MADRID, 20 Feb. (EDIZIONES) -
¿Por qué algunas personas consiguen llevar adelante una relación y otras son incapaces? ¿Cómo reavivar el amor? ¿Por qué sentimos química por unas personas y por otras no? ¿Por qué hay donjuanes? ¿Por qué nos desenamoramos? ¿Por qué hay personas infieles?
El estar enamorados y que nos correspondan casi todos lo asociamos con una de las mejores etapas de nuestra vida. Tengo dudas de que haya personas que no se enamoren nunca. El amor es algo que nos sucede probablemente a todos. Hay personas que lo viven mucho y de una forma continua, y otros para los que el amor son experiencias esporádicas. Pero me resulta increíble pensar que haya alguien que nunca se enamore, advierte en una entrevista con Infosalus José Ramón Alonso, neurobiólogo, catedrático de Biología Celular en la Universidad de Salamanca e investigador principal del Instituto de Neurociencias de Castilla y León.
Con motivo de la publicación de su último libro en la editorial Espasa, El cerebro enamorado, el también divulgador científico nos explica que la respuesta a todas estas cuestiones se encuentra en el cerebro, base de todos nuestros comportamientos, al tiempo que afirma sin dudar que es el órgano del amor, y no el corazón como todos pensamos. Cuando queremos mostrar nuestro amor a alguien lo hacemos a través de corazones cuando en realidad deberíamos dibujar cerebros, sostiene.
CÓMO ES EL CEREBRO ENAMORADO
Subraya que el cerebro enamorado es el mismo órgano que tenemos habitualmente pero hay zonas que están activadas y otras desactivadas. En cierta manera se produce un cambio en la actividad cerebral y algunos temas que nos empujan a la prudencia, racionalidad, al cálculo, al juicio crítico, en estos momentos no son así y nos animan a la aventura, a apostar por una relación, a cruzar puentes, a no tener miedo al fracaso o al ridículo; en cierta manera nos empujan en ese proceso de salir de nosotros mismos y buscar a un compañero, agrega.
Detalla que el amor es un proceso mental cerebral, por el que se producen cambios en las hormonas, en los neurotransmisores del cerebro. Hay zonas del cerebro que se activan y desactivan, que cambian nuestros comportamientos. El amor es realmente un proceso que tiene un sentido evolutivo, ayudarnos o empujarnos a encontrar una pareja y a establecer una relación estable. El objetivo del amor es vencer esas barreras, el miedo al ridículo y al fracaso, y lanzarnos en esa aventura de encontrar una pareja, subraya este científico.
Pero, ¿hay zonas concretas del cerebro donde se localiza el amor? El neurobiólogo sostiene que realmente intervienen muchas regiones del cerebro muy diferentes en este proceso, y no se puede decir que exista una zona del amor concreta, sino que se van produciendo cambios en distintas regiones a lo largo del proceso de enamoramiento; pero además no solo nos afecta al cerebro, sino que nos afecta en todo el cuerpo, tenemos la piel más suave, nos brillan los ojos, hay cambios fisiológicos que son sustrato de esa pasión.
LOS MECANISMOS NEURONALES
Con respecto a los mecanismos neuronales que tienen lugar en un cerebro enamorado, José Ramón Alonso indica que este órgano pasa por diferentes fases, habiendo una primera, el enamoramiento, donde se ha visto que hay una mayor descarga de hormonas sexuales, y donde se produce la atracción. Nos notamos que tenemos adrenalina, que nos late con más fuerza el corazón, que nos sentimos con más potencia para hacer las cosas, subraya.
Después, indica que la segunda fase es la de locura de amor, cuando sentimos dudas y nos sentimos también con miedo a no ser correspondidos; una tercera fase donde se producen cambios, y donde la corteza frontal, la que normalmente se encarga del juicio critico y de la planificación se desactiva, y en cierta manera cometemos esas locuras, lo que nuestra gente alrededor no entiende, y es probablemente ese proceso de no ver defectos de la otra persona y lanzarnos a ese proceso de enamoramiento.
La cuarta fase, según prosigue, tiene lugar cuando esa relación se estabiliza, llega el momento de la tranquilidad, y la pareja se refuerza y se establece ya un proyecto a largo plazo que es necesario para la crianza de los hijos.
Sobre por qué sentimos química por unas personas y por otras no, José Ramón Alonso sostiene que también el cerebro es el responsable: Se saben algunos factores implicados en la atracción y parece que buscamos pareja en personas que sean diferentes de nosotros y esto tiene también un sentido evolutivo a la hora de que nuestros hijos tengan el mayor número de defensas inmunológicas posibles.
En cuanto a si nuestro cerebro tiene algo que ver en el desenamoramiento, este neurobiólogo subraya que igualmente sí es el responsable. Cuando pasa esa etapa de ceguera, de no ver, de estabilización, en algunos momentos nos damos cuenta de que las cosas no son como habíamos creído, y puede haber una etapa de frustración, de sentir que nos hemos equivocado, y en algunos casos lleva al desamor; mientras que en otros casos es lo contrario, la relación se confirma, se refuerza, y hay una característica típica del amor, la vocación de permanencia, queremos que dure para siempre, y hay un compromiso cerebral de que esa relación se mantenga con el tiempo, explica.
Al final el desenamorarnos depende de nosotros también, según razona porque las relaciones siempre son entre dos personas y, de la misma manera que las relaciones se pueden reforzar y hay personas que consiguen tener una relación muy buena durante muchas décadas también puede darse lo contrario.