MADRID, 31 Ago. (EUROPA PRESS) -
Una investigación internacional liderada por la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha descrito cómo la lepra secuestra el sistema inmune de los afectados para modificar un importante mecanismo de reparación celular y que dañe de forma irreparable las células nerviosas.
Así se desprende de los resultados de un estudio que publica la revista 'Cell', que muestra como esta enfermedad parece tener características comunes a otras patologías como la esclerosis múltiple o la tuberculosis.
Esta enfermedad infecciosa que afecta a la piel y los nervios periféricos está causada por la bacteria 'Mycobacterium leprae' y, de forma menos habitual, por la 'Mycobacterium lepromatosis'. Y según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los últimos años se ha producido una drástica disminución de nuevos casos, de los 5,2 millones que había en 1985 a los 176.176 registrados a finales de 2015.
A pesar de que la enfermedad se conoce desde hace miles de años, todavía se sabe muy poco de su biología, en parte porque las bacterias son difíciles de cultivar y no hay buenos modelos animales. Así, aunque la bacteria puede crecer en ratones, no causa daño nervioso, algo que sin embargo sí hace en los armadillos, que en cambio rara vez se utilizan en investigación.
En este trabajo, los investigadores recurrieron por primera vez al pez cebra, que ya se utiliza en el conocimiento de otras enfermedades como la tuberculosis, y vieron que la 'M. leprae' daña los tejidos nerviosos infiltrándose en las mismas células que están destinadas a proteger al organismo.
Estudios previos habían demostrado que el daño neurológico en la lepra está causado por una separación del aislamiento protector, la vaina de mielina, que protege las fibras nerviosas, pero se pensó que este proceso se produjo porque las bacterias entraron dentro de las células de Schwann, especializadas en producir mielina.
Por ello, en este estudio utilizaron peces cebra modificados genéticamente para que su mielina fuera de color verde fluorescente, dado que estos peces son transparentes y así los investigadores podían observar más fácilmente lo que sucedía en las células nerviosas.
Cuando inyectaron bacterias cerca de las células nerviosas del pez cebra, observaron que las bacterias se asentaron en el nervio, desarrollando burbujas de mielina parecidas a un donut que se habían separado de la vaina de mielina.
Cuando examinaron estas burbujas más de cerca, encontraron que estaban causadas por la bacteria 'M. leprae' desde dentro de los macrófagos, unas células inmunes que consumen y destruyen todos los cuerpos extraños o material no deseado que hay en el organismo. Y como también sucede a menudo con la tuberculosis, la 'M. leprae' fue absorbida pero no destruida por los macrófagos.
LOS MACRÓFAGOS TRAGAN PERO NO DESTRUYEN
"Estas células inmunes tipo 'Pac-Man' se tragan las bacterias de la lepra, pero no siempre son capaces de destruirlas", explica la profesora Lalita Ramakrishnan, del Departamento de Medicina de la Universidad de Cambridge y una de las autoras del estudio.
"En su lugar, los macrófagos se ralentizan y se quedan en un sitio, destruyendo la vaina de mielina", ha añadido esta experta, cuyo equipo demostró además cómo se produce este daño.
Una molécula conocida como PGL-1 que se asienta sobre la superficie de la bacteria 'reprograma' el macrófago, lo que provoca una sobreproducción de una forma potencialmente destructiva del óxido nítrico químico que daña las mitocondrias, las "baterías" que alimentan los nervios.
"Las bacterias de la lepra están, básicamente, secuestrando un importante mecanismo de reparación y haciendo que salga mal", reconoce Ramakrishnan, lo que le lleva a "vomitar sustancias químicas tóxicas, que no sólo dejan de reparar el daño, sino que acaban causando más".
Los investigadores creen que es demasiado pronto para predecir si este estudio dará lugar a nuevos tratamientos, pero ya hay varios fármacos que se están probando e inhiben la producción de óxido nítrico. La clave, añade, puede ser detectar la enfermedad en una etapa suficientemente precoz para prevenir el daño a las células nerviosas.