MADRID, 18 Jun. (EDIZIONES) -
Nos pasan miles de cosas malas en la vida y casi todas las vamos asimilando, salvo algunas heridas que duelen y se nos enquistan. Se trata de situaciones que no logramos resolver por su intensidad, por el momento en el que se producen, o bien porque nos las provoca alguien a quien queremos mucho o más nos importa.
Así lo explica Anabel González, psiquiatra especialista en trauma y regulación emocional, durante una entrevista con Infosalus, con motivo de la publicación de 'Las cicatrices no duelen' (Planeta), un libro con el que aprender a sanar nuestras heridas y a deshacer los nudos emocionales.
Según revela, estos bloqueos o nudos emocionales es importante resolverlos porque nos están impidiendo funcionar en la vida con cierta libertad de movimientos. "Si tenemos amarras y cosas que nos lastran no desarrollamos todo nuestro potencial. No somos capaces de vivir una vida satisfactoria y gratificante. Si tenemos una historia ahí grabada y no está del todo cicatrizada, en cosas que nos pasen, nuestro cerebro siempre buscará las referencias que tenga, porque funciona en base a archivos que tenemos guardados. Si llega a una determinada zona puede que nos bloqueemos en base a eso que pasó", explica la experta.
Aquí pone el ejemplo de una entrevista de trabajo donde el entrevistador se parece muchísimo físicamente a un profesor de Matemáticas del colegio que nos hizo nuestra etapa escolar imposible. "Probablemente, aunque en otras entrevistas de trabajo te desenvuelvas con soltura y además estés capacitado, sin saberlo en esta puede que te bloquees porque tu cerebro, sin darte cuenta, identifica a ese hombre de la entrevista con aquel profesor", relata González.
Además, resalta que es importante subsanar estas heridas emocionales porque muchas veces el cuerpo se enferma y no siempre es por motivos físicos. "La división mente-cuerpo la hemos inventado en esta sociedad occidental, cuando realmente están siempre conectados. Cuando tenemos emociones que hemos tratado de enterrar la manifestación se filtra a través del cuerpo y puedo acabar agarrotada por tensión acumulada que no se quitará a pesar de ir al fisioterapeuta mil veces", advierte la también doctora en Medicina y psicoterapeuta.
Un punto importante sobre el que incide González es que, aunque no lo creamos, dada su experiencia laboral de muchos años, "se pueden resolver todos los bloqueos o nudos emocionales que tengamos". En general defiende que sí porque son "aprendizajes".
"A veces nos parece que son tan terribles las cosas que no queremos pensar en ellas pero realmente no nos hemos puesto a comprobarlo. Personas con historias terribles que han trabajado en ellas, han dejado de verlo así. No depende necesariamente de la gravedad de los sucesos. Si he vivido situaciones negativas pero las miro desde otra perspectiva, y trato de entenderme sin juzgarme y trabajar con alguien que me oriente, se pueden subsanar estas heridas. A veces es más nuestro miedo a entrar o a juzgarnos lo que nos dificulta que las heridas se curen", agrega.
La también miembro de la Sociedad Europea de Trauma y Disociación (ESTD) y vicepresidenta de la Asociación EMDR España refiere igualmente que muchas veces la cultura en la que nos hemos criado o las creencias que nos han inculcado son muchas veces la fuente de estos problemas o influyen en la aparición de los mismos.
"De hecho, muchos de esos nudos se forman ahí porque es nuestra etapa más vulnerable, nuestra infancia, donde nosotros tenemos poco margen de maniobra, dependemos de los demás. Entonces los problemas que se producen en esas etapas van a influir mucho en cómo nos vemos por dentro y pensamos que van a reaccionar las personas con las que nos vamos encontrando. En nuestra infancia nos dan los mapas mentales sobre los que nos orientaremos en el mundo. Es frecuente que cuando algo nos atasca mucho en la edad adulta haya raíces relacionadas con estas etapas. Por eso conviene mirar cómo fueron", resume Anabel González.
¿CÓMO PODEMOS HACERLO?
Con ello, esta especialista en trauma y regulación emocional recuerda que, cuando nos hacemos una herida, lo mejor es limpiarla bien y dejarla secar al aire, de forma que se irá cerrando sola y se convertirá en una cicatriz, que dejará de doler.
"Al mirarla recordaremos qué pasó, pero ya no sentiremos dolor. Si por el contrario tapamos la herida y nos decimos que no está, es posible que acabe infectándose y generando un problema más grave. Con las heridas emocionales pasa lo mismo. Cuando algo nos ha causado daño debemos entender cómo nos afecta y descubrir si hay bloqueos que nos siguen limitando. Se trata de un camino que hay que recorrer con delicadeza, paciencia y confianza en nosotros mismos porque estos problemas tienen solución", agrega.
Para ello, para ayudarnos, dicen que existen las psicoterapias, y hay muchas diferentes que trabajan en estos temas y dentro de las terapias que trabajan el trauma se encontraría el EMDR (Eye Movemente Desensibilization and Reprocessing), basada en el uso de movimientos circulares y el reprocesamiento de los recuerdos, que nos permite trabajar con esas heridas, quizás más complicadas, porque vernos a nosotros por dentro no es fácil.
"Esta técnica desbloquea el recuerdo a través de una serie de procedimientos y ese proceso de recuperación se puede volver a poner en marcha. Hay muchas formas de sanarlas", defiende González, que trabaja en el Hospital Universitario de A Coruña (CHUAC).
A su juicio es importante que la gente pueda tener una idea realista de lo que es una psicoterapia, que no es hablar con alguien o te dé consejos que conoces, y dice que lo explica en el libro a través de varios ejemplos. En última instancia, recalca que es importante la idea de que sí que se puede porque muchas personas no intentan ponerse a mirar lo que les ha pasado o trabajar los problemas que tienen porque creen que tienen que vivir toda la vida con ellos y no es así, se pueden resolver.