MADRID, 18 Mar. (EDIZIONES) -
El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una patología psiquiátrica grave e incapacitante que afecta aproximadamente al 2% de la población general adulta. Se caracteriza por 4 grupos de síntomas: impulsividad extrema, inestabilidad del humor, problemas interpersonales, y alteraciones de la identidad.
Así lo afirma en una entrevista con Infosalus el psicólogo clínico y doctor en Psicología Álvaro Frías, quien añade que esta patología mental limita la vida de la persona que la padece.
En concreto, sobre los cuatro grupos de síntomas de las personas con TLP este experto describe que la alta impulsividad puede estar relacionada con autolesiones, agresividad hacia otros, o compras compulsivas, por ejemplo; mientras que la inestabilidad emocional se caracteriza porque son personas con vivencias de montaña rusa, donde pueden cambiar en cuestión de segundos de estado emocional, muchas veces conectando con circunstancias vitales de la vida, o con cambios en estados mentales internos.
En tercer lugar, dice que se encontrarían las alteraciones de la identidad, sobre las que Frías acaba de publicar 'Alteraciones de la identidad en personas con trastorno límite de la personalidad' (Desclée de Brouwer), otro grupo de síntomas relacionados con un gran vacío existencial, con una mala relación consigo mismos, una baja autoestima, o el hecho de que sean camaleónicos socialmente, sean personas con gran poder de autocrítica, muchos directamente no saben lo que son, tienen sentimientos de soledad, dejan de sentir sus emociones de manera protectora, y dejan de conectar con su ser muchos de ellos.
El cuarto de los signos de TLP está relacionado con las dificultades que estas personas tienen para mantener las relaciones íntimas y también a nivel superficial, y que están muy relacionadas con el miedo al rechazo, a la ansiedad social, o con la desconfianza.
"En general todos ellos en cada persona pueden tener más o menos peso. El TLP es una patología mental muy heterogénea, y personas muy diferentes pueden cumplir criterios para este diagnóstico", aprecia el especialista.
En principio, Frías señala que ya se dan algunas manifestaciones durante la adolescencia, "pero no estrictamente desde el concepto del TLP, sino de comorbilidades como trastornos de conducta, abuso de drogas, trastornos de alimentación"; lo que no quiere decir, según aclara, que todas las personas que durante la adolescencia presenten trastornos de conducta, alimentación o abusen de las drogas vayan a desarrollar TLP.
A nivel de género, el psicólogo clínico pide diferenciar entre las muestras clínicas y las comunitarias. En concreto, a nivel de consultas en salud mental cita que acuden más mujeres que hombres. "Esto se debe generalmente a que las mujeres piden más ayuda que los hombres, y después porque muchos varones con TLP están en prisión, dada esa impulsividad y riesgo de antecedentes penales que en los hombres es muy elevado. Esto ayudaría a entender por qué en las muestras clínicas se recogen que hay unas 3-4 mujeres con TLP frente a 1 hombre. Pero si se hace el recuento en población comunitaria, por ejemplo, si se tocaran una a una las puertas de cada casa, no hay diferencia de género", valora.
A su vez, el doctor Frías señala que el género determina cómo se manifiestan dentro de la heterogeneidad los síntomas, siendo los hombres más impulsivos y con más riesgo de cometer actos antisociales, mientras que en la mujer, en principio, hay una mayor dificultad en relación a los vínculos, estos son más ambivalentes, más de amor odio.
En este contexto, el psicólogo clínico destaca que se sospecha que la prevalencia de TLP ha aumentado generación tras generación en Occidente desde hace unos 40 años por una cuestión cultural, y es que, según explica, se ha pasado de un sistema de valores rígido pero marcado, "a un valor postmoderno" donde se prima la individualidad, el que cada uno se construya a sí mismo, "una bomba para quien esté predispuesto a TLP".
En cuanto a si es curable, Frías opina que con el concepto de TLP se puede vivir toda la vida, si bien llama la atención sobre la alta discrepancia a este respecto entre científicos y clínicos. "Los estudios empíricos, con periodos observación de 10 a 15 años, marcan que en torno a un tercio deja de cumplir los criterios diagnósticos al cabo de este tiempo, y con un tratamiento específico de al menos dos años. En cambio, muchos clínicos no tienen esa opinión a pesar de la ciencia empírica, y creo que con el concepto TLP se vive toda la vida", remarca.
A su juicio, lo que hace un buen tratamiento específico, prolongado, y precoz en un tercio de los pacientes es que esos síntomas bajen en intensidad, se flexibilicen, y la calidad de vida sea mayor, la persona con TLP sufra menos.
EL PAPEL DEL FACTOR GENÉTICO
Aquí resalta que existe una predisposición genética a tener trastorno límite de la personalidad, y en concreto, puntualiza que el factor genético supone una de las principales causas de TLP en un 30-40% de pacientes. "Los síntomas son heterogéneos y también la etiología o causas multifactoriales, pero los genes en el TLP, lo que heredamos a través de las familias es un temperamento, una predisposición biológica a tener cierto carácter a nivel de base. Si uno tiene un temperamento más sensible o irritable, junto con determinados factores psicosociales, corre el riesgo en el futuro de tenerlo", agrega.
De hecho, el doctor en Psicología subraya que en un cuarto de los pacientes se ha visto que, si esos niños ya contaban con un temperamento sensible, y después se han criado en ambientes normativos, con cierto matiz sobreprotector, esto ha supuesto para ellos una "combinación altamente peligrosa" que ayuda a explicar un cuarto de los casos de TLP. "Cuando están en el mundo real, en la adolescencia avanzada y fuera de casa deben enfrentarse a situaciones normativas se descompensan", añade.
El diagnóstico en los casos de TLP es longitudinal y clínico, en consulta, donde se evalúan, muchas veces con la ayuda de terceros, sus síntomas. Estos tienen que aparecer de manera persistente, y fluctuante durante la adultez, y con algunas manifestaciones previas en la adolescencia, según precisa el experto. "Hay que estudiar en muchos casos también si existe comorbilidad con el trastorno bipolar y con el TDAH, que a veces van de la mano", precisa Álvaro Frías.
El tratamiento, según recomienda, debe rondar los 3-5 años, y debe consistir en terapia individual, asimismo dice que es recomendable la terapia grupal, así como el tratamiento farmacológico, además de un asesoramiento por trabajo social, en temas legales por si hay que dar la minusvalía a estas personas, o bien un empleo protegido.