MADRID, 9 Dic. (EUROPA PRESS) -
Los anticuerpos contra la proteína de la espícula del SARS-CoV-2 producidos por el sistema inmunitario pueden ayudar a identificar y evitar futuras infecciones, pero no todos los anticuerpos son iguales. Las personas que se recuperaron del COVID-19 al principio de la pandemia o que recibieron una vacuna actual pueden no ser capaces de defenderse de las variantes nuevas y emergentes.
Pero en un nuevo estudio los investigadores ha comprobado que la combinación de ambos puede producir una defensa más potente, según publican en 'mBio', la revista de acceso abierto de la Sociedad Americana de Microbiología. Según este estudio, las personas que han tenido una infección y han recibido una vacuna tienen anticuerpos de alta calidad que actúan contra las variantes de la espiga, y con más eficacia que cualquiera de los dos grupos por separado.
"Demuestra que la calidad de los anticuerpos puede mejorar con el tiempo, y no sólo la cantidad", explica el inmunólogo y médico Otto Yang, de la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California en Los Ángeles. "Encontrar la combinación óptima de anticuerpos podría ayudar a orientar futuros esfuerzos de prevención. "Se ajusta a la comprensión de cuál es el régimen de vacunación óptimo", añade Yang, que dirigió el nuevo estudio.
La pandemia sigue propagándose, en parte, porque a medida que evoluciona la proteína de la espícula del coronavirus -que ayuda al virus a infiltrarse en una célula huésped- surgen nuevas variantes que ayudan a que la infección se propague más fácilmente de persona a persona. Como resultado, los anticuerpos que una persona desarrolló después de una infección temprana o después de la vacunación pueden no proteger adecuadamente el cuerpo de estas nuevas variantes emergentes.
Una zona de la proteína de la espícula denominada dominio de unión al receptor, o RBD, permite al virus invadir una célula huésped. Esta región es también un objetivo crítico para los anticuerpos, pero las mutaciones aleatorias en el RBD hacen que sea un objetivo en constante cambio. En el nuevo estudio, Yang y sus colegas compararon los anticuerpos anti-RBD en la sangre de los participantes con la capacidad de los anticuerpos para neutralizar el virus.
En los pacientes no infectados que habían recibido una de las dos vacunas contra el COVID-19, los investigadores encontraron anticuerpos que eran menos eficaces contra las mutaciones de las nuevas variantes (como la Beta o la Gamma) que contra la secuencia genética original codificada en la vacuna.
Del mismo modo, cuando los investigadores analizaron muestras de sangre de personas que se habían infectado con el coronavirus antes de mayo de 2020 -antes de la primera confirmación de las variantes- tenían una potencia reducida contra las nuevas variantes en comparación con el original. Estos resultados sugieren que tanto la infección leve como la vacunación producen anticuerpos que siguen dejando a la persona vulnerable a las nuevas variantes.
Sin embargo, los resultados difieren drásticamente en el caso de los individuos que se habían infectado antes de mayo de 2020 y, un año después, se habían vacunado. En estos individuos previamente infectados y vacunados, los investigadores encontraron anticuerpos cuya eficacia contra la secuencia original no había cambiado, pero que eran igual de potentes contra las nuevas variantes.
Yang destaca que estos resultados se alinean con otros similares de otros grupos, publicados a principios de este año, que también muestran anticuerpos de alta calidad en personas que habían sido infectadas y vacunadas.
"Podríamos haber predicho que los anticuerpos seguirían evolucionando y mejorando con múltiples exposiciones --añade-- pero no esperábamos que ocurriera tan rápido".
Estudios como éste, que muestran el cambio de calidad de los anticuerpos, podrían ayudar a los investigadores a mejorar la aplicación de las vacunas y los refuerzos, no sólo para el COVID-19 sino para el próximo patógeno que aparezca, concluye Yang.