MADRID 29 Jun. (EUROPA PRESS) -
La procrastinación, es decir, el aplazamiento deliberado pero perjudicial de tareas, tiene muchas formas. Sahiti Chebolu, del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica, en Alemania, ha utilizado un marco matemático preciso para comprender sus distintos patrones y las razones subyacentes, y sus conocimientos podrían ayudar a diseñar estrategias individuales para abordar el problema.
"¿Por qué no hice esto cuando aún tenía tiempo?". Ya sea presentar la declaración de la renta, cumplir un plazo en el trabajo o limpiar la casa antes de una visita familiar, la mayoría de nosotros ya nos hemos preguntado por qué tendemos a posponer ciertas tareas, incluso ante consecuencias desagradables.
¿Por qué tomamos decisiones que nos perjudican? Este es el enigma de la procrastinación, un retraso deliberado pero en última instancia perjudicial de las tareas, que no sólo obstaculiza la productividad, sino que también se ha relacionado con una serie de problemas de salud mental.
"La procrastinación es un término paraguas para distintos comportamientos", explica la neurocientífica computacional Sahiti Chebolu, del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica. "Si queremos entenderla, tenemos que diferenciar entre sus distintos tipos".
Los posibles patrones de procrastinación son innumerables: desde empezar tarde hasta abandonar una tarea a mitad de camino. Chebolu los clasificó todos e identificó posibles explicaciones para cada uno: calcular mal el tiempo necesario o proteger el ego de un posible fracaso son sólo dos de ellos.
¿Puede una clasificación de este tipo ayudar realmente a hacer las cosas? Chebolu está convencida de que una comprensión matemáticamente precisa del mecanismo en juego es el primer paso para abordarlo. Enmarca la procrastinación como una serie de decisiones temporales.
¿Qué ocurre exactamente, por ejemplo, cuando programamos nuestra declaración de la renta para el viernes por la noche pero luego sucumbimos a la tentación de un servicio de streaming? Una forma de pensar en la toma de decisiones es que nuestro cerebro suma todas las recompensas y penalizaciones que esperamos obtener de los comportamientos alternativos: ver una película o hacer el molesto papeleo. Como es natural, elige la acción que promete ser más placentera en general.
Pero, ¿compensa más la diversión de una noche de cine que la consternación por una multa por no hacer el papeleo? Hay un detalle importante: el cerebro pondera menos las consecuencias en un futuro lejano en su suma de resultados positivos y negativos.
Hasta cierto punto, esto es normal e incluso útil; después de todo, el futuro más lejano está necesariamente plagado de incertidumbres."Sólo cuando valoramos excesivamente las experiencias del presente y no lo suficiente las del futuro", explica Chebolu, "esa política de toma de decisiones se vuelve rápidamente inadaptada".
Para estudiar la procrastinación en la vida real, Chebolu profundizó en grandes conjuntos de datos proporcionados por la Universidad de Nueva York. Los datos mostraban un registro de estudiantes que debían participar en un número determinado de horas de experimentos a lo largo de un semestre.
Algunos se libraban de la tarea enseguida, otros la distribuían uniformemente a lo largo de varias semanas y, por supuesto, otros la eludían hasta que era casi demasiado tarde. Chebolu realizó simulaciones para reproducir su comportamiento. Se preguntó qué explicaciones podrían explicar mejor los distintos patrones de procrastinación.
Puede resultar tentador culpar a nuestro cerebro de preferir actividades inmediatamente gratificantes, pero, sin duda, hay algo más en juego: para cada patrón de aplazamiento de tareas de los estudiantes neoyorquinos, Chebolu encontró múltiples explicaciones posibles.
"La incertidumbre es otro factor importante en la procrastinación", subraya. Puede ser la incapacidad de predecir cuánto tiempo necesitaremos para desenterrar todos los recibos de gastos deducibles. Pero la incertidumbre también puede significar falta de confianza en nuestras propias capacidades o dudar de que la tarea nos ayude a alcanzar nuestros objetivos.
Chebolu confía en que entender la procrastinación como una serie de decisiones temporales y detectar dónde y por qué solemos equivocarnos puede servir de base para las intervenciones:
Si descubrimos, por ejemplo, que nuestro cerebro tiende demasiado a la gratificación instantánea, darnos recompensas a corto plazo puede ayudarnos. Los que tienden a subestimar el tiempo necesario para su trabajo duro podrían fijarse objetivos con plazos concretos. Y si te das cuenta de que abandonas las tareas rápidamente, quizá deberías evitar los entornos que te distraigan.
Señala que no importa en qué categoría de procrastinación caigas (y casi seguro que a veces caes en alguna de ellas): no, no eres simplemente perezoso. Reconocerlo y perdonarte por procrastinar en el pasado es un buen primer paso hacia una mayor productividad, recomienda.