazo, parto, lactancia); mientras que en los hombres es mínima. Esto significa que el mayor peso en la decisión de tener o de no tener criaturas reposa en la mujer, puesto que es un proceso que transcurre en el cuerpo de ella", recalca.

   Este experto sostiene por otro lado que, en el caso del hombre, éste no podría en ningún caso decidir ser padre si su mujer no quiere, pero al contrario sí sería posible, aunque no deseable. "Si una persona que tiene una relación de pareja convencional quiere tener más hijos y la otra parte no, la primera se verá en la situación de sopesar qué tiene más valor para ella, si la continuidad de la relación, con lo cual deberá hacerse cargo de su frustración; o si el deseo de tener más hijos se impone, a pesar de que esto conduzca al fin de la pareja", advierte.

   Por su parte, Patricia Fernández Lorenzo, psicóloga clínica y terapeuta familiar, coautora de 'Psicología del embarazo' (Síntesis), señala que el momento "más complicado" en una pareja suele ser con el primer hijo, cuando se afronta la decisión de si se embarcan juntos en el proyecto de la paternidad. "Ser o no ser padres define nuestra identidad personal, de la misma manera que nuestro género, nuestra raza, o nuestro lugar de nacimiento. Por eso, la decisión de buscar un hijo, gestarlo, parirlo, y criarlo supone una crisis central en la vida de las personas y en el desarrollo de la pareja", considera.

   A su juicio, una vez que somos padres, la decisión de repetir en la experiencia supone un nuevo peldaño, "algo así como una revisión del proyecto". "¿Es cómo lo esperábamos?, ¿el amor que damos y nos da el cuidar a este hijo compensa el esfuerzo?, ¿volvería a vivirlo? Las crisis son periodos desestabilizadores. Ponen a prueba las fortalezas de cada uno y de la pareja por extensión, pero son también oportunidades de crecimiento, de revisión de valores, y de prioridades", mantiene esta especialista del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal.

MUCHAS PAREJAS SE ROMPEN

   Dice que es frecuente que las parejas se rompan cuando el deseo de ser padres no ocupa el mismo lugar para cada uno, "como pulsión que es", o cuando la pareja no encuentra proyectos vitales en común que puedan ocupar el lugar de los hijos. "Estas rupturas pueden ser muy dolorosas, especialmente en la mujer, cuando se enfrenta al final de su vida fértil y se ve movida por el deseo de concebir. Otro escenario difícil para toda la familia ocurre cuando la ruptura sobreviene a los primeros meses tras el nacimiento del hijo, un periodo en el que las expectativas y las motivaciones se descubren distintas de lo proyectado", sostiene Fernández.

   Entonces, subraya que cuando la ruptura llega por desacuerdos en tener o no más hijos suele haber otros factores que se suman, aunque no se nombran como la causa, pero que están ahí: "La pareja con hijos ya es familia, y la ruptura de la relación marital no supone romper la relación parental. Podemos romper como pareja, pero no como familia en tanto para los hijos siempre seremos sus padres, y cómo nos relacionemos con ellos y a través de ellos influye mucho en su buen desarrollo psicoafectivo".

PAUTAS: ¿DEBEMOS INSISTIR HASTA RENDIRNOS?

   Preguntada sobre cómo actuar en estos casos, la psicóloga clínica y terapeuta familiar cree que, "como en todo" la clave es dialogar con uno mismo primero y con la pareja después. "Cada miembro de la pareja, de manera íntima, debe mirar su interior para observar su sentir primero y poner este impulso al lado de las posibilidades de salud, edad y socioeconómicas de cada familia. ¿Podemos costear la crianza de otro hijo?, ¿ocuparnos de sus cuidados?, ¿podemos poner el cuerpo al servicio de este trabajo que es gestar, parir, y criar a un nuevo hijo?, ¿contamos con apoyos y con energía para hacerlo?", sostiene.

   Ve que es útil Patricia Fernández el que los miembros de la pareja tengan capacidad para la escucha, generosidad para buscar acuerdos, además de una buena dosis de amor entendido desde los cuidados y la capacidad de abrirnos a los cambios y a las renuncias, que siempre hay en cualquier proyecto.

   "Habrá que poner sobre la mesa el lugar que ocupa el proyecto de familia para cada uno. Llegar a acuerdos y calibrar las renuncias es un buen entrenamiento para la crianza, donde también nos enfrentamos a un otro, el deseado hijo, con sus propios límites y necesidades. Criar en pareja es afrontar juntos la decisión de los hijos, así como las dificultades que se sobrevienen durante el viaje reproductivo", reconoce esta experta.

    En este sentido, el psicólogo Máximo Peña sostiene que ser madre o ser padre es uno de los "retos más formidables en el ciclo vital humano", y defiende que "lo óptimo" es asumir la maternidad o la paternidad cuando sentimos que se trata de un proyecto propio, que compartimos con el otro miembro de la pareja, pero no porque otra persona nos insista.

   "Es recomendable expresar la necesidad que tenemos de formar una familia más grande, pero no creo que insistir sea el camino adecuado. Incluso, aunque las condiciones materiales de la pareja sean favorables, si una de las partes se resiste a aumentar la descendencia, nadie merece nacer sin deseo y sin un proyecto de crianza viable. Si tomamos en cuenta el grave problema social de la violencia contra las mujeres y contra la infancia, tener hijos sin que confluya la voluntad y el deseo de ambas partes es una situación de riesgo potencial para las criaturas", considera este experto del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal.

EN QUÉ MOMENTO ACUDIR A UN TERAPEUTA POR ESTA SITUACION

   Al igual que en cualquier otra área de la vida, Peña subraya que la búsqueda de apoyo psicológico es conveniente que se produzca cuando nos sentimos desbordados ante una situación, y no encontramos los recursos suficientes para hacerle frente dentro de nosotros mismos ni en nuestra red de apoyo.

   "En este caso, una psicoterapia de pareja podría ser útil para explorar qué hay detrás de ese deseo no compartido de tener hijos, o la persona que quiere tener más hijos podría trabajar con ayuda psicológica la raíz de esa necesidad, tomar distancia, y adquirir el punto de vista necesario para adoptar una decisión en caso de que tener otra criatura y la pareja actual sean incompatibles", mantiene.

   Mientras, Patricia Fernández resalta que el terapeuta muchas veces sustituye a esa red de amigos o familia con los que hablar y crecer: "Es un síntoma de esta sociedad el pretender 'terapeutizar' todas las decisiones vitales. Hay mucha fantasía puesta en buscar un profesional que nos guíe y en el que delegar lo que nos corresponde decidir y elegir como humanos que somos".

   Advierte, eso sí, de que el lugar del profesional depende de los términos que se acuerden, y sostiene que puede ser muy diferente según busquemos una mediación en la que ambas partes estén dispuestas a renuncias por preservar un objetivo común, o bien una terapia de pareja en la que se aborden las demás dificultades que en paralelo a los hijos podamos tener en la relación afectivo-sexual, en la comunicación, o en el reparto de tareas o de roles, por ejemplo.

   En último lugar, subraya que otras veces es una relación terapéutica individual la que se requiere para ayudar a aliviar los síntomas y el sufrimiento que se puede generar en este contexto del proyecto y la identidad reproductiva, y que puede deberse a otras cuestiones que arrastramos mas allá de esta decisión vital.