MADRID, 15 Dic. (EUROPA PRESS) -
Beber en exceso puede dañar el hígado pero, a diferencia de lo que ocurren con la obesidad o el colesterol alto, los médicos sólo detectan el consumo de alcohol preguntando a sus pacientes cuánto beben.
Un nuevo estudio ha demostrado ahora que un análisis de sangre puede ser un indicador más fiable de enfermedad hepática que preguntar cuánto alcohol bebe una persona ya que, además, este método no siempre es fiable mientras un análisis de sangre puede ayudar a determinar si el consumo de alcohol de una persona puede estar causando una enfermedad hepática.
Los investigadores de la Universidad de California en San Francisco (Estados Unidos) afirman que una analítica sería una forma más fiable de evaluar el consumo de alcohol de una persona, de modo que los médicos puedan intervenir a tiempo para evitar daños más graves.
Así, mediante el uso de un biomarcador denominado fosfatidiletanol (PEth), los médicos podrían hacerse una idea más clara del riesgo de fibrosis hepática, que es la acumulación de tejido cicatricial en el hígado. Esta enfermedad puede tratarse si se detecta a tiempo. Sin tratamiento, puede derivar en cirrosis, insuficiencia hepática y cáncer de hígado.
"Se trata de una forma más directa de medir el daño que el alcohol está causando en el organismo que preguntando a los pacientes --afirma Judy Hahn, doctora y profesora de la División de VIH, Enfermedades Infecciosas y Medicina Global de la UCSF--. No preguntamos a alguien cuánta comida grasa come. Les medimos el colesterol. No les preguntamos cuánto creen que pesan. Los pesamos".
Los investigadores compararon dos indicadores del consumo de alcohol -la PEth y los autoinformes- para comprobar su correlación con la Fibrosis 4 (FIB-4), que es un indicador del riesgo de enfermedad hepática. Mientras que la PEth se mide directamente en la sangre, la FIB-4 es una puntuación compuesta basada en la edad de la persona y en los resultados de otros análisis de sangre.
Observaron que la PEth seguía de cerca a la FIB-4, pero que la correlación entre el consumo de alcohol declarado por la propia persona y la FIB-4 era mucho más débil. Esto podría deberse a que las personas que participaron en los estudios minimizaron o no pudieron recordar cuánto alcohol habían consumido.
El estudio, publicado en el 'American Journal of Gastroenterology' y en el que participaron más de 4.000 personas de Estados Unidos, Rusia, Uganda y Sudáfrica, es el mayor análisis realizado hasta la fecha sobre la relación entre la PEth y el riesgo de fibrosis hepática. Y es el primero que compara la PEth con el consumo de alcohol autodeclarado en términos de lo bien que cada uno indica el riesgo de fibrosis.
La fibrosis hepática puede ralentizarse o incluso invertirse limitando el consumo de alcohol y mejorando la dieta, por ejemplo reduciendo el azúcar, la grasa y la sal, y es fundamental detectar la enfermedad antes de que avance a las fases más graves de la enfermedad hepática.
En el futuro, según los autores, el cribado de PEth podría incluirse con otros análisis de sangre rutinarios, como los de colesterol y azúcar en sangre. "Para prevenir y tratar la fibrosis hepática, necesitamos saber cuánto bebe una persona --afirma Pamela Murnane, doctora y profesora adjunta de Epidemiología y Bioestadística y primera autora del estudio--. Está claro que no lo sabemos bien con los autoinformes".