MADRID, 14 Mar. (EUROPA PRESS) -
El 86 por ciento de los españoles que sufren una depresión están en edad de trabajar y, de quienes tienen un empleo en ese momento, alrededor de la mitad siguen acudiendo a su puesto de trabajo por el estigma que rodea a esta enfermedad mental y por el miedo a perder el empleo, a pesar de que conlleva una importante pérdida de productividad.
Así lo han asegurado los autores del informe 'Para un mejor abordaje de la depresión en el ámbito del trabajo', realizado en colaboración con Lundbeck y publicado en la revista 'Psiquiatría Biológica', que muestra cómo la depresión tiene un coste total en Europa que equivale a más de un 1 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), unos 92.000 millones de euros.
La mayor parte de este gasto, según muestra el informe, es indirecto y se asocia tanto a la pérdida de productividad de los trabajadores como al coste del absentismo laboral, que dobla al causado por las enfermedades cardiovasculares.
Se estima que un 10 por ciento de la población trabajadora sufre un episodio depresivo al año, con una duración media de 35,9 días, y hasta la llegada de la crisis era la primera causa de baja laboral en España.
El problema, según ha explicado el jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Jerónimo Sáiz, es que a raíz de la crisis económica el número de bajas por este motivo han bajado por miedo a perder el trabajo. "Hemos pasado del absentismo al presentismo, el trabajador tiende a ocultar los síntomas por miedo a ser despedido", según ha reconocido, lo que hace que muchos casos queden sin diagnosticar ni tratar.
LA BAJA POR DEPRESIÓN, UN "CAJÓN DESASTRE"
Este experto ha admitido que las bajas por depresión han sido un "cajón desastre" del que se ha "abusado" mucho, pero reconoce que ocultar el problema tampoco resulta beneficioso para el trabajador ni la empresa.
"La depresión es un problema social, no solo del trabajador", ha defendido Margalida Gili, decana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Islas Baleares, que recuerda que junto a la tristeza que se asocia a la depresión también hay otros síntomas cognitivos que interfieren en su rendimiento laboral.
Así, se ha visto que la depresión conlleva una capacidad limitada de la memoria, problemas de atención o concentración, genera poca flexibilidad cognitiva, dificulta la toma de decisiones y la capacidad de aprendizaje.
Ante esta situación, ambos expertos animan a las autoridades y a las empresas a promover un "cambio de mentalidad" y favorecer que los trabajadores reconozcan los síntomas que avisan de una depresión o de qué personas tienen más riesgo de desarrollarla. Y al mismo tiempo, poner en marcha planes concretos para abordar este problema e intentar prevenirlo antes de que aparezca.
IDENTIFICAR LOS SÍNTOMAS, Y PODER CONTARLOS
"Si una persona tiene síntomas debe poder hablar de ello, porque sufre cambios que no reconoce y no tiene quién los entienda, lo que hace que se retraiga más", ha añadido Sáiz, convencido de que si las empresas contaran con planes específicos también se verían beneficiadas.
La clave, según este experto, es conseguir la remisión parcial o total de la enfermedad para que el trabajador pueda volver a su puesto, para lo que propone favorecer una reincorporación parcial de estos afectados.
Además, Sáiz ha reconocido que el entorno laboral puede agravar la situación de muchos afectados pero no suele constituir el origen de la enfermedad. De hecho, el informe muestra que las circunstancias más claras que generan depresión son el postparto y el desempleo.
"Con la crisis se ha hecho más difícil el ambiente de trabajo y se trabaja más de lo debido, y aunque eso no es bueno para nadie no ha redundado en que la incidencia de la depresión sea mayor", según este experto.