MADRID, 25 Ene. (EUROPA PRESS) -
Nuestra personalidad puede estar moldeada por la forma en que funciona nuestro cerebro, y, de hecho, la forma de nuestro cerebro puede proporcionar pistas sorprendentes sobre cómo nos comportamos y nuestro riesgo de desarrollar trastornos de salud mental, según sugiere un estudio publicado en la revista 'Social Cognitive and Affective Neuroscience'.
Según los psicólogos, la extraordinaria variedad de la personalidad humana puede descomponerse en los denominados cinco grandes rasgos de la personalidad, es decir, el neuroticismo o inestabilidad emocional, la extroversión (cómo de entusiasta es una persona), la apertura a nuevas experiencias (cómo de abierta es la mente de una persona), la simpatía o amabilidad (una medida del altruismo) y la conciencia o responsabilidad (una medida de autocontrol).
Un equipo internacional de investigadores de Reino Unido, Estados Unidos e Italia han analizado un conjunto de datos de imágenes cerebrales de más de 500 individuos que ha sido puesto a disposición del público por el Proyecto Conectoma Humano, una importante iniciativa estadounidense financiada por los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés).
En particular, los investigadores analizaron las diferencias en la anatomía cortical del cerebro (la estructura de la capa externa del cerebro), indexadas por tres medidas --el espesor, el área y la cantidad de plegamiento en la corteza-- y cómo estos valores se relacionaban con los cinco grandes rasgos de personalidad.
"La evolución ha moldeado nuestra anatomía del cerebro de una manera que maximiza su área y se pliega a expensas del menor espesor de la corteza -explica el doctor Luca Passamonti, del Departamento de Neurociencias Clínicas de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido--. Es como estirar y doblar una capa de caucho; esto aumenta la superficie, pero al mismo tiempo la hoja se vuelve más delgada. Nos referimos a esto como la 'hipótesis de estiramiento cortical".
"El estiramiento cortical es un mecanismo evolutivo clave que permitió que los cerebros humanos se expandieran rápidamente mientras se ajustaban a nuestros cráneos, que crecieron a un ritmo más lento que el cerebro", agrega el profesor Antonio Terracciano, del Departamento de Geriatría de la Universidad Estatal de Florida, Estados Unidos. "Curiosamente, este mismo proceso ocurre cuando nos desarrollamos y crecemos en el útero y durante toda la infancia, adolescencia y edad adulta: el grosor de la corteza tiende a disminuir mientras que el área y el plegamiento aumentan", subraya.
Además, a medida que envejecemos, el neuroticismo disminuye: nos volvemos mejores a la hora de manejar las emociones. Al mismo tiempo, la conciencia y la amabilidad aumentan: nos volvemos progresivamente más responsables y menos antagónicos.
MÁS ESPESOR EN CIERTAS REGIONES DE LA CORTEZA, VINCULADO CON MÁS NEUROTICISMO
Los científicos descubrieron que altos niveles de neuroticismo, que pueden predisponer a las personas a desarrollar trastornos neuropsiquiátricos, se asociaron con mayor espesor, así como menor área y plegamiento en algunas regiones de la corteza, como las cortezas prefrontales y temporales en la parte frontal del cerebro. En cambio, la apertura, que es un rasgo de personalidad vinculado a la curiosidad, la creatividad y la preferencia por la variedad y la novedad, se vinculó con el patrón opuesto, menor espesor y aumento en el área y el plegamiento en algunos córtices prefrontales.
"Nuestro trabajo apoya la idea de que la personalidad está, en cierto grado, asociada con la maduración del cerebro, un proceso de desarrollo que está fuertemente influenciado por factores genéticos", dice la doctora Roberta Riccelli, de la 'Universita degli Studi 'Magna Græcia', en Catanzaro, Italia.
"Por supuesto, estamos continuamente moldeados por nuestras experiencias y el medio ambiente, pero el hecho de que vemos diferencias claras en la estructura del cerebro que están vinculadas con diferencias en los rasgos de personalidad sugiere que casi seguramente habrá un elemento genético involucrado --añade el profesor Nicola Toschi, de la Universidad 'Tor Vergata' en Roma, Italia--. Esto también está en consonancia con la noción de que las diferencias en los rasgos de la personalidad pueden detectarse desde el principio durante el desarrollo, por ejemplo, en niños pequeños o bebés".
Los voluntarios cuyos cerebros fueron visualizados como parte del Proyecto Conectoma Humano eran todos individuos sanos de entre 22 y 36 años sin antecedentes de problemas neuropsiquiátricos u otros trastornos médicos importantes. Sin embargo, la relación entre las diferencias en la estructura cerebral y los rasgos de personalidad en estas personas sugiere que las disparidades pueden ser aún más pronunciadas en las personas que tienen más probabilidades de experimentar enfermedades neuropsiquiátricas.
"La vinculación de cómo la estructura del cerebro está relacionada con los rasgos básicos de la personalidad es un paso crucial para mejorar nuestra comprensión del vínculo entre la morfología cerebral y trastornos particulares del estado de ánimo, cognitivos o del comportamiento --apunta Passamonti--. También necesitamos entender mejor la relación entre la estructura del cerebro y la función en las personas sanas para averiguar qué es diferente en las personas con trastornos neuropsiquiátricos".
No es la primera vez que los investigadores hallan vínculos entre la estructura cerebral humana y el comportamiento. Un estudio publicado por el equipo el año pasado encontró que los cerebros de los adolescentes con graves problemas de comportamiento antisocial difieren significativamente en la estructura de los de sus compañeros.