MADRID, 18 Ago. (EUROPA PRESS) -
Los científicos han identificado una molécula que desempeña un papel clave en el modo en que las células detectan cuándo están siendo empujadas o tironeadas, lo que podría conducir al desarrollo de futuros fármacos contra la obesidad, la osteoporosis y las enfermedades inflamatorias, según publican en la revista 'Science'.
Investigadores del Instituto Cardiaco Victor Chang, en Australia, han descubierto por fin cómo una pequeña molécula regula los sensores que son fundamentales para muchos procesos corporales, entre ellos el modo en que las células nerviosas incrustadas en la piel perciben cuándo nos tocan.
Creen que ahora será posible diseñar nuevas terapias que puedan reducir la actividad de los sensores, también conocidos como canales iónicos PIEZO. Los primeros objetivos serían la obesidad y enfermedades óseas como la osteoporosis.
El doctor Charles Cox, autor principal del estudio, explica que "se trata de moléculas clave que proporcionan constantemente información al cerebro, como la posición de nuestro cuerpo en el espacio, la percepción del tacto e incluso el dolor".
"Esta molécula interactiva que hemos identificado representa un interruptor que permite regular estos canales, ampliamente expresados en todo el organismo, por lo que podría ser útil para toda una serie de enfermedades en el futuro", añade.
El quipo utilizó microscopía crioelectrónica de última generación para averiguar cómo se une esta proteína a los canales iónicos PIEZO. Una vez identificada, se cree que la proteína puede modificarse y convertirse en un péptido terapéutico.
"Creemos que podremos potenciar la actividad de los canales que intervienen en la fortaleza de nuestros huesos, lo que no sólo podría ayudar a prevenir la osteoporosis, sino también a quienes ya la padecen", señala Cox.
"Este novedoso mecanismo también podría ayudar a combatir la obesidad, un importante factor de riesgo de todas las enfermedades cardiovasculares --prosigue--. Cuando comemos, el estómago se estira y se activan unas moléculas que indican al cerebro que el estómago está lleno. Al potenciar la actividad de estas moléculas, podemos hacer que el cerebro piense que está lleno mucho antes, imitando la saciedad".
Cox y su equipo creen que la molécula también podría adaptarse en el futuro a enfermedades inflamatorias y cardiovasculares.