MADRID, 12 Nov. (EDIZIONES) -
Roberto Colom es uno de los mayores expertos internacionales en inteligencia humana, el principal atributo de la humanidad como algunos la califican. Es catedrático de Psicología diferencial en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), así como miembro de la International Society for Intelligence Research (ISIR), entre otros cargos.
Es por tanto un referente en el estudio de la inteligencia humana, y precisamente acaba de publicar en nuestro país 'Inteligencia' (Shackleton). Le entrevistamos en Europa Press Salud Infosalus por ello y nos desvela en primer lugar uno de los pensamientos que probablemente todos nos hacemos. "Con los avances actuales en inteligencia artificial nunca hubo un mejor momento para entender y aprovechar lo que se conoce sobre la inteligencia humana".
Cuenta que podemos entender por inteligencia como esa "capacidad mental muy general para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de modo abstracto, comprender ideas complejas, y aprender con rapidez a partir de la experiencia".
"Es nuestra capacidad para organizar y orquestar las demás capacidades mentales. Por ejemplo, ahora usamos el lenguaje para comunicarnos, y no todos los humanos lo empleamos con la misma eficacia; y lo que distingue su uso es ese intelecto o inteligencia", prosigue el profesor Colom.
DE QUÉ DEPENDE LA INTELIGENCIA DE UNA PERSONA
Con ello, preguntamos a este especialista de qué depende la inteligencia de una persona. En primer lugar, reseña que "determinante no es nada", pero sí sostiene es que se ha averiguado --tras décadas de investigación-- que hay una contribución genética de hasta el 40% en la infancia y en la adolescencia a la inteligencia de la persona; que en la edad adulta llega hasta el 80%; "y el resto procede de una influencia de circunstancias vitales, puesto que la inteligencia, aparte de ser heredable, es moldeable".
Subraya que en las familias convencionales el parecido intelectual de padres a hijos va aumentando progresivamente conforme los niños se hacen mayores, hasta llegar a valores próximos al parentesco (50%). "Sabemos que la influencia de los genes sobre la inteligencia aumenta a medida que envejecemos. La acumulación de experiencias compartidas en muchos casos es la que hace cada vez más similares mentalmente a los padres y a sus hijos", añade.
"Es una tontería, los datos acumulados en la investigación psicológica, nos dicen que no hay diferencia en promedio si se comparan en grupos que representan a su correspondiente población de mujeres y varones, en esa capacidad intelectual. Es una tontería pensar que las mujeres son más inteligentes que los hombres, y al revés", resalta Colom.
UNA INTELIGENCIA MOLDEABLE
Así con todo, este experto recuerda que la inteligencia del ser humano es "moldeable", y subraya que, sobre todo, aprovechando el periodo inicial del desarrollo biológico, hasta que no se alcanza la madurez intelectual, que en promedio se sitúa en los 16-18 años, donde se llega al pico de desarrollo intelectual. "A partir de ese momento se estabiliza, y después se experimenta un declive lento e inexorable", afirma este catedrático de Psicología diferencial.
Hay que concentrar el esfuerzo en las primeras partes del ciclo vital, tal y como aboga. "Hay que intentar prestar atención para dar apoyo posible para que los niños y adolescentes puedan llegar al máximo de su potencial, la clave para que se llegue más tarde al último periodo de la vida de la persona, donde se supera el umbral de falta de funcionalidad en la vida cotidiana y nuestras capacidades empiezan a declinar de manera visible", remarca este experto.
SE DEBE ENTRENAR LA INTELIGENCIA, SI NO LA PERDEMOS
¿Cómo hacerlo? Advierte que con la inteligencia humana puede suceder igual que con el resto del cuerpo, es decir, que si el cuerpo no lo entrenamos se echa a perder, si bien si voy al gimnasio con regularidad o practico deporte de manera habitual mi forma física va a mejorar, pero si no voy al gimnasio empeorará significativamente.
"Si tienes capacidad intelectual y no la pones a prueba esa capacidad se va reduciendo", subraya, al tiempo que apuesta así, entre otras vías de mejora de la inteligencia, por la práctica de ejercicio físico de manera regular, la nutrición, mejoras sanitarias.
Asimismo, aboga por exponernos a actividades que nos supongan un reto para nuestra capacidad intelectual. "Hay actividades que intelectualmente son más exigentes que otras. Tenemos que identificar aquellas actividades que nos resultan más estimulantes intelectualmente. No tiene sentido dar consejos generales porque para mi es estimulante el leerme un ensayo complejo, y para otra persona el aprenderse qué caracteriza una obra de teatro, por ejemplo. Tienen que ser cosas que nos exijan intelectualmente, que nos pongan a prueba a nivel intelectual", insiste Roberto Colom.
NO SER ABSOLUTISTA CON LAS PANTALLAS
Sobre el tema de pantallas considera que se las está demonizando de manera importante, y cree que es una herramienta tecnológica que hay que aprender a utilizar correctamente. "Ser absolutista no tiene demasiado sentido en este ámbito. Habría que verlo específicamente, qué entendemos por no acercarse a una pantalla, o ver cómo podemos hacer para que quien las vea, si por ejemplo es un menor, siempre lo haga bajo supervisión de un adulto", sostiene.
"¿Por qué tenemos está establecido que sólo a partir de los 18 una persona no puede ponerse a los mandos de un volante, no puede consumir alcohol, o tabaco? Porque entendemos que no están suficientemente maduros mentalmente para hacer un uso racional de estos, algo parecido se podría hacer sin demasiadas reservas para el uso de un 'smartphone'", aprecia por otra parte.
Por eso, ante el empleo de las pantallas en los menores aboga en primer lugar por analizar cuál es el nivel de madurez intelectual del menor, y en función de ello, dar por hecho si éste es capaz o no de hacer un uso racional del dispositivo.